Hacía años que la prensa escrita había desaparecido, los libros se publicaban electrónicamente y nadie conservaba ya soportes físicos, solo antiguos vinilos transformados en piezas de museo se guardaban como oro en paño en las estanterías de los coleccionistas. Tras las últimas pandemias las escuelas habian cerrado definitivamente y los niños, como zombis, estudiaban desde sus casa en la soledad de sus habitaciones sepulcrales mientras los padres se encerraban a trabajar en sus bunquers para no ser molestados.
Las enciclopedias de consulta hacía decenios que habían sido barridas por Google y ya nadie necesitaba memorizar porque todo estaba en la red, cualquier dato, cualquier pregunta, era contestada al instante. El cine como tal ya no existía, las multisalas habían cerrado al no poder competir con las grandes pantallas y las películas en streaming que podían bajarse al instante de "la nube".
Muchos clásicos se habían perdido en los continuos cambios de formato y todo lo que no era comercialmente rentable fue eliminado de las filmotecas y discotecas digitales; al igual que habíamos acabado con la biodiversidad, también habíamos talado el árbol de la cultura de tal manera que apenas sobrevivían algunas ramas.
En los tenarios ya no se enseñaba ni las cuatro reglas porque los smatphones que nos regalaban desde niño, incorporaban supercalculadoras y traductores multilingües que también hacían innecesario aprender idiomas, la traducción automática era inmediata y perfecta, además se habían eliminado los términos políticamente incorrectos para evitar conflictos; el mundo era cada vez más perfecto y controlado y solo era necesario dominar la tecnología desde la más tierna infancia para poder desenvolverse en una sociedad cada vez más virtual y alienada.
Como apenas quedaban bosques, las grandes bibliotecas habían sido digitalizadas y el papel reciclado para otros menesteres como la envoltura de los precocinados que hacían innecesario perder el tiempo en la cocina. Algunas voces se alzaron advirtiendo del peligro, pero fueron acalladas o ridiculizadas y los más combativos desaparecieron sin que nadie se preocupara por lo que había sido de ellos.
Nunca la frase "El saber no ocupa lugar" había sido tan cierta, la verdad es que nadie sabía dónde estaba y mucho menos, quien lo controlaba.
Todo lo movía la electricidad, los combustibles fósiles habían desaparecido por la amenaza del cambio climático y las centrales eólicas y fotovoltaicas movían coches, aviones, trenes y toda la industria del planeta.
Hacía años que científicos tachados de agoreros venían advirtiendo de unas tormentas solares que barrerían durante años el planeta produciendo unos campos electromagnéticos de tal magnitud que harían estallar la centrales eléctricas y harían imposible no solo las comunicaciones inalámbricas, si no todas aquellas que dependieran de la electricidad para su transmisión, pero las grandes productoras energéticas del planeta, consideraron que el blindaje de centrales y transformadores era inasumible en sus presupuestos y pagaron estudios que minimizaban los efectos de las manchas solares.
Conforme se acercaba la fecha señalada, los medios de comunicación dominados por unos cuantos emporios económicos empezaron a notar distorsiones, los gps daban coordenadas erróneas, la TDT sufría continuos micro cortes y la transmisión de datos de hacía cada vez más lenta, pero siguieron ignorando la evidencia.
El día señalado en los calendarios Mayas no amaneció, el cielo se tiñó de rojo mientras cegadoras auroras electrizaban el aire, las comunicaciones se colapsaron, los fusibles de las centrales saltaron por los aires, los generadores se incendieron y todo se quedó sumido en el silencio de las sombras, las placas solares y las baterias se fundieron como cera, tan solo algunos transformadores subterraneos resistieron las descargas y las pocas farolas en activo, mostraban hordas de saqueadores rompiendo escaparates y cargando cuanto podían llevarse.
El gobierno mundial, atrincherado en refugios subterráneos construidos durante la guerra fría, se declaró impotente para salir del caos y sus miembros corrieron a protegerse en las cuevas equipadas con generadores y equipos de emergencia.
La era de la información se hundía bajo sus propios cimientos, miles de años de cultura y de ciencia se habían borrado de un plumazo, el siglo de las luces daba paso a la era de las tinieblas, sin bibliotecas, sin museos, sin apenas maestros capaces de enseñar en una pizarra, el analfabetismo global regresaba para quedarse durante milenios.
La madre tierra nos perdonaba la existencia, pero nos regresaba al génesis, a ver si esta vez aprendíamos la lección.
ILUSTRACIÓN DE MARA ÁNGELES PALOMO