miércoles, 13 de abril de 2011

ES URGENTE AMAR Y DECIR A LOS DEMÁS QUE LOS AMAS

 Éric-Emmanuel Schmitt, dramaturgo, escritor, guionista y director de cine


Foto: David Airob

Un día = diez años

Doctor en Filosofía, tiene un don especial para hablarnos de cosas esenciales con sutileza: la muerte, la felicidad, el dolor y todos los sentimientos que nos hermanan, sin necesidad de dramatizar. El resultado son obras de teatro, libros y películas (El señor Ibrahim y las flores del Corán; Odette, una comedia sobre la felicidad) que nos dejan con una sonrisa filosófica y el corazón revuelto. Tiene el don de conectar con la sensibilidad ajena y en su última película, fruto de un libro del mismo título: Cartas a Dios, que se estrena el viernes en España, nos cuenta los últimos días de Oscar y su relación con Mami Rosa, que le ayuda a descubrir el misterio a través de un trato: un día igual a diez años.

Hay dos opciones, o habitas el misterio con miedo y angustia o lo haces con fe, es decir, confianza.

...
De eso hablan todos mis libros y películas, de personajes que confían en lo desconocido, que viven con los brazos abiertos y que luchan contra las fuerzas negativas, la angustia y el miedo.

¿Y usted vive como sus personajes?
Sí, siempre estoy de buen humor, lo que sorprende a la gente, y soy infinitamente curioso. Una cosa que me ayuda a disfrutar de la vida es la imaginación, que me permite explorar todas las puertas del presente.

¿Cómo aplica la imaginación a la realidad?
La imaginación es dejarse invadir por el mundo y por la gente. Cuando estoy frente a alguien, me dejo penetrar por todas las sensaciones y las imágenes que emanan de ese individuo; es un conocimiento empático.

¿Y desde cuándo?
Tenía 29 años, me apunte a un viaje de aventura: diez días caminando por el desierto del Sáhara y me perdí.

¿Sin agua y sin comida?
Sí. Llegó la noche y pensé que iba a morir de miedo, pero ocurrió todo lo contrario. Me invadió la confianza, pasé una noche mística. Entré en ese desierto ateo y salí creyente. Me costó años poder hablar de ello, pero terminé confesando porque siempre me preguntan de dónde viene el optimismo de mis obras, y la fuente viene del desierto. Habito la vida con confianza.

¿No era así de niño?
Era alegre, pero extremadamente angustiado, tenía miedo a la nada y la idea de que la vida era inútil, un puro fenómeno material; hoy creo que es algo más que una agitación de moléculas y que todo está justificado.

Pues me ha partido el corazón.
El tema que trato en Cartas a Dios es duro, pero es una película optimista; un himno a la vida aunque la vida sea breve y frágil. Creo que hay que amar la vida como es, sin ilusiones, sabiendo que es corta, vulnerable y llena de dolor.

¿Cuándo fue la primera vez que se acercó a niños terminales?
Mi padre era fisioterapeuta y trabajaba con ellos. Desde que cumplí los ocho años, todos los jueves y los sábados, me llevaba con él al hospital; así que crecí pensando que lo normal era estar enfermo y lo excepcional tener salud.

¿Aprendió algo?
Al principio tuve miedo; luego aprendí que no tenía que permitir que la enfermedad construyera un muro entre ellos y yo. Y hablo de ello en la película: los padres de Oscar ven la enfermedad de su hijo en lugar de a su hijo, y el niño no lo entiende; cree que no le quieren. No hay que dejar que las situaciones se interpongan entre las personas.

Qué difícil es eso.
Ya adulto acompañaba a una amiga que iba a los hospitales de voluntaria. Jugando con los niños descubrí que son mucho más francos y directos. Cuando están en situaciones frágiles, quieren hablar de la enfermedad, de la muerte, de todo lo que les ocurre. Son los adultos los que están asustados, y crean angustia con su silencio e hipocresía.

Su película tiene algo muy profundo.
Un amor visceral por la vida tal y como es; no tal y como quisiéramos que fuera. Para mí, ser feliz no es tener una vida distinta a la que tengo, es entrar completamente en la que tengo; no es protegerse del dolor o la desgracia, es integrarlos en las tramas de la existencia. Con la misma vida puedes ser feliz o desgraciado; es una actitud mental.

¿Una actitud que usted ha aprendido?
Sí, puedes luchar contra tu negatividad y pesimismo. Eso quiere decir que la inteligencia y la experiencia pueden servir para algo.

Se adivina que ha vivido la muerte.
Sí, he acompañado a personas cercanas, a veces en largas agonías, y me ha hecho entender que era urgente amar y decir que amas; no hay tiempo que perder.

Sus mujeres son fuertes y tiernas.
Para mi el hombre es simplicidad y la mujer complejidad. Cuando una mujer dice no, nunca quiere decir no, ni cuando dice sí. La mujer es paradójica, es fuerza y herida. Si no veo su herida, no puedo entenderla.

¿Cómo es su madre?
Una fuerza sin ambigüedad ni ambivalencia. Creo que mi madre es un hombre.

¿Qué quiere contar?
Tengo una obsesión: mostrar que cada uno de nosotros podría haber sido el otro. Incluso escribí un libro sobre Hitler para demostrar que convertirse en un bárbaro está al alcance de cualquiera. Hay una búsqueda ética: cultivar lo mejor en lugar de cultivar lo peor, y por tanto una dimensión moral.

Cuesta trabajo ser bueno.
Sí, el mal se hace rápido y el bien es laborioso. En un segundo lo puedes destruir todo; por ejemplo, con un niño o en el amor con una sola frase.

¿Cómo se aprende la confianza?
Aceptando que no todo es racional, aceptando abrir las puertas de la sensibilidad y la irracionalidad de la vida. Hay que amar la necesidad y todo lo inevitable.

Pensar no es bueno para tener confianza.
Cierto. El pensamiento es el espíritu crítico, pero es necesario pensar hasta que llegas a ese umbral en el que el pensamiento ya no sirve para nada y ahí has de tirarte de cabeza: o al miedo o a la confianza.

martes, 12 de abril de 2011

ADIÓS AL ESTADO DEL BIENESTAR

 Ha dejado de existir el laborioso empeño que asumieron la democracia cristiana y la socialdemocracia


 
Albert Garrido Periodista
  El Estado del bienestar es incompatible con casi todas las disposiciones que se adoptan para vencer la crisis, contentar a los mercados y restablecer la confianza en el futuro. De forma genérica, es incompatible con cuanto aconsejan los gurús que dicen saber qué camino hay que seguir para salvar los muebles. De forma más concreta, es incompatible con lo que sigue:
1. El sometimiento absoluto de los estados a los criterios de los mercados financieros.
2. La reducción del Estado a su más mínima y débil expresión.
3. La suplantación de la política por la contabilidad y de los políticos por tenedores de libros.
4. La reducción de las obligaciones fiscales de las rentas altas -regalos fiscales- y el mantenimiento de la presión tributaria sobre las rentas medias y bajas.
5. El mileurismo rampante que conduce inevitablemente a la proletarización de las clases medias.
6. La economía sumergida y el sub-
empleo -puede que infraempleo- que da pie a la articulación de una sociedad paralela, opaca, desregulada y extremadamente dual.
7. La libertad con la que operan los manipuladores del mercado: especuladores, bajistas, financieros de fortuna y agencias de calificación.
8. Los adoradores del mercado que, a pesar de cuanto ha sucedido, siguen pensando que los desastres ocasionados por el mercado tienen solución paradójicamente en el propio mercado.
9. La fascinación por el modelo chino, en el cual los mecanismos de protección social no tienen cabida.
10. Los nacionalismos, con Estado o sin él, que, en caso de duda, entre atender a la nación o cuidar de los ciudadanos, optan por la nación y sacrifican a los ciudadanos.
11. El sindicalismo de bajos vuelos que cree que, blindando el pasado, se puede construir el futuro.
12. La fortuna cosechada por lo políticamente correcto, cuyo único objetivo es garantizar que nadie cambiará las reglas del juego.
13. El desprecio del valor y el significado de los bienes y los intereses colectivos.
14. El déficit demográfico derivado de tasas de natalidad irrisorias.
El ecosistema del Estado del bienestar solo es posible merced a delicados equilibrios sociales, pero cuando concurren en una sociedad -la nuestra- los factores mencionados o parte de ellos, se descompone rápidamente. Al igual que el planeta no puede soportar el crecimiento exponencial del dióxido de carbono, el Estado del bienestar no puede subsistir en una atmósfera social viciada por el reparto de la miseria, la sistemática socialización de las pérdidas y la escandalosa privatización de las ganancias. Por más que las agencias de calificación, el FMI, el BCE y toda la parentela insistan en que el buen camino es este.
Efectos prácticos y resumen de lo antedicho: si se quiere comprar un país a precio de saldo, basta con contar con la complicidad de una o varias agencias de rating. Cerrada la alianza, dar el golpe es solo cosa de tiempo y paciencia. Los países caen como fruta madura deslumbrados por la luz cegadora de los profetas del apocalipsis económico, la prima de riesgo y otras trapisondas legales. Sucede así que en menos de un suspiro se da la vuelta a la tortilla y -¡oh, días prodigiosos!- se pone en circulación la idea de que deben pagar la crisis quienes son sus víctimas y deben salir con bien cuantos la provocaron en Wall Street y otros barrios.
Siguen luego una serie de extrañas recomendaciones que, muy resumidas, caben en una frase: aquellos que quieran el Estado del bienestar, que lo paguen de su bolsillo, que quienes no lo precisan no tienen por qué sufragarlo en la parte que la decencia induce a pensar que les toca. En realidad, todo se envuelve en un lenguaje incomprensible que, cuando se vuelve comprensible, resulta sonrojante. Se trata de un lenguaje desvergonzado, destinado a justificar lo que no tiene justificación, un compendio de recomendaciones que condenan indefectiblemente a los jóvenes a vivir peor que sus padres, que exigen a la sociedad la mansa aceptación de la injusticia social como norma de obligado cumplimiento.
De momento, solo es seguro que la trabajosa construcción de la economía social de mercado, trasunto del Estado del bienestar, ha saltado por los aires. Ha dejado de existir aquel laborioso empeño que, con diferentes etiquetas políticas, asumieron la democracia cristiana y la socialdemocracia en la posguerra mundial y fue el santo y seña de la prosperidad de Occidente frente a la gris realidad de la economía planificada y el socialismo realmente existente. Se ha deshilachado todo el entramado de estabilidad emocional y cohesión social que garantizó el modelo durante la larga guerra fría, y no hay forma de zurcirlo. En realidad, el Estado del bienestar ha dejado de ser necesario como forma de humanización del capitalismo sin cortapisas, como modelo razonablemente justo frente a la sociedad desmañada, la abulia y el totalitarismo sin esperanza del bloque del Este, que dejó de existir. Descanse en paz el Estado del bienestar.

EL CLUB DE LOS POETAS PUTREFACTOS


 
Rosa Cullell Periodista
  Un joven alto, de aspecto fiero y buen corazón, se cruza con un señor esmirriado. El bajito se planta en medio de la acera y le suelta: «¡Hijo de puta, cabrón, te voy a matar!». El joven fornido se aleja pensando que aquel desgraciado que no levanta dos palmos del suelo es un loco. Lo ignora. Una y otra vez. Hasta que un día, cuando el insulto infringe leyes y sobrepasa mezquindades, el joven se para, agarra al agresor y le muestra sus puños. El bajito saca una pistola. Y lo mata.
 
La historia me la contó un amigo al que un periodista de ego infinito, que ama «épater le bourgeois», llevaba años torturando. Yo creía que debía denunciarlo. «Si no estás dispuesto a usar las mismas armas que tu atacante», decía él, «es mejor evitar el duelo». Me gusta esa táctica, la de no entrar en vulgares trapos. Sin embargo, tras leer el artículo de Salvador Sostres en El Mundo justificando a ese pobre «chico normal» que, abandonado y ofendido, mató a su joven novia embarazada, empiezo a dudar de la eficacia del «aquí no pasa nada».
Conocí a Sostres hace años; trabajaba en la radio y escribía poesía. No era mal poeta. Lo fui siguiendo de medio en medio. Creí que su interés por contentar a su peña había ido algo lejos cuando escribió: «Es muy hortera hablar en español; solo lo hablo con la criada y con algunos empleados». Y siempre me ha disgustado su afán por insultar a los fallecidos
-Manolo Vázquez Montalbán, Marcelino Camacho o Santi Santamaría- cuando sus cuerpos aún están calientes. Durante un tiempo le perdí de vista. Hasta que Sostres, que para entonces ya hablaba en castellano con todo quisqui, apareció en Telemadrid alabando las vaginas de las jovencitas, «esas que aún no huelen a ácido úrico, que están limpias».
Desconozco qué sucede en el cerebro para pasar de los sonetos al insulto; del artículo mordaz al comentario pederasta, a la justificación del asesinato. Pero si diarios y televisiones siguen difundiendo el más horrible todavía, nada impedirá que otros jóvenes periodistas, otros Sostres, ingresen en un siniestro club. En el club de los poetas putrefactos.

"¿Recortar quirófanos...?¿Y porqué no coches oficiales?"

Rafael Matesanz, director de la Organización Nacional de Trasplantes

Foto: Dani Duch
Ni un segundo más
Incluso cuando los recortes presupuestarios son imprescindibles hay que saber ver la línea roja: es la que pasa entre la vida o la muerte. Y está en la Sanidad. Los profesionales a los que debemos nuestro gran éxito mundial, los trasplantes de órganos, me recuerdan que sólo son posibles gracias a la gratuidad y por tanto a la solidaridad de todos. Y apuntan que hay muchos coches oficiales, dietas, viajes y gastos suntuarios de los políticos –¡aumentemos su productividad!– que se pueden recortar antes de hacer esperar a un enfermo en una lista y antes de que un niño –temen que sucederá tras las elecciones– tenga que sufrir un solo segundo de más por el trasplante que necesita.
En los últimos 22 años, más de 70.000 ciudadanos de este país se han beneficiado de un trasplante de órganos y, si a la cifra le añadimos los receptores de tejidos y células, llegan a sumar 300.000: cerca del uno por ciento de la población.

Eran noticia y son milagro cotidiano.
En el que somos el referente mundial. ¿Cómo lo hemos conseguido? Pericia médica, madurez ciudadana y una organización compleja y eficaz. Fíjese en el trasplante de cara: sólo se han hecho 14 en la historia y ya los hemos sistematizado como si se hubieran hecho toda la vida.

¿Somos más generosos donando?
Somos los mejores –y la Sanidad catalana fue y es pionera y ejemplar– organizando: aviones, helicópteros, ambulancias y profesionales de altísima cualificación contra reloj. Por eso hacemos más trasplantes –y con más éxito– que ningún otro país. Más que Suecia o Finlandia, por ejemplo, donde tienen más donantes potenciales.

¿Cuál es el secreto?
Precisamente esa organización eficaz. Donas un órgano porque sabes que el sistema funciona y es justo, y que –rico o pobre– tendrás idénticas posibilidades de obtener un órgano –tú o los tuyos– cuando lo necesites.

Por eso en EE.UU. no funcionan igual.
Porque cuando la Sanidad no es gratuita, no es buena –ni para pobres ni para ricos– y la prueba son los trasplantes. Uno de riñón cuesta unos 50.000 euros: si sólo pudiera beneficiarse de él quien puede pagarlo, los pobres no los donarían, porque sabrían que ellos no podrían permitirse ser trasplantados y, al final, también los ricos se quedarían sin donaciones.

¿Y si hay menos accidentes de tráfico?
Es que ya hay menos, y por eso hoy sólo el 5 por ciento de los órganos proviene de accidentes. Los trasplantes han cambiado como nuestra sociedad. Por ejemplo, cuando empezamos, excluíamos del programa a mayores de 50 por mayor riesgo. Hoy trasplantamos a receptores de 80 y más.

Envejezco más tranquilo al saberlo.
Y hemos incorporado a los inmigrantes al sistema mejor que ningún otro país : precisamente porque saben que nuestro sistema de donaciones es justo y eficaz.

¿No se niegan a donar por religión?
Aquí se han integrado. Tenemos un 11 por ciento de inmigrantes en el censo y un 9 por ciento de las donaciones ya las hacen ellos. Francia, el Reino Unido o Alemania, en cambio, no han logrado que sus inmigrantes donen sus órganos.

¿No teme un recorte presupuestario?
Lo temo, y más tras las elecciones locales. Y sería un error, porque veamos: convendrá conmigo en que dejar morir a alguien por falta de un órgano no es una opción en un país como este, que no es tercermundista.

Absolutamente.
Y cuando tienes insuficiencia renal: o haces diálisis o recibes un trasplante o te mueres.

¿Y con otros órganos pasa igual?
Lo mismo. Pero analicemos los costes y el posible recorte en los trasplantes de riñón, que son los más habituales: una diálisis cuesta 40.000 euros al año y un trasplante, 50.000, pero, al segundo año, el coste del trasplantado cae a 5.000 o 6.000...

Está claro que la diálisis es más cara.
Pero la tentación del político ineficaz es cerrar quirófanos y alargar listas de espera: así consigue un ahorro de entrada ese ejercicio, pero, al cabo de dos o tres años, acaba derrochando nuestro dinero.

Si no son intervenciones urgentes...
Deberíamos considerar quién considera urgente o no una intervención. ¿Sabe el coste de tener a un ciudadano en su casa esperando una intervención “secundaria” de rodilla? Pero es que, además, la cirugía ahorra dinero público. Si no hubiéramos trasplantado riñones, por ejemplo, ahora tendríamos 20.000 pacientes más en diálisis.

Y eso sería carísimo.
Representaría más del doble de lo que cuestan todos los trasplantes que hacemos en España al año. Incluso los de cara, que son costosos –175.000 euros–, no lo son tanto si pensamos en la alternativa, que podrían ser una decena o más de operaciones sucesivas.

Sin citar el ahorro en sufrimiento.
Hablo sólo de las cifras: ahorrar en quirófanos es un derroche, aunque inmediatamente después del tijeretazo parezca un ahorro.

Pocos políticos piensan a largo plazo.
¡Qué me va a decir! En mis 22 años dirigiendo la Organización Nacional de Trasplantes (ONT) he tratado con once ministros e incontables consejeros de Sanidad...

¿Y qué ha aprendido?
Lo que hemos demostrado en este país con los trasplantes. Nuestra Sanidad necesita un gobierno clínico: de técnicos que, además, sepan de gestión, y no de meros políticos o contables que meten la tijera y luego envían al ministro de Sanidad a aguantar el chaparrón. En realidad, el ministro de Sanidad acaba siendo el de Economía.

Sobre el papel... ¡es tan fácil recortar! 
¿Y cerrar quirófanos, alargar listas de espera es el único ahorro posible?

¿Se le ocurren otros?
Yo sufro especialmente cuando veo a un niño en una lista de espera por un órgano.

Todos sufrimos al verlo.
¿No podrían los políticos recortar más en otras partidas? ¿De verdad necesitamos todos sus coches oficiales; asesores; todas esas embajadas y viajes y gastos suntuarios y de representación?

lunes, 11 de abril de 2011

EL AMOR ES LA FUERZA MÁS PODEROSA DEL COSMOS

  

Amor te infunde tu madre cuando te abraza recién parida y se impregna de ti, amor  recibes de sus pechos, de su boca,  de las canciones de cuna, de las noches en vela sin un reproche. Amor es el sacrificio diario por tu salud, por tus estudios, la lucha continua por inculcarte valores, respeto, capacidad de trabajo.
 Amor es la chispa que salta a tus ojos, cuando ese muchacho te mira por primera vez, el trémulo intento de acariciar tu  mano, el tímido beso en la mejilla, la inolvidable entrega a la persona amada. Acordes indelebles que  serán el preludio de  la pasión, el cariño, el respeto, la ternura, la vida mano a mano.
Amor es deshojar el futuro a golpes de sonrisa, despertar enroscados en un abrazo, creer en dios mirándote a los ojos, cantar bajo el diluvio a corazón abierto. Amor es sentirte omnipotente, beberte las estrellas en un trago, detener el péndulo e iluminar la noche con su fuego.
Pero también es compartir las amarguras para llevarlas a cuatro manos y a dos corazones, el cuidado solicito en la enfermedad, el consuelo en el infortunio, y porque no, la dulce despedida cuando la persona amada cuando toma su rumbo al infinito .... No hay repesca para esa asignatura, porque sin ella puedes triunfar, tener dinero y ostentar poder, pero serás, un naufrago en la isla del fin del mundo. Solo el que nace, vive y muere rodeado de amor, y sembrando amor se puede decir que ha vivido. los demás nos limitamos a sobrevivir.

PRIMAVERA OTRA VEZ


Hoy me quiero morir y es primavera, y la gente se tumba en la hierba y hace sol y el día ha sido claro y esta noche tenemos la luna más inmensa que nunca contemplaron los amantes... Al fracaso no se llega por un error, ni por dos, ni por tres... La vida te da oportunidades y tú las vas tirando por la borda, y cuando te das cuenta se ha pasado tu momento y no te queda nada, y no has guardado nada, y entonces sabes que te has equivocado, y miras hacia atrás y sólo ves fracaso, pero ya es demasiado tarde y no puedes cambiar. Lo único que puedes hacer es continuar, seguir andando.
Mi pequeña, querida mujer, que esta noche contemplas fijamente ese rayo de luna que brilla y se refleja en el espejo que hay en la pared, justo frente a mi cama, no dejes que se mueran los sueños que has soñado, no dejes que esta luna te arrastre hacia la muerte, no dejes que cada atardecer se pierda sin sentido entre tus manos, porque hay tanto dolor, hay tanto que olvidar en esta tierra, y no nos queda tiempo. Vivamos este ahora sin presente. La luna se ha instalado en tu mirada, y tú, mi amor, estás aquí, completa, fascinante, eternamente tú. Y yo, desde este lado del abismo oscuro y sin fondo de mi almohada, te quiero desesperadamente, adoro cada uno de tus gestos, y sé que es un error, y sé que nos va a ir mal, y sé que no puedo evitar sentir todo este vendaval que me arde dentro.
Ya ves, mujer de espalda azul, mujer de ojos de mar y alma de escarcha, no soy ningún ingenuo. Esto no es más que otro fugaz amor de una noche de primavera. La luna pasará, los días pasarán. Tu historia pasará como pasan todas las cosas. La vida nos da oportunidades, pero todo da igual. Ya es más de media noche y ahora es primavera y me quiero morir y no me importa nada.
¿Sabes? Tal vez la vida no sea más que esto: contemplarte desnuda, mientras observas ese rayo de luz que nos separa.

ANGEL PASOS

EL DIA EN QUE DIOS NOS CASTIGÓ

 
 
 
Joan Barril Periodista 
  Es admirable la forma con la que hemos afrontado la dichosa crisis. Las responsabilidades remotas se han diluido en la historia y hemos dado por buena la versión por la que se entiende la crisis como una catástrofe natural. El crédito es una sequía y la morosidad hipotecaria o el incremento del paro son una inundación. Es una continuación del famoso «Dios te ha castigado». No han sido ni los hermanos Lehman ni el pícaro Madoff ni las agencias de rating que dan su pronóstico favorable a aquellos que mejor les pagan. En la teoría del dominó la alarma ha sido una espléndia coartada para que las grandes empresas y las administraciones. En este sentido, la figura económica del Dios castigador es así de cruel. Cuando se trata de compartir las dificultades globales, entonces las grandes corporaciones públicas o privadas se dejan resbalar por la pendiente de las restricciones. Por el contrario, cuando las cosas les van más o menos bien, el éxito económico se mantiene en secreto y acaba en un festival de primas, dividendos y exaltación de lo bien que les van las cosas. No solo eso: al menos cada año, incluso en tiempos de vacas flacas, la gran banca y lo que cuelga de ella, se lamenta de lo mal que les van las cosas, en el bien entendido que el mal continúa siendo un incremento de resultados notable. Lo venía a decir la semana pasada el nobel Joseph Stiglitz al afirmar que «un sistema que socializa las pérdidas y privatiza las ganancias está condenado a gestionar mal el riesgo».

Mientras tanto, hay que continuar echando responsabilidades al común de los mortales. No solo saciamos a la banca insaciable con nuestros impuestos, sino que la palabra crédito ha desaparecido del lenguaje bancario. Y los impuestos se nutren de economías menudas mientras a las grandes se las agasaja. Eso es lo que lleva a la indignación de la que ayer EL PERIÓDICO se hacía eco. Nos piden el sacrificio económico, pero nadie nos dice hasta cuándo ni para qué. ¿Se sacrificarán algún día por nosotros? ¿Les veremos la cara? ¿Nos fiaremos de ellos? ¿Cómo nos vamos a fiar si en las listas de las elecciones de mayo hay más imputados por corrupción que nunca?

viernes, 8 de abril de 2011

SEGURIDAD E HIGIENE PARA SOBREVIVIR A LA CRISIS



Desde hace algún tiempo, lo primero que hago al levantarme es calzarme los aparejos, un embudo en la garganta y unas orejeras en la jeta. El embudo me permite tragar toda la mierda que voy a ver, leer y escuchar durante el día sin que me deje mal sabor de boca, y las orejeras,mirar hacia adelante sin tener que sufrir los efectos colaterales de esta guerra socio económica, los parados, desahuciados o sintecho que duermen en el parque.
Estoy pensando también en cómprame unos dodotis para adultos, porque a menudo esta ingestión me produce unos retorcijones que no me dan tiempo a correr hacia el retrete más próximo y acabo cagándome garras abajo hasta en lo más santo.
Hoy mismo he probado unos cascos anti ruido que me aíslan de las quejas y los lamentos, filtran las malas noticias y las súplicas de los pedigüeños ambulantes, además emiten un infrasonido que disminuye la sensibilidad al dolor ajeno y nos tranquiliza la conciencia mientras tomamos unas tapitas en una terraza.
Pero lo que de verdad debo comprar urgentemente es un tapón de seguridad, porque estoy cansado de ir arrastrando el culo por las paredes, de no poder agacharme para besar a un niño o de ir apretando el muslamen como si tuviera diarrea, y es que tal y como se están poniendo las cosas, en cualquier momento el pirata de los botines o un bucanero  del FMI me aborda por la popa  y me deja el culo como un bebedero de patos, y eso si que no, porque lo que más me jode, y nunca mejor empleada la expresión, es hacer de puta y encima pagar el catre.

Juanmaromo

COSAS QUE NO SE PUEDEN RECORTAR

Najat El Hachmi Escriptora

En Un abuelo made in Spain, Paco Martínez Soria se sube por primera vez a un avión y cada vez que dan la señal de abrocharse el cinturón él va estrechándose el suyo hasta que ya no le quedan más agujeros y se queda al borde de la apnea. Afortunadamente para él, pasa una azafata y le dice que el cinturón del que hablan es el del avión y no el suyo. 

En estos días de estrecheces económicas, somos unos cuantos los que todavía no sabemos si el cinturón que vamos ajustando es el nuestro o el de la máquina donde nos hemos subido. Dicen que las dos cosas van ligadas, pero yo no acabo de verlo demasiado claro. Por si acaso y como provisión de fondo para los tiempos que empiezan y los que vendrán, me he confeccionado una lista de cosas imposibles de recortar.
Que sé que a determinados sectores de este país no les va servir de consuelo, pero es para no perder la esperanza. El mar, el sexo, el amor, los paisajes, las abuelas paseando por el Eixample, los torneos de petanca, bailar, bailar bajo la lluvia, tomar el sol, bailar bajo la lluvia desnudos después de tomar el sol, amar, sonreír, acariciar, sentir compasión por el sufrimiento del otro, hacer algo para que el sufrimiento del otro sea más soportable, descubrir nuevos caminos vitales, leer, las bibliotecas, los perros de los otros que vienen a buscarte para lamerte, tomar un café con un amigo (bien, esto vale más de un euro, pero siempre podemos hacerlo en casa). 
Son cosas que durante años habíamos despreciado llevados por la desazón angustiosa de tener cada vez más, de barrer las estanterías de los centros comerciales los sábados de tardes de escaleras mecánicas, de planificar vacaciones a crédito y competir para adquirir lo último de lo último antes que nadie. 
Qué tiempos más nebulosos aquellos. Ahora que la fiebre se ha calmado solo pediríamos tener lo mínimo necesario para cubrir necesidades básicas y hacer todas las cosas gratis con la intensidad que da saberlas temporales.

J. Fernández-Solà: "La Sensibilidad Química Múltiple es una enfermedad compleja, no se puede banalizar

 El doctor del Hospital Clínic de Barcelona asegura que cada vez hay más personas que sufren este trastorno


La Sensibilidad Química y Ambiental Múltiple (SQM) es una patología aún no reconocida, no está considerada oficialmente como enfermedad, aunque cada vez afecta a más personas. Además de la incomprensión del entorno familiar y laboral de la persona que la sufre también se encuentra con el escepticismo de algunos médicos. La SQM consiste en la pérdida progresiva de tolerancia a agentes químicos tan diversos y comunes como productos de limpieza, colonias, disolventes, ciertos alimentos,  medicamentos y radiaciones electromagnéticas. Para arrojar luz sobre esta cuestión se ha publicado recientemente el libro ‘Sensibilidad Química y Ambiental Múltiple. Sobrevivir en un entorno tóxico’ (Oxigen Viena Ediciones), escrito por los doctores Joaquim Fernández- Solà, médico consultor de Medicina Interna del Hospital Clínic de Barcelona, y Santiago Nogué, jefe de sección de la Unidad de Toxicología Clínica del Hospital Clínic. El doctor Fernández-Solà, profesor asociado de Medicina de la Universidad  de Barcelona y autor también de ‘Sobrevivir al cansancio’, nos da algunas claves para comprender mejor la SQM.
-Libros como el que han publicado sobre la SQM no hay muchos, ¿la poca documentación sobre esta patología es una de las grandes dificultades?
- Hay alguna aproximación con enfermedades relacionadas pero se trata la Sensibilidad Química y Ambiental de diferentes aspectos desde la toxicología. En este libro no estamos hablando de una intoxicación clásica sino de contactos crónico permanentes con sustancias que están en el ambiente.

-Por ejemplo…
-La contaminación ambiental clásica como pueden ser la de los hidrocarburos pero también en situaciones peculiares. En un ambiente laboral puede haber personas que trabajen con un disolvente que tiene una concentración de aquel producto al que repetidamente se están exponiendo e interaccionan con él. Entonces van haciendo respuestas persistentes irritativas, y al final acaban asociando otros síntomas asociados más crónicos como puede ser dolor de cabeza, desconcentración o insomnio.

-¿Cómo definiría la SQM?
-La Sensibilidad Química Múltiple es un trastorno, aún no tiene categoría de enfermedad. Se presentan múltiples síntomas ante la exposición habitualmente de productos tóxicos en el medio ambiente en personas sensibles. No todas las personas reaccionan igual ya que hay dos factores, el factor tóxico en el ambiente y el factor de sensibilidad personal.

- ¿Por qué no está considerada como enfermedad?
- La Organización Mundial de la Salud tiene un centro de diagnóstico de control de enfermedades en Atlanta que se encarga de estudiar todas las enfermedades y cuando hay fenómenos que son más globales los analiza en diferentes sitios. La evolución de la SQM es aún demasiado precoz. Hay comités internacionales y hasta el momento no ha habido un consenso científico suficiente como para que este trastorno tenga todas las características de llegar a aceptarla como enfermedad.

- ¿Por qué motivo?
- Hay muchos intereses en este campo. Todo el mundo entiende que esto es derivado del estilo de vida que tenemos. Por ejemplo, vamos en coche y consumimos y quemamos gasolina. En Barcelona, casi una tercera parte del tiempo estamos por encima de los límites que la Organización Mundial de la Salud no tolera como aceptables, incluso tenemos restricciones de velocidad para no contaminar. Esto probablemente no es fácil de cambiar.

-¿Y en el hogar?
- Si comparamos los productos químicos que tenemos en un domicilio normal a los que tenían nuestros padres, tenemos un auténtico laboratorio químico: disolventes, pinturas, quitaesmaltes, cosméticos, detergentes, neutralizantes, quitamanchas, insecticidas, ambientadores, pulverizadores… Supone un estilo de vida que comporta un modelo de sociedad que no va a cambiar probablemente en unos días.

- ¿Cómo se diagnostica esta patología?
- Cuando hay unos trastornos de este tipo se establecen grupos de trabajo internacionales que han propuesto criterios de diagnósticos de caso. Cuando estudias la SQM ves que no es de origen alérgico. Hay indicaciones, síntomas respiratorios o irritación de mucosas que empeoran en exposición a ambientes con estos productos volátiles químicos y mejoran cuando los evitas.

-¿Los síntomas son crónicos?
- Los síntomas tienen que ser crónicos, no sólo agudos, sino que duran más de tres meses en la misma persona. Por otra parte, no hay otras enfermedades que lo justifiquen. No es una persona que tenga un fenómeno alérgico al polen sino a una exposición a productos químicos. Y, en tercer lugar, tiene que ser dosis menores de las normales para no hablar de intoxicación.

-¿Cuántas personas estarían afectadas por la SQM?
- Cuando se ha intentado cuantificar no hay estudios extensos pero hay márgenes desde el uno por mil hasta el 5%. También se sabe que hasta un 15% de la población de manera puntual, no como enfermedad crónica, puede tener fenómenos. Tampoco todo el mundo tiene la misma intensidad. Hay casos leves, moderados, y algunos tan intensos que el paciente no puede ir a algunos ambientes sin aislamientos respiratorios.

- ¿Con la mayor presencia de las nuevas tecnologías y el uso por parte de la población de aparatos tecnológicos prevé que cada vez haya más casos?
- Sin duda. El factor ambiente está cambiando y está incidiendo exponencialmente el aumento de la carga química pero también el de la carga electromagnética. ¿Cuánto tiempo hace que tenemos wi-fi?  También cada vez tenemos un mayor número de circuitos eléctricos en el domicilio o líneas eléctricas de alta tensión cercanas a las viviendas. Además tenemos una menor protección en la capa atmosférica y nos llega una mayor radiación ambiental atmosférica. Todo esto aumenta la carga electromagnética que recibimos y este conjunto de cargas, la química y la electromagnética, se suman y podríamos hablar de otros tipos.

- ¿Qué otros tipos?
- La carga de tóxicos alimentarios que nosotros consumimos, tales como conservantes, colorantes, aditivos o desnaturalizantes. Es decir, la carga alimentaria, la química y la de ondas ambientales se suman y nosotros hablamos de dintel de carga tóxica.

- La SQM afecta más a las mujeres que a los hombres, ¿por qué motivo?
- Tenemos una incidencia ocho veces mayor en mujeres que en hombres. En general, es mucho más frecuente en las mujeres porque las hormonas femeninas, los estrógenos potencian la sensibilización.

- ¿Este trastorno está asociado a otras enfermedades?
- Un paciente que empiece con una percepción ambiental con más facilidad va a desarrollar también dolor crónico y fatiga crónica. Son enfermedades que van en acúmulos. Ya hay propuestas a nivel científico que todas estas enfermedades son un conjunto de ellas entre las cuales estarían otras tan curiosas como las migrañas, el colón irritable o el bruxismo (apretar los dientes durante el sueño). Esto se llama síndromes de sensibilización central.

- ¿A qué se debe?
- Hay una evidencia científica de que todas estas enfermedades tienen un común que sería esencialmente neurológico, no siquiátrico. Éste es otro punto importante porque se han confundido o se han querido confundir estas enfermedades con un origen psiquiátrico. No es una fobia a los productos químicos. Estos pacientes no tienen trastornos psicopatológicos sino que son pacientes normales que su enfermedad les provoca a largo plazo no poder llevar una vida normal.

- Al no ser una enfermedad reconocida, ¿provoca también incomprensión en el paciente?
- Sin duda. Genera incomprensión para el propio paciente y también en su entorno familiar, laboral y médico. No hay una atención regularizada. El paciente no sabe dónde tiene que ir porque su médico de cabecera no puede asumir esta enfermedad y no hay centros especializados reconocidos en el sistema público de atención.

- ¿La SQM puede hacer peligrar la vida del paciente?
- No es una enfermedad que comporte un riesgo vital. Si comporta muchos casos de demandas de atención urgentes. Lo que sí es cierto es que hemos tenido algún caso de suicidio debido a la dificultad de afrontamiento de la enfermedad.

- ¿Qué consejos daría a los pacientes que sufren esta patología?
- En primer lugar que sepa que esto existe. Que analice los productos tóxicos que tiene en su entorno y haga una especie de diario a los que tiene contacto. Nosotros también tenemos un cuestionario de sensibilidad ambiental, que se está validando ahora en España pero ya se utiliza a nivel internacional.

-¿Y en el día a día qué recomendaciones haría?
- Por ejemplo, utilizar cosméticos de línea natural, derivados de aloe vera, aceite natural. O cuando se pone la lavadora en vez de utilizar un detergente aromatizante convencional usar bolas ecológicas. Llevar una dieta evitando las sutancias que tienen más aditivos colorantes. Es obvio que esto es mucho más caro y también es más difícil encontrar estos productos.

- ¿En Catalunya cuántos pacientes pueden sufrir la SQM?
- Empezamos hace unos diez años atendiendo de forma global a estos pacientes y llegamos a tener unos 1.000 pacientes. Probablemente ahora en su conjunto son unos 2.000 pero no hay un centro específico.  Ahora tenemos menos facilidades que antes.  Por ejemplo, en Bellvitge había un centro de Sensibilidad Química que dejó de atender. Tampoco se han creado programas específicos. En estos momentos no hay una oferta médica pública concreta donde dirigir al paciente. Lo que sí han aflorado muchos centros privados que están haciendo esta atención.

- A pesar de que los casos van aumentando la oferta médica no es suficiente….
- Esto es exponencial. También hay muchos casos no diagnosticados y de diferente intensidad. Hay casos leves que simplemente con una consulta médica concreta identificando los agentes y disminuyendo la exposición puede ser suficiente. En otros casos tienes que hacer una intervención laboral y en otros incluso una solicitud de invalidez. Lo que sí es cierto es que hay afrontarlo a nivel médico con un programa de atención específico, como enfermedad compleja no se puede banalizar. Cuantos antes la afrontemos antes la solucionaremos.

- Vamos, que tenemos que tener muy en cuenta la SQM…
- Yo pongo el ejemplo del tabaco. Nosotros empezamos a entrar en contacto con el tabaco en el siglo XV cuando lo trajeron de América y hemos tardado 500 años en reconocer que era el tóxico más importante para la salud de las personas. Y ahora estamos haciendo campañas carísimas para evitarlo. Espero que con la SQM no tardemos tantos años en reconocerla porque ya están apareciendo las enfermedades derivadas y ya las podemos reconocer a nivel médico. Sin duda, lo que tenemos que hacer es prevención, a nivel personal, laboral y también social.

jueves, 7 de abril de 2011

"Decir 'la felicidad según Confucio' es una gilipollez"

 

François Jullien, filósofo sinólogo


 Foto: Àlex Garcia
No tan universales
Sudo tinta china para transformar el francés, inglés, conceptos del griego y mandarín (gracias a Jiajia y a Google) del sabio Jullien en este modesto diálogo. Espero que disfruten trabajándoselo y será culpa mía si se quedan a medias. Más allá de China, el sabio Jullien nos descubre que los viajes de verdad, los que enseñan, no se hacen sólo con el cuerpo, sino a través de nuestra mente y la de quienes comparten planeta con nosotros: decir que en China no hay democracia o libertad es radicalmente cierto, porque, aunque los chinos tengan los mismos derechos que nosotros, si pueden hablar de ellos es porque, literalmente, se los hemos prestado. Y aun así, al decirlos, dicen otra cosa.
¿Por qué se fue a vivir a China?
Porque me interesaba Europa. Y quería deconstruir la filosofía occidental desde fuera y eso sólo era posible en una lengua que no fuera indoeuropea.

Podría haberse ido a América...
Entonces habría dejado la Europa geográfica, pero seguiría dentro del pensamiento occidental, que es prisionero del lenguaje.

...O podría haberse ido a África.
Habría salido de las lenguas indoeuropeas, pero no de la historia europea, porque la colonización occidental extendió nuestra cultura a todos los países árabes y africanos. Así que sólo me quedaba China.

¿Y qué aprendió allí?
Llegué en la revolución cultural y viví allí dos años para aprender chino; después fui a Japón y aprendí japonés, y luego a Congo, donde aprendí lenguas africanas otros tres años: siempre en mi estrategia filosófica de deconstruir nuestra filosofía: no desde dentro, como hemos hecho durante el último medio siglo, sino desde fuera.

¿Qué podemos aprender de sus viajes?
Para empezar a aprender deberíamos desaprender antes. Por ejemplo, se vende ahora mucho un librito en Francia: La felicidad según Confucio.

¿Y...?
Decir “la felicidad según Confucio” es una gilipollez, porque la felicidad es un concepto únicamente griego, clásico, occidental. En chino simplemente no existe. La felicidad de ese librito es una etiqueta banal para una sopilla de tonterías autoindulgentes.

Es que Oriente vende mucho.
Ese exotismo es sólo marketing. Y más aún la supuesta oposición Occidente-Oriente: China no tiene ningún interés en ser nuestro opuesto. No es diferente; es indiferente. Tampoco los chinos son espirituales, holísticos y colectivistas. En realidad, son más bien individualistas y materialistas a su modo.

¿Los chinos no pueden ser felices?
No a nuestra manera, lo cual no les preocupa en absoluto. Tampoco en el pensamiento chino existen los conceptos de libertad, verdad –que es el eje de nuestra historia de la filosofía–, Dios o incluso el ser.

Pero los utilizan.
Sí y es una pena y culpa de la desdichada mundialización: saben usar nuestras categorías, pero les dan un contenido propio.

Por ejemplo...
Por ejemplo, Dios: el pensamiento chino no ha llegado al concepto de Dios jamás.

Pero saben qué es Dios.
Les interesa muy poco. Tras conocerlo de nosotros, lo aparcaron como algo inútil, y marginal. Por eso, para traducir religión, en realidad el traductor utiliza el signo enseñanzas ancestrales de los antepasados.

Eso era nuestra propia religión.
Y nuestras traducciones del chino son aún más superficiales. Piense en, por ejemplo, belleza y por tanto lo bello...

Un concepto seminal para los griegos.
Pues no existe en chino. Tienen lo floreciente o lo superior, pero no hay un concepto de belleza hegemónico, como en nuestra cultura, donde es categoría esencial.

¿Pero cómo puede vivir y evolucionar una sociedad sin el concepto verdad?
Estupendamente. Y saber que los chinos no la tenían me ayudó a entender qué es verdad para nosotros. Los chinos en cambio tienen sabiduría. Así que su filosofía no es la historia de la búsqueda de la verdad, como la nuestra, sino que, en todo caso, es una historia de los sabios: algo muy diferente.

¿Pero ellos saben de qué hablamos cuando hablamos de la verdad?
Mejor que nosotros sabemos de qué hablan cuando hablan de la sabiduría. Los chinos nos leen a nosotros muchísimo mejor que nosotros a ellos, pero, además, sin renunciar a su propia visión del mundo.

¿Eso les da ventaja?
Sí, porque tienen dos registros: el nuestro y el suyo, y juegan con esas dos barajas el gran juego de la geoestrategia económica. Y ya nos pisan los talones. Conocen nuestra estrategia colonialista e imperialista, pero no les interesa. Saben que esa aventura militar y civilizatoria es costosa y efímera. Prefieren su estrategia: más oblicua; más discreta; más condicionante y que nosotros no sabemos desvelar.

Concrete o empezaré a asustarme.
La ciencia y la tecnología se pueden aprender desde fuera y ellos lo hacen y bien con nuestra lógica del método científico.

Está claro.
Pero después convierten esos avances en poder a partir de su propia cultura: menos literal, más difusa, más de matices. Los chinos no ganan derrotando al oponente, sino creando condiciones para prevalecer.

¿Cómo?
En Occidente entendemos el triunfo como afirmación: tengo más fuerza y te la impongo. En China, en cambio, la ventaja es –o no es– resultado del balance de contrastes. Nosotros caemos en la ilusión de una victoria efímera; ellos buscan la ventaja que confiere el decantar los hechos con el tiempo.

Pero la libertad es o, en China, no es...
Es que el concepto libertad no existe en su cultura: analicemos el eslogan de la Expo de Shanghai: “Mejor ciudad, mejor vida”.

Parece irreprochable.
¿Lo ve? ¡No sabemos leerlos! Dice ciudad, pero no ciudadanos; dice vida, pero no progreso. En realidad ese eslogan es un manifiesto antidemocrático, una máquina de guerra filosófica antioccidental.
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miércoles, 6 de abril de 2011

POSTRADO ANTE TU CUERPO


 
Aquí estoy, postrado ante tu cuerpo
             que llena por completo la cuartilla
  la pared y la estancia y la memoria,
que me eclipsa, me aplasta y me vacía.

Quiero escribir pero tu piel me ciega,
tu piel arrebolada y encendida
que me envuelve como una madreselva
y que clava sus tallos en la mía.

Y solo veo la fruta de tus pechos,
la mórbida textura de tu grupa,
tu vientre salpicado de amapolas,
tus muslos que se ofrecen de montura.

y presiento el perfume de tu pulpa
y todo yo se retuerce y se encabrita,
mis labios se cuartean sin tus labios
y se mueren de sed sin tu ambrosia.

Aquí estoy deseando cabalgarte
 sin bridas, sin bocado, sin espuelas
y morderte las crines y azuzarte
al galope por un jardin de estrellas.

 Juanmaromo






martes, 5 de abril de 2011

APÓLOGO




Brahma se mecía satisfecho sobre el cáliz de una gigantesca flor de loto que flotaba sobre el haz de las aguas sin nombre.
La Maija fecunda y luminosa envolvía sus cuatro cabezas como con un velo dorado.
El éter encendido palpitaba en torno a las magníficas creaciones, misterioso producto del consorcio de las dos potencias místicas.
Brahma había deseado el cielo, y el cielo salió del abismo del caos con sus siete círculos y semejante a una espiral inmensa.
Había deseado mundos que girasen en torno a su frente, y los mundos comenzaron a voltear en el vacío como una ronda de llamas.
Había deseado espíritus que le glorificasen, y los espíritus, como una savia divina y vivificadora, comenzaron a circular en el seno de los principios elementales.
Unos chispearon con el fuego, otros giraron con el aire, exhalaron suspiros en el agua o estremecieron la tierra, internándose en sus profundas simas.
Visnú, la potencia conservadora dilatándose alrededor de todo lo creado, lo envolvió en su ser como si lo cubriese con un inmenso fanal.
Siva, el genio destructor, se mordía los codos de rabia. El lance no era para menos.
Había visto los elefantes que sostienen los ocho círculos del cielo, y al intentar meterles el diente, se encontró con que eran de diamante; lo que dice sobrado cuán duros estaban de roer.
Probó descomponer el principio de los elementos y los halló con una fuerza reproductora tan activa y espontánea que juzgó más fácil encontrar el último punto de la línea de circunferencia.
De los espíritus no hay para qué decir que, en su calidad de esencia pura, burlaron completamente sus esfuerzos destructores.
En tal punto la creación y en esta actitud los genios que la presiden, Brahma, satisfecho de su obra, pidió de beber a grandes voces.
Diéronle lo que había pedido, bebió, y no debió de ser agua, porque los vapores, subiéndosele a la cabeza, le trastornaron por completo.
En este estado de embriaguez deseó alguna cosa muy extravagante, muy ridícula, muy pequeña; algo que formara contraste con todo lo magnífico y lo grandioso que había creado: y fue la humanidad.
Siva se restregó las manos de gusto al contemplarla.
Visnú frunció el ceño al ver encomendada a su custodia una cosa tan frágil.
Los hombres, en tanto, andaban mustios y sombríos por el mundo, ocultándose avergonzados los unos de los otros, cerrando los ojos para no ver a su alrededor tanto grande y eterno, y no compararlo involuntariamente con su pequeñez y su miseria.
Porque los hombres tenían la conciencia exacta de sí mismos.
¿Queréis acabar de una vez con vuestros males? -les dijo Siva-. ¿Queréis morir?
-¡Sí, sí! -exclamaron en tumulto-. ¿Para qué queremos este soplo de existencia?
-Yo soy un estúpido, lo sé, y me avergüenzo de mi barbarie -decía uno.
-Yo soy deforme -añadía el otro-, y me entristece el espectáculo de mi ridiculez.
-Y tenemos estas y estas fallas y aquellas y las otras miserias -proseguían diciendo los demás, enumerando el cúmulo de males y defectos de que entonces, como ahora, se hallaban plagados los hombres.
-Es cosa hecha -dijo Siva, viendo la decisión de la humanidad entera.
Y levantó la mano para destruirla; pero en aquel instante se interpuso Visnú. -Esperad un día -exclamó, dirigiéndose a los hombres-, un día no más. Voy a daros de beber un elixir misterioso. Si mañana después de haberlo bebido queréis morir, que vuestra voluntad se cumpla.
Los hombres aceptaron, y Siva dejó su presa refunfuñando entre dientes, porque conocía el ingenio y la travesura de su competidor. Visnú que efectivamente era hombre, digo mal, era dios de grandes recursos en las ocasiones críticas, se las compuso de manera que a las pocas horas tenía ya hecho y embotellado su elixir en tal cantidad que tocó a frasco por barba.
Pasó la noche, durante la cual los hombres no hicieron otra cosa que sorber por la nariz aquella especie de éter mágico; y cuando tornó a brillar la luz, vino Siva de nuevo a renovar sus proposiciones de muerte.
Los hombres, al oírle, comenzaron por maravillarse y acabaron por reírsele en las barbas.
-¡Morir nosotros -exclamaron-, cuando un porvenir inmenso se abre ante nuestra vista!
Yo -decía el uno- voy a conmover el mundo con la fuerza de mi brazo.
-Yo voy a hacer mi nombre inmortal en la tierra.
-Yo, a avasallar los corazones con el encanto de mi hermosura.
-Y así, todos iban repitiendo;
-¡Morir yo, que siento arder en mi frente la llama del genio; yo, que soy fuerte; yo, que soy hermoso, yo, que seré inmortal!
Siva no daba crédito a sus ojos, y unas veces le daban ganas de rabiar y otras de reír a carcajada tendida ante el espectáculo de tan ridícula transformación. En aquel momento pasaba Visnú a su lado, y el genio destructor no pudo menos de dirigirle estas palabras:
-¿Qué diantre les has dado a estos imbéciles, que ayer estaban todos mustios, cabizbajos y llenos de la conciencia de su pequeñez, y hoy andan con la frente erguida, burlándose los unos de los otros, creyéndose cada uno cual un dios?
Visnú, con mucha sorna, y dándole un golpecito en un hombro, se inclinó al oído de Siva y le dijo en voz muy baja:
-Les he dado el amor propio.

G.A. Becquer.