Vivimos en una sociedad cuadriculada en la que todo tiene su lugar y donde todo está controlado, vivimos en una matriz.
En los últimos cincuenta años, la humanidad ha ido concentrándose en inmensas ciudades en donde la libertad y la convivencia son puras entelequias, calles atestadas de vehículos, viandantes como zombis que deambulan por las aceras o se sumergen en las cavernas del suburbano como buscando una nueva vida... ¿y los niños? ¿donde están los niños?.
Los parques restan mudos, ocupados por personas sin techo que los utilizan como vivienda, algunos parecen estercoleros con los suelos sembrados de jeringuillas, donde antaño se escuchaban los gritos de los pequeños solo se oyen el ruido de los coches o los lamentos de los pedigüeños, el vergel se ha tornado erial.
Nuestros hijos pasan las horas encerrados en las aulas, luego en actividades extraescolares y cuando llegan a casa, a hacer los deberes y a cenar viendo la tele o jugando con la video consola, pero jugar, jugar hace años que ya no juegan.
Durante mi infancia no existía la televisión, después de la merienda, salíamos a la calle y jugábamos a indios y vaqueros, a policías y a ladrones o simplemente nos pegábamos a lomo caliente, luego a darle patadas al balón o a invadir las obras de las casas en construcción; nosotros éramos los protagonistas y directores de nuestra película y entre todos escribíamos el guión.
Cuando llovía, o hacia mucho frio, nos reuníamos en casa de los amigos a contarnos nuestras "aventis" o a jugar a lo primero que se nos ocurría, pero poco a poco, los "compis" empezaron a desaparecer. En el colegio todo el mundo hablaba de aquel maravilloso artilugio que permitía ver cine sin ir al cine, o ir al circo sin salir de casa, los que aun no teníamos aquella Caja de Pandora, nos moríamos de envidia e íbamos a adorarla a casa de algún vecino privilegiado, pero con el tiempo, todo el mundo tuvo su caja tonta y ya solo nos veíamos en el colegio, los "planes de desarrollo" enpezaban a fomentar el consumismo, los plazos y el "sea Ud propietario", era el principio de una nueva era.
En aquellos años jugábamos sin miedo, raro era el día en que algún amigo no se descalabrara, brazos y piernas escayoladas, cabezas vendadas y ojos a la funerala estaban a la orden del día, y a nadie se le ocurría poner una demanda a un vecino porque este le había sacudido, todo quedaba en familia y los trapos ensangrentados se lavaban en casa. Hoy, todo está judicializado, vivimos en una sociedad donde te pueden demandar por la causa más pintoresca y hay que estar protegidos contra todo y contra todos. Pagamos seguros de responsabilidad civil, seguros de hogar, alarmas antirrobo e incluso servicios de seguridad privados, nos hemos creado una prisión sin puertas porque no sabemos a dónde escapar, un purgatorio donde ya no hay vecinos, donde los amigos se han convertido en simples compañeros y estos a su vez en rivales.
En esta colmena, cada uno tiene su celda, las reinas se atiborran de jalea, los zánganos viven como reyes, y las obreras trabajan de día y de noche para que no falta la miel en los panales mientras aquellos que ya no son de utilidad, son arrinconados o expulsados a submundos donde languidecen hasta desaparecer.
Vivimos presos de nuestra propia seguridad, esclavos de nuestros miedos y siervos de nuestras posesiones, ya no gozamos lo que tenemos, solo tememos perderlo. Hemos forjado cadenas de oro, jaulas con preciosas vistas y habitaciones del pánico en nuestras almas, pero un día nos despertaremos llorando y preguntándonos amárgamente como Sabina "Pero, ¿quien me ha robado el mes de Abril?.
JUANMAROMO