El dinero, como cualquier materia de intercambio tiene un valor y tiene un precio. Definiremos como valor, lo que recibimos a cambio por unidad, y como precio, el coste de cada una de ellas.
Últimamente, los medios nos bombardean con la noticia de que baja el precio del dinero, ¡nada más lejos de la verdad! No voy a entrar en este artículo en disquisiciones económicas, voy a centrar mi atención en el coste real de cada Euro que nos embolsamos.
Recuero cuando mi hija era más joven y teníamos alguna controversia por el dinero, solía repetir enfáticamente, ¡Pero si sólo es dinero!, yo me sentaba a su lado y le explicaba que dinero significaba horas de trabajo, retazos de tu vida que podías dedicar a algo más grato, y que por lo tanto, esas pesetas que había malgastado, eran trozos de vida tirados por la borda.
Con el paso del tiempo he ido entendiendo que el precio del dinero no solo se cotiza en horas de trabajo, pagamos cada Euro que recibimos, no solo con tiempo, muchas veces vendemos nuestra dignidad, nuestra autoestima y nuestra salud a cambio de treinta monedas.
Para un joven soltero e independiente, cada hora de trabajo le supone renunciar a la diversión, al deporte o a la cultura, pero para una madre de familia, cada minuto significa una renuncia al cuidado de sus hijos, una preocupación por su estado y una sobrecarga emocional que tarde o temprano repercutirá en su salud.
Un trabajo agradable y con buen ambiente, aunque sea duro y complejo, puede reportar un plus de satisfacción y autoestima, sobre todo si ese esfuerzo se destina al cuidado de las personas, a la consecución de logros beneficiosos para toda la sociedad, por lo tanto estos trabajos ya llevan inherentes un plus que está muy por encima del concepto económico.
Otras veces por el contrario, estamos inmersos en un trabajo que nos agobia, rodeados de un equipo hostil y dirigidos por unos jefes ineptos y dictatoriales, el precio que estamos pagando es muy superior al valor que luego vamos recibir por el.
Por último están esos individuos dispuestos a dar lo que sea a cambio de cantidades ingentes de dinero, estos personajes decididos a robar, explotar o matar, que no dudan en arruinar países enteros o a organizar guerras y hambrunas con tal de beneficiarse económicamente. Son los póliticos, financieros y mafiosos que nos han llevado a la situación actual. ¿En qué moneda pagan estos plutócratas el oro que se embolsan?.
Podría decir que pagan con su dignidad, con su honra, con su vida, pero me temo que eso no me sirve, cuando se llega a ese estadio, ya se ha perdido todo por el camino, quizás, como Fausto, vendieron su alma al diablo y tarde o temprano éste les cobrará con usura. Ese es al menos el consuelo que nos queda a todos aquellos que no estamos dispuestos a pagar por el dinero más de lo que realmente vale.