Toda mi vida fui un bala perdida, sin
creencias, sin ideales. Lo único que me importaba era beber, fornicar y
conducir buenos coches. Obtenía dinero por todos los medios a mi alcance.
Chuleé prostitutas, fui gigoló de maduras acaudaladas, robaba y estafaba;
cualquier cosa menos trabajar. El trabajo me daba nauseas, no quería
esclavizarme a un horario por cuatro duros y menos que nadie se enriqueciera a
mi costa, como nunca tuve constancia para el estudio llegué a la mayoría de
edad sin oficio ni beneficio.
Me cegaba el póker, pasaba las
noches jugando, apostando mi presente y mi futuro solo por el vértigo del
riesgo, tan pronto ganaba fortunas, como me endeudaba hasta las
cejas. Recorrí todos los casinos hasta perder lo último que me
quedaba. Una noche en la que estaba al borde del suicidio se me acercó un
desconocido y me propuso un trabajo…
Me sumergí en el mundo de las drogas,
empecé vendiendo “maria” a los amigos, pero la coca era mucho más rentable y
acabé distribuyendo nieve, dinero fácil y abundante. Generoso con la policía, y
discreto en mi trabajo, no tuve grandes problemas, hasta el punto que esa vida
se me antojó monótona. Comencé a maquinar un plan para dar un buen golpe y
retirarme al Brasil . Siempre me atrajo el riesgo, y este era por una buena
causa. Fui ganándome la confianza de mis superiores, hasta conseguir acercarme
a la cumbre, allí conocí a políticos, banqueros y altas jerarquías
que controlaban el tráfico de estupefacientes.
Durante meses fui un sicario obediente,
acataba órdenes sin rechistar y mi eficacia les hizo encomendarme misiones cada
vez más importantes. Pronto llegó mi oportunidad, debía recoger un cargamento
de cocaína recién llegada de Colombia para entregarla en el laboratorio, era de
una gran pureza, y el precio en el mercado resultaba exorbitante. Alquilé una
camioneta con documentación falsa y cargué el alijo, viajé durante toda la
noche y escondí la mercancía en el pajar de un pueblo abandonado,
muy lejos de la carretera. Previamente había negociado con unos
amigos rusos, muy interesados en comprar la mercancía a mitad del precio.
Tenía en el bolsillo el billete de avión hacia Rio y un pasaporte falso, de
modo que era imposible que nadie me localizara.
Al amanecer recibí una llamada al móvil
de prepago que había comprado días antes en un bazar, y quedamos de acuerdo en
que la entrega seria a la noche siguiente, la transferencia certificada a
un banco Brasileño comprobada desde mi portátil ,me permitiría salir del país
con tan solo el bolso de cabina. Así que decidí descansar durante el día para
estar en forma. Como no tenia con que entretenerme, decidí esnifar una rayita
para pasar el tiempo, siempre había ido con cuidado de no caer en sus garras,
aunque como buen amante del riesgo, me encantaba caminar por la cuerda floja.
Era realmente pura, a los pocos
instantes de haberla absorbido, noté el subidón, me sentí eufórico, era un
vencedor, por fin había ganado la partida.De repente escuché un chirriar de
neumáticos, cuatro todo terreno acordonaron la casona y un ejército de
pistoleros salió metralleta en mano, dos de ellos entraron al pajar y
sacaron la furgoneta, supe que estaba perdido. Alguien arrojó una lata de gasolina
ardiendo por una ventana y en unos segundos aquello se convirtió en el
infierno, no tenia escapatoria.
De repente sentí un frio glaciar, todos
mis pelos se erizaron y los ojos parecían salirse de las órbitas. Allí estaba
él, alto, imponente, el mismo personaje que me ofreció mi primer “trabajo”.
–Sabes que estás perdido me
dijo,- podría dejarte morir, pero al igual que a ti, también me
seduce el riesgo, si firmas este contrato, me venderás tu alma, pero ¿Qué
tienes que perder?, tu ganas tiempo, y yo me divertiré contigo durante unos
años,- ¡Hagan juego señores!
Me tendió un pergamino y una pluma,
cuando nuestras miradas se cruzaron, sentí la muerte recorrerme de pies a
cabeza, jamás había sentido una sensación tan horripilante. Con mano temblorosa
firmé el contrato. Una carcajada siniestra atronó mi cerebro, a pesar de las
llamas que me rodeaban, un frio infernal fue penetrándome hasta que perdí la
consciencia.
Me desperté en una habitación
desconocida, una hermosa mujer se arrebujó junto a mí y rodeándome entre sus
brazos me susurró - Parece que has tenido una pesadilla- y me besó
dulcemente, al momento dos preciosas muñequitas saltaron sobre mí comiéndome a
besos.
-¡ Papaaá, hace un día precioso, vamos a
jugar al jardín!-
Cerré los ojos por un momento y escuché
la voz de Satanás - Ha empezado el juego… ¡ Primer asalto!. Por primera
vez vas a conocer el amor, cuando ames a esa mujer y a esas niñas más que a tu
vida, te las arrebataré de un golpe, aunque no te diré como ni cuando… y eso
solo es el principio, te aseguro que vamos a jugar fuerte, muy fuerte. Vamos a
jugar por toda la eternidad.