Todos aquellos que bordeamos los 65, pertenecemos a una generación a la que le tocó romper los corsés que amordazaban nuestra libertad desde tiempos inmemoriales.
Durante siglos, y especialmente en España, La Iglesia Católica ejerció un poder omnímodo sobre la sociedad, incluso los que habían luchado contra ella aceptaban de mejor o peor grado sus costumbre y consignas. El sexo era tan solo el medio de reproducirse, el matrimonio canónico era la única forma de convivencia en pareja, la mujer era motivo de pecado y como tal debía ir recatada mostrando su epidermis lo menos posible.
Los horarios eran rígidos, las 10 de la noche era la hora bruja, la mujer que no estaba en su casa recibía las iras y el castigo de sus padres aunque con los hijos eran mucho más permisivos. La autoridad paterna era incuestionable, una simple mirada bastaba para poner a cada uno en su lugar y las órdenes se cumplían a rajatabla.
Las normas eran inapelables, la apariencia y el "qué dirán" marcaban la vida diaria en una sociedad dominada por el miedo y la hipocresía. En España, la dictadura hacía imposible cualquier tipo se movimiento intelectual o social que no comulgara ruedas de molino, la policía podía dispersar un grupo de más de cinco personas sin dar explicaciones, y una vez conseguido el permiso para una reunión, un agente o censor velaba porque se respetara la ilegalidad vigente.La vida laboral era un reflejo de la vida social, el empresario tenía todos los derechos y los trabajadores, las obligaciones, el "sindicato vertical" velaba para atajar cualquier conato de huelga o sedición por parte de un proletariado vencido y desarmado. Pero en un momento indeterminado, al principio de los 60, algo removió las entrañas del sistema.
Un grupo de melenudos berreando obscenidades en inglés empezó a sonar por las emisoras de radio y un ritmo casquivano hasta entonces escondido en los antros, el Rock&roll se apoderó de las salas de baile desplazando al pasodoble o al bolero. Los pastores de la iglesia intuyeron el peligro, y las parroquias se cubrieron de pasquines tildando a Los Beatles como el nuevo anticristo.Los adolescentes, endemoniados por esos ritmos satánicos, se dejaban melenas, vestían pantalones acampanados, chaquetas de cuero con clavos y botas negras y puntiagudas, y lo que era peor, osaban cuestionar las órdenes de sus padres. La chicas empezaron a calzar pantalones y unas faldas por encima de las rodillas que además marcaban sus curvas de una manera pecadora y lasciva. Las parejas se besaban por la calle e incluso los más pervertidos, vivian juntos sin pasar por la vicaria.
La revolución había empezado, pero esto era solo el principio.
Durante siglos, y especialmente en España, La Iglesia Católica ejerció un poder omnímodo sobre la sociedad, incluso los que habían luchado contra ella aceptaban de mejor o peor grado sus costumbre y consignas. El sexo era tan solo el medio de reproducirse, el matrimonio canónico era la única forma de convivencia en pareja, la mujer era motivo de pecado y como tal debía ir recatada mostrando su epidermis lo menos posible.
Los horarios eran rígidos, las 10 de la noche era la hora bruja, la mujer que no estaba en su casa recibía las iras y el castigo de sus padres aunque con los hijos eran mucho más permisivos. La autoridad paterna era incuestionable, una simple mirada bastaba para poner a cada uno en su lugar y las órdenes se cumplían a rajatabla.
Las normas eran inapelables, la apariencia y el "qué dirán" marcaban la vida diaria en una sociedad dominada por el miedo y la hipocresía. En España, la dictadura hacía imposible cualquier tipo se movimiento intelectual o social que no comulgara ruedas de molino, la policía podía dispersar un grupo de más de cinco personas sin dar explicaciones, y una vez conseguido el permiso para una reunión, un agente o censor velaba porque se respetara la ilegalidad vigente.La vida laboral era un reflejo de la vida social, el empresario tenía todos los derechos y los trabajadores, las obligaciones, el "sindicato vertical" velaba para atajar cualquier conato de huelga o sedición por parte de un proletariado vencido y desarmado. Pero en un momento indeterminado, al principio de los 60, algo removió las entrañas del sistema.
Un grupo de melenudos berreando obscenidades en inglés empezó a sonar por las emisoras de radio y un ritmo casquivano hasta entonces escondido en los antros, el Rock&roll se apoderó de las salas de baile desplazando al pasodoble o al bolero. Los pastores de la iglesia intuyeron el peligro, y las parroquias se cubrieron de pasquines tildando a Los Beatles como el nuevo anticristo.Los adolescentes, endemoniados por esos ritmos satánicos, se dejaban melenas, vestían pantalones acampanados, chaquetas de cuero con clavos y botas negras y puntiagudas, y lo que era peor, osaban cuestionar las órdenes de sus padres. La chicas empezaron a calzar pantalones y unas faldas por encima de las rodillas que además marcaban sus curvas de una manera pecadora y lasciva. Las parejas se besaban por la calle e incluso los más pervertidos, vivian juntos sin pasar por la vicaria.
La revolución había empezado, pero esto era solo el principio.
Había nacido la ola YEYE, jóvenes rebeldes que disfrutaban rompiendo los tabúes de sus padres, creando una nueva música y una nueva forma de ver el sexo, pero todavía no existía un compromiso político o social. Con el Opus en el poder, España entró en el desarrollismo, la autarquía quedó atrás y el consumismo empezó a enseñar las orejas.
Los jóvenes eran un mercado a explotar y se montaron las primeras discotecas, las discográficas buscaban nuevos talentos, y el mercado del disco empezaba a ser apetecible, uno de los sueños de cualquier chaval era tocar en un grupo. Durante estos años se formaron miles de "conjuntos" que se creaban y desaparecían en cuestión de meses, pero que insuflaban un aire nuevo a una sociedad casposa y enquistada.
La mujer comienza a incorporarse al mercado de trabajo, no ya como cocinera o dependienta, si no aportando titulaciones y preparación como para optar a puestos de responsabilidad y los movimientos feministas empiezan a tomar cuerpo en todo el mundo.
Con los Beatles ya digeridos por el sistema, había que crear un nuevo paradigma contestatario, y aparece el grupo más longevo de la historia Los Rolling Stones.
Si los Beatles eran rebeldes, los Rolling eran rompedores. Camisas de flores, melenas aparentemente desgreñadas y movimientos "obscenos" en el escenario. Una música mezcla de rock y blues que arrasaba en el escenario, la juventud se dividió en dos bandos, los fans de los Beatles y los de los Stones, aunque a la mayoría nos gustaba los dos.
La venta a plazos se extendió a todos los niveles y la entrada masiva de turismo, nos enseñó que había otro mundo y otras costumbres más allá de los Pirineos. Con una censura férrea y cerril, los viajes a Perpignan se convirtieron en un rito para los amantes del cine de Bergman, Fellini o .Bertolucci, las nuevas ideologías empezaban a revitalizar a la juventud. El partido comunista y el sindicato CCOO en la clandestinidad, emprendian su lucha titánica contra el sistema. Lo que empezó como una moda estaba mutando en una revolución, pero lo peor estaba por llegar.
Los jóvenes eran un mercado a explotar y se montaron las primeras discotecas, las discográficas buscaban nuevos talentos, y el mercado del disco empezaba a ser apetecible, uno de los sueños de cualquier chaval era tocar en un grupo. Durante estos años se formaron miles de "conjuntos" que se creaban y desaparecían en cuestión de meses, pero que insuflaban un aire nuevo a una sociedad casposa y enquistada.
La mujer comienza a incorporarse al mercado de trabajo, no ya como cocinera o dependienta, si no aportando titulaciones y preparación como para optar a puestos de responsabilidad y los movimientos feministas empiezan a tomar cuerpo en todo el mundo.
Con los Beatles ya digeridos por el sistema, había que crear un nuevo paradigma contestatario, y aparece el grupo más longevo de la historia Los Rolling Stones.
Si los Beatles eran rebeldes, los Rolling eran rompedores. Camisas de flores, melenas aparentemente desgreñadas y movimientos "obscenos" en el escenario. Una música mezcla de rock y blues que arrasaba en el escenario, la juventud se dividió en dos bandos, los fans de los Beatles y los de los Stones, aunque a la mayoría nos gustaba los dos.
La venta a plazos se extendió a todos los niveles y la entrada masiva de turismo, nos enseñó que había otro mundo y otras costumbres más allá de los Pirineos. Con una censura férrea y cerril, los viajes a Perpignan se convirtieron en un rito para los amantes del cine de Bergman, Fellini o .Bertolucci, las nuevas ideologías empezaban a revitalizar a la juventud. El partido comunista y el sindicato CCOO en la clandestinidad, emprendian su lucha titánica contra el sistema. Lo que empezó como una moda estaba mutando en una revolución, pero lo peor estaba por llegar.
La guerra de Vietnam estaba en su apogeo, los bombardeos masivos, la quema intensiva de cultivos y las miles de bajas estadounidenses generaron un estado de opinión en contra de la intervención en indochina que se extendió por el mundo como un reguero de pólvora.
Millones de jóvenes, la mayoría estudiantes se movilizaron en manifestaciones gigantescas, la cultura contestataria encabezada por Marcuse o Cohn -Bendit florecía en el corazón de los jóvenes, que descubrían en Sartre o Camus la cultura existencialista y las ideas de la nueva izquierda. El eurocomunismo, ganaba adeptos y los sindicatos e intelectuales luchaban ferozmente contra el sistema.
Los músicos concienciados crearon un movimiento basado en el folk que encabezado por Dylan, Joan Baez en USA y por Brasens o Brel en Europa, crearon auténticos himnos en contra de la opresión y de la guerra mientras el movimiento hippy se extendía desde California al resto del mundo. Miles de jóvenes de agrupaban en comunas en donde cultivaban el campo, el amor libre y la artesanía en una nueva forma de sociedad, como no podía ser de otra manera traían con ellos una nueva música. La cultura de las flores y la paz, del "Make love, not war", nos dejaron artistas de la talla de The Mamas&The Papas o Barry Mc Guire, una nueva juventud pretendia cambiar el mundo a golpes de guitarra.
En España, la "Nova Canço" con Raimon, Serrat o Lluis Llach, y cantautores en castellano como Aute, Pablo Guerrero y Paco Ibañez , nos daban a conocer a poetas prohibidos o marginados por la dictadura, Miguel Hernandez, Antonio Machado o Garcia Lorca, se convirtieron en portavoces de las inquietudes sociales en un país que empezaba a despertar de una pesadilla.
Millones de jóvenes, la mayoría estudiantes se movilizaron en manifestaciones gigantescas, la cultura contestataria encabezada por Marcuse o Cohn -Bendit florecía en el corazón de los jóvenes, que descubrían en Sartre o Camus la cultura existencialista y las ideas de la nueva izquierda. El eurocomunismo, ganaba adeptos y los sindicatos e intelectuales luchaban ferozmente contra el sistema.
Los músicos concienciados crearon un movimiento basado en el folk que encabezado por Dylan, Joan Baez en USA y por Brasens o Brel en Europa, crearon auténticos himnos en contra de la opresión y de la guerra mientras el movimiento hippy se extendía desde California al resto del mundo. Miles de jóvenes de agrupaban en comunas en donde cultivaban el campo, el amor libre y la artesanía en una nueva forma de sociedad, como no podía ser de otra manera traían con ellos una nueva música. La cultura de las flores y la paz, del "Make love, not war", nos dejaron artistas de la talla de The Mamas&The Papas o Barry Mc Guire, una nueva juventud pretendia cambiar el mundo a golpes de guitarra.
En España, la "Nova Canço" con Raimon, Serrat o Lluis Llach, y cantautores en castellano como Aute, Pablo Guerrero y Paco Ibañez , nos daban a conocer a poetas prohibidos o marginados por la dictadura, Miguel Hernandez, Antonio Machado o Garcia Lorca, se convirtieron en portavoces de las inquietudes sociales en un país que empezaba a despertar de una pesadilla.
El rock evolucionaba hasta niveles impensables, músicos de élite como Emerson Lake &Palmer creaban auténticas sinfonías electónicas, mientras la música negra, en la voces de Otis Reding o Aretha Franklin causaban estragos en las discotecas, pero no todo era idílico, un peligro implacable planeaba sobre esta nueva cultura de amor y libertad; el demonio de las drogas.
Después de lo que hemos vivido durante este mes, ni el mundo ni la vida volverán a ser como eran.
Seamos realistas, pidamos lo imposible...
Eran ambiciosas, y contundentes, las proclamas que se oían en París, en el mes de Mayo de 1968. La anterior la pronunció Daniel Cohn-Bendit, el por entonces popular dirigente estudiantil, durante los días en que París vivió una eclosión revolucionara que puso en tela de juicio las bases sociales y económicas vigentes: el modo de producción, la jerarquización, la función del estado, la institución e la familia, el sexo. Todas las consignas, todos los lemas del movimiento revolucionario amenazaban con atacar el sistema establecido de forma radical –en su sentido literal: desde la raíz-: “la imaginación al poder”, “seamos realistas, pidamos lo imposible”…
Eran ambiciosas, y contundentes, las proclamas que se oían en París, en el mes de Mayo de 1968. La anterior la pronunció Daniel Cohn-Bendit, el por entonces popular dirigente estudiantil, durante los días en que París vivió una eclosión revolucionara que puso en tela de juicio las bases sociales y económicas vigentes: el modo de producción, la jerarquización, la función del estado, la institución e la familia, el sexo. Todas las consignas, todos los lemas del movimiento revolucionario amenazaban con atacar el sistema establecido de forma radical –en su sentido literal: desde la raíz-: “la imaginación al poder”, “seamos realistas, pidamos lo imposible”…
Todo había comenzado el día dos de ese mismo mes, cuando las autoridades de la universidad de Nanterre decidieron cerrar el centro para contener la amenaza estudiantil, que pedía cambios profundos para democratizar la enseñanza. Ese mismo día, el propio Cohn-Bendit, pronto convertido en líder del movimiento, encabezaba una manifestación antiimperialista, a la que concurrieron miles y miles de estudiantes.
Al día siguiente, el rector de la Sorbona, Jean Roche, pidió a la policía que desalojara la vieja universidad parisina, que había sido tomada por una asamblea de estudiantes. Para ello la policía utilizó medidas represivas duras, como gases lacrimógenos.
El lunes día seis, justo después del anuncio de que quedaban cerradas todas las facultades de París, algo más de cuarenta y nueve mil estudiantes se encontraron, de pronto, en la calle. Creció como la espuma la agitación revolucionaria, los estudiantes no arremetieron contra el rector, ni contra las autoridades universitarias, ni contra la policía, lo hicieron contra el sistema: la enseñanza era para ellos un fósil heredado del feudalismo que había de ser reemplazado por un sistema democrático y abierto, no represivo.
Pronto se sucedieron los primeros choques, batallas campales en las que intervinieron más de veinte mil policías. Como en los días revolucionarios, se levantaron barricadas en París, en el Barrio Latino, y los enfrentamientos se saldaron con novecientos cuarenta y cinco heridos, y cuatrocientos veintidós arrestados sólo el lunes.
El martes siete otros treinta mil estudiantes desfilaron por las calles, cantando La Internacional.
Al día siguiente apareció el primer número de Acción, el órgano del movimiento revolucionario. Se extendió a toda la ciudad el clima de agitación que emergió en la universidad. El filósofo Jean-Paul Sartre declaró su solidaridad con unos estudiantes que le aclamaron. Las manifestaciones se extendieron a Estrasburgo, a Nantes, a Rennes y a Lyon.
Ese mismo día, el miércoles, el movimiento alcanzó un nivel mayor que marcaría su futuro: los trabajadores se solidarizaron con los estudiantes y pasaron a engrosar las filas de las cada vez más multitudinarias manifestaciones populares. El viernes ocho, y la madrugada del sábado, las calles de París eran un campo de batalla: hasta sesenta barricadas dividían su centro, y los revolucionaron resistieron, con todo tipo de armas improvisadas, el asalto de la guardia republicana.
Por la mañana se daba cuenta de más de setecientos heridos leves, y casi cuatrocientos heridos graves, así como de más de ochenta vehículos quemados.
Ante la amenaza de una huelga general convocada para el lunes trece, el Primer Ministro Pompidou anunciaba una decisión audar: la reapertura de la Sorbona. A pesar de ello, más de ochocientos mil personas se manifestaron el lunes, secundando la huelga.
El martes, la Sorbona fue ocupada de nuevo, y declarada comuna libre por los estudiantes. El movimiento se extendió al conjunto de la sociedad: los estudiantes ocuparon el teatro Odeón, símbolo de la cultura oficial, y su director, Jean Louis Barrault, se les sumaba.
La vida económica se paralizó por las continuas huelgas de todas las industrias, hasta que aparecieron los primeros síntomas de ruptura interna. El dirigente de la CGT, Goerges Séguy, separaba la acción sindical del movimiento estudiantil, declarando un célebre “no a la aventura”.
Perdido el apoyo de los trabajadores, el movimiento estudiantil estaba abocado al fracaso. El Presidente de la República, el general Charles de Gaulle, supo conducir la situación con diplomacia y promesas. Convocó elecciones para cuarenta días después, y prometió importantes mejoras salariales a los trabajadores. Finalmente, los últimos focos de rebelión fueron sofocados con la ayuda de un satisfecho Partido Comunista Francés. Las consignas del movimiento, a pesar de su fracaso, quedaron en la memoria colectiva de millones d personas, y condicionaron de forma profunda el desarrollo ideológico europea del último cuarto del siglo XX.
Así ha sido hasta el punto de que el recién elegido Presidente de la República Francesa, Nicolás Sarkozy, abogó en su toma de posesión por romper, definitivamente, con los ideales del 68. En mayo de 2007, casi cuarenta
El impacto del Mayo Frances en españa fue determinante. la oposición antifranqusista tomó conciencia de las posibilidades de una manifestación generalizada y comenzaron las movilizaciones, pero la policia cargó duramente contra los manifestantes causando decenas de heridos. Las fuerzas represoras entraron en la universidad y hubo cientos de detenciones, palizas y encarcelamientos. La revuelta fue acallada a sangre y fuego pero los "cantores" desde dento y fuera del pais siguieron con su lucha, los sindicatos seguían trabajando en la sombra y la juventud tomaba conciencia de su fuerza, de sus derechos y de sus responsabilidades, todos sabíamos que estábamos viviendo un momento histórico. Mientras al otro lado del oceáno Woodstock calentaba motores.
Woodstock ha sido el mayor festival de música y arte de la historia, se celebró en el poblado de Bethel, New York, entre el 15 y el 18 de agosto de 1969, congregó a unos 400.000 espectadores, 340.000 más de los que esperaba la organización, y se estima que 250.000 no pudieron llegar. La magnitud del festival es impresionante para la época, basta decir que el mayor festival nacional en la actualidad, el FIB Heineken, congrega cada año a unos 50.000 espectadores en Benicassim.
Woodstock es el icono de una generación, los miles de jóvenes que asistieron hicieron realidad sus ideales de paz y amor libre, mostrando su rechazo al sistema. Los chicos llevaban melena y amuletos, las chicas faldas de colores. Durante el festival se vivieron intensas noches de sexo, drogas y rock and roll.
Los asistentes fueron la confirmación de un movimiento que cambió una sociedad norteamericana hastiada de las guerras, que pregonaba la paz y el amor como forma de vida, un movimiento llamado de forma despectiva Hippie (que es una variante de hipster, "el que siempre quiere estar al paso de las últimas tendencias") Los asistentes fueron los verdaderos exponentes del "Flower Power". Una tendencia que aún hoy es vivida por muchos jóvenes y adultos.
El Festival congregó grandes artistas de la época y confirmó a algunos desconocidos que en poco tiempo se convirtieron en verdaderas estrellas como es el caso de Joe Cocker y Santana. Los grandes conciertos del festival estuvieron protagonizados por The Who, Jimi Hendrix, Janis Joplin, Bob Dylan y Blood, entre muchos más grupos y artistas.
http://funversion.universia.es/musica/reportaje/woodstock69.jsp
La gran lacra de estos años dorados fue la exaltación de los alucinógenos como drogas mágicas que aportaban creatividad y carisma. Timoty Leary ensalzo el culto al L.S.D. hasta el punto de convertirlo en una religión, grandes artistas como Los Beatles, Los Stones o Dylan, reconocían implícitamente que utilizaban drogas para componer, y el consumo de es tos productos se extendió como un reguero de pólvora.
La psicodelia se manifestó en el arte, en la moda, en la música, las discos simulaban con luces estroboscópicas y proyecciones los efectos de ácido, la paz, el amor y la droga parecían conducir a los jóvenes al paraíso, pero el sueño termino en pesadilla.
El resultado no se hizo esperar, en poco tiempo Janis Joplin, Jimi Hendrix y Jim Morrisson morían de sobredosis mientras miles de jóvenes se enganchaban a los estupefacientes y Joe Cocker tuvo que ser ingresado durante años a consecuencia de su adicción al alcohol y a las drogas.
Los ideales revolucionarios y pacifistas seguían en la onda, Ernesto Guevara, “EL CHE” se convirtió en un ídolo de masas, sus posters estaban en todas las paredes y su puro humeante presidia discotecas y universidades, pero poco a poco el sistema iba devorando a sus hijos y los ideales se transformaron en modas, los hippies en yuppies y los dioses en ídolos. Las discográficas extendieron su imperio y lo que empezó como un movimiento revolucionario, se convirtió en una industria. Era el final de una época.
En el próximo capítulo intentaré razonar porqué todo acabó siendo un parque temático y adonde fueron a parar los sueños de los años dorados, pero eso es otra historia.