No callareis el grito de los vientos
No borrareis la espuma de las olas
No cerrareis la boca de quien grita
Ni apagareis el llanto de quien llora.
No encerrareis mi vida en un convento
Ni cargareis mi alma de cadenas
Ni agotareis el agua de mi fuente
Ni apagareis el fuego de mis venas
Hombres vulgares, cobardes traicioneros
Hombres pequeños de lenguas ponzoñosas
Muñecos rotos bailando tarantelas
Machos castrados, de bocas apestosas
No os arrastréis babeando cual babosas
No saquéis pecho de donde solo hay vientre
No habléis de amor, rehenes de la gula
Sucios, patanes, incultos e impotentes.
No aguantaríais ni un pase de mi pecho
y doblaríais las patas a mi lance
iros arrastras hacia el toril, rastreros
que no servís ni siquiera para carne.
SHEMIRRAMIS