Hace unos meses escribí un artículo sobre los nuevo
genocidios, ya no hace falta internar en campos de concentración a colectivos
marginales, ya no hay un componente étnico en estas prácticas aniquiladoras,
ahora el leitmotiv es puramente económico.
Los medios de comunicación nos informan con cuentagotas de la hambrunas
y de la mortalidad infantil en África, pero callan temas candentes como el
exterminio de los pueblos amazónicos, el agotamiento de la biodiversidad por culpa de los cultivos transgénicos o la
subida astronómica del precio de los cereales por la demanda del biocombustible
que está condenando al hambre a millones de ganaderos.
En la India, el número de suicidios se ha multiplicado por 30 desde la introducción de las semillas transgénicas de Monsanto que han convertido en esclavos a los campesinos arrastrándolos en muchos casos a la desaparición.
En la India, el número de suicidios se ha multiplicado por 30 desde la introducción de las semillas transgénicas de Monsanto que han convertido en esclavos a los campesinos arrastrándolos en muchos casos a la desaparición.
Pero de lo que nadie habla, porque lo tienen explícitamente
prohibido, es del aumento vertiginoso de los suicidios en España. En los
últimos 12 meses el índice de muertes auto inducidas se ha disparado, el estrés,
el acoso laboral y la desesperación de padres de familia que se ven desahuciados
y sin ningún tipo de perspectiva están sumiendo en la desesperación a miles de
personas que hasta hace unos meses tenían una vida estable y razonablemente
segura.
Los contenedores de
los supermercados tienen más cola que las cajas del interior, familias que
hasta hace un suspiro tenían su casa y su trabajo se ven recogiendo chatarra
por los contenedores de reciclaje con sus carritos cargados de residuos de todo
tipo, ya no son inmigrantes, ni personas desahuciadas, son personas como tu y
como yo a los que se les ha arrancado la esperanza de cuajo y vivaquean hasta
que un día tomen un arma y la dirijan contra sí mismos o contra los demás.
Mientras, los políticos y los financieros medran como cerdos
estabulados haciendo caso omiso de un clamor popular que cada vez sube más alto
su tono. La historia nos demuestra que cuando al pueblo se le priva de la
esperanza se le libera también del miedo, y un pueblo sin nada que perder es
como una presa desbordada.
Cuando se pierden las
ganas de vivir también se pierden los miedos a morir, no olviden que un día
antes de la toma de La Bastilla o del asalto al palacio de Invierno, reinaba el
silencio más absoluto.
Jose Luis Posa