David Grossman, considerado uno de los mejores escritores israelíes contemporáneos
IMA SANCHÍS - 23/03/2010
Tengo 56 años. Nací y vivo en Jerusalén. Casado, tres hijos: Yonatan, Uri y Ruti. Uri murió en la guerra de Líbano (2006). Creo en el diálogo; sin él, sólo hay superstición. No soy creyente. Lo más sagrado es la vida humana. Publico ´Tota una vida´ (Edicions 62; Debate, en castellano)
Cómo transforma a las personas vivir en guerra durante tres generaciones?
La búsqueda de protección se vuelve tan obsesiva que es autodestructiva.
¿El miedo es el factor dominante?
Sí, y nos reduce la visión del mundo. En conflictos largos, uno es programado para ser un guerrero y ve enemigos por todas partes, la realidad se convierte en un peligro, en animosidad constante. Para superarlo hay que aprender una nueva psicología, y por eso es tan difícil la paz.
¿Qué ocurre con las relaciones?
El miedo provoca odio, extremismo, nacionalismo, xenofobia, incluso racismo, y esa realidad se infiltra en el entorno íntimo.
¿Y cuando tus hijos van al colegio en un autobús que puede volar por los aires?
Mis tres hijos iban a la misma escuela, e intentamos que no fueran en el mismo autobús y que no se dieran cuenta de por qué, pero ellos también saben... Es decir, que hay una rutina, pero es una rutina loca.
¿Qué anteponen a la vida los líderes?
Desde hace años hacen hincapié en los miedos de las personas, han inflamado las ansiedades y ahondan en el victimismo. Es la forma de salir elegido en Israel.
Y así perpetúan el pasado.
Sí, y nos condenan a él. En Tota una vida hablo precisamente de cómo crear normalidad en una sociedad lastrada con el trauma de la violencia, cómo preparar a los hijos para que, pese a todo, sean personas normales que amen la vida y a los otros y no tengan un perpetuo sentimiento de víctimas.
Parece una tarea imposible.
Uno puede decidir no ser víctima, depende de la historia que se cuente a sí mismo. Tras la muerte de mi hijo, la tentación de rendirse al odio, a la venganza y al peso del dolor fue grande; pero yo quiero escoger la vida y no perder la capacidad de amar y de vivir plenamente.
Nurit Peled (perdió a su hija de 13 años en un atentado en Jerusalén) hizo un llamamiento a las mujeres para que dejaran de entregar a sus hijos para la guerra.
También los padres deben unirse a esa rebelión; pero las mujeres son más subversivas, más escépticas con el sistema, con la guerra, con esos juegos de hombres.
¿Por qué no es mayoritaria esa rebelión de las madres?, ¿qué hay más importante que un hijo?
Es difícil diferenciar la necesidad de un ejército para defenderse de lo que son guerras inútiles e incluso artificiales. El conflicto palestino-israelí hace años que se podría haber resuelto, sabemos qué hay que hacer. Sólo quedan dos preguntas por contestar: cuántas personas más tienen que morir y cuánto tiempo más vamos a perder.
¿Qué valores han perdido?
La vida se ha vuelto muy barata porque las personas mueren en masa. Te vuelves insensible ante los débiles. Aquí la posibilidad de una guerra suena a ciencia ficción y allí es justo al revés: vivimos sólo para sobrevivir.
...
Paseando por la Rambla he visto a muchos adolescentes. Cuando veo a un chico de 16 años por las calles de Jerusalén, lo primero que pienso es que le quedan dos años para ir al ejército. Aquí el futuro se empieza a abrir para ellos, allí...
¿Por qué lo tolera la sociedad?
Porque en una guerra existe una lógica distorsionada, las personas se convencen de que esa es la única realidad. Por eso yo y otros amigos como Amos Oz queremos convencer a la gente de que no estamos condenados a matar y morir, pero es muy difícil.
En el funeral de su hijo explicó que cuando le dieron la noticia pensó: "Ya está, la vida se ha terminado".
Y también dije que cinco horas después, cuando entramos en la habitación de Ruti y la despertamos para darle la terrible noticia, ella, tras las primeras lágrimas, dijo: "Pero seguiremos viviendo, ¿verdad? Viviremos y nos pasearemos como antes". No quiero permitirme el lujo de la desesperación.
¿Qué ha comprendido del ser humano?
Por un lado tenemos la capacidad de destruir - que es una extraña tentación-y por el otro, la de crear, la de hacer el bien. He descubierto el heroísmo en los detalles más banales de la vida: llevar a tu hijo al dentista, ayudarle en los deberes. Todo eso que damos por sentado es, en el fondo, heroico.
¿Por qué?
Porque es como llevar una vela a través de una tormenta, y porque soy muy consciente de nuestro poder destructivo: el de decidir no hacer esos detalles rutinarios, de no esforzarse por ejemplo en crear una familia. Considero que la familia es el mayor drama de la humanidad. La historia no se escribe en los campos de batalla ni en los parlamentos, sino en las cocinas, en el dormitorio de la pareja, en la habitación del hijo.
Qué bonita idea.
... Que un hombre y una mujer creen otros seres, o la relación entre hermanos..., eso tiene una complejidad en la que no reparamos, pero es muy profunda.
Usted cree que la vida termina aquí, ¿cuál es el sentido de la existencia?
Para mí, no creer en otra vida significa que no tenemos una segunda oportunidad. Y quizá el sentido de la existencia sea tratar de comprendernos a nosotros mismos. No escogemos nuestro cuerpo ni nuestra mente, y por tanto son un misterio que tenemos que tratar de comprender; por eso escribo.
La búsqueda de protección se vuelve tan obsesiva que es autodestructiva.
¿El miedo es el factor dominante?
Sí, y nos reduce la visión del mundo. En conflictos largos, uno es programado para ser un guerrero y ve enemigos por todas partes, la realidad se convierte en un peligro, en animosidad constante. Para superarlo hay que aprender una nueva psicología, y por eso es tan difícil la paz.
¿Qué ocurre con las relaciones?
El miedo provoca odio, extremismo, nacionalismo, xenofobia, incluso racismo, y esa realidad se infiltra en el entorno íntimo.
¿Y cuando tus hijos van al colegio en un autobús que puede volar por los aires?
Mis tres hijos iban a la misma escuela, e intentamos que no fueran en el mismo autobús y que no se dieran cuenta de por qué, pero ellos también saben... Es decir, que hay una rutina, pero es una rutina loca.
¿Qué anteponen a la vida los líderes?
Desde hace años hacen hincapié en los miedos de las personas, han inflamado las ansiedades y ahondan en el victimismo. Es la forma de salir elegido en Israel.
Y así perpetúan el pasado.
Sí, y nos condenan a él. En Tota una vida hablo precisamente de cómo crear normalidad en una sociedad lastrada con el trauma de la violencia, cómo preparar a los hijos para que, pese a todo, sean personas normales que amen la vida y a los otros y no tengan un perpetuo sentimiento de víctimas.
Parece una tarea imposible.
Uno puede decidir no ser víctima, depende de la historia que se cuente a sí mismo. Tras la muerte de mi hijo, la tentación de rendirse al odio, a la venganza y al peso del dolor fue grande; pero yo quiero escoger la vida y no perder la capacidad de amar y de vivir plenamente.
Nurit Peled (perdió a su hija de 13 años en un atentado en Jerusalén) hizo un llamamiento a las mujeres para que dejaran de entregar a sus hijos para la guerra.
También los padres deben unirse a esa rebelión; pero las mujeres son más subversivas, más escépticas con el sistema, con la guerra, con esos juegos de hombres.
¿Por qué no es mayoritaria esa rebelión de las madres?, ¿qué hay más importante que un hijo?
Es difícil diferenciar la necesidad de un ejército para defenderse de lo que son guerras inútiles e incluso artificiales. El conflicto palestino-israelí hace años que se podría haber resuelto, sabemos qué hay que hacer. Sólo quedan dos preguntas por contestar: cuántas personas más tienen que morir y cuánto tiempo más vamos a perder.
¿Qué valores han perdido?
La vida se ha vuelto muy barata porque las personas mueren en masa. Te vuelves insensible ante los débiles. Aquí la posibilidad de una guerra suena a ciencia ficción y allí es justo al revés: vivimos sólo para sobrevivir.
...
Paseando por la Rambla he visto a muchos adolescentes. Cuando veo a un chico de 16 años por las calles de Jerusalén, lo primero que pienso es que le quedan dos años para ir al ejército. Aquí el futuro se empieza a abrir para ellos, allí...
¿Por qué lo tolera la sociedad?
Porque en una guerra existe una lógica distorsionada, las personas se convencen de que esa es la única realidad. Por eso yo y otros amigos como Amos Oz queremos convencer a la gente de que no estamos condenados a matar y morir, pero es muy difícil.
En el funeral de su hijo explicó que cuando le dieron la noticia pensó: "Ya está, la vida se ha terminado".
Y también dije que cinco horas después, cuando entramos en la habitación de Ruti y la despertamos para darle la terrible noticia, ella, tras las primeras lágrimas, dijo: "Pero seguiremos viviendo, ¿verdad? Viviremos y nos pasearemos como antes". No quiero permitirme el lujo de la desesperación.
¿Qué ha comprendido del ser humano?
Por un lado tenemos la capacidad de destruir - que es una extraña tentación-y por el otro, la de crear, la de hacer el bien. He descubierto el heroísmo en los detalles más banales de la vida: llevar a tu hijo al dentista, ayudarle en los deberes. Todo eso que damos por sentado es, en el fondo, heroico.
¿Por qué?
Porque es como llevar una vela a través de una tormenta, y porque soy muy consciente de nuestro poder destructivo: el de decidir no hacer esos detalles rutinarios, de no esforzarse por ejemplo en crear una familia. Considero que la familia es el mayor drama de la humanidad. La historia no se escribe en los campos de batalla ni en los parlamentos, sino en las cocinas, en el dormitorio de la pareja, en la habitación del hijo.
Qué bonita idea.
... Que un hombre y una mujer creen otros seres, o la relación entre hermanos..., eso tiene una complejidad en la que no reparamos, pero es muy profunda.
Usted cree que la vida termina aquí, ¿cuál es el sentido de la existencia?
Para mí, no creer en otra vida significa que no tenemos una segunda oportunidad. Y quizá el sentido de la existencia sea tratar de comprendernos a nosotros mismos. No escogemos nuestro cuerpo ni nuestra mente, y por tanto son un misterio que tenemos que tratar de comprender; por eso escribo.