Hoy me había propuesto escribir un artículo sobre la situación económica, pero no volveré a hablar de crisis, porque a estas alturas, ya no se puede hablar de crisis. Se ha completado un macro ciclo que empezó tras la segunda guerra mundial, (aunque en España, a causa de la dictadura se retrasó veinte años, ) y ahora estamos alumbrando una nueva época en la cual de deberemos afrontar que el mito del crecimiento continuo se ha esfumado. El pastel no solamente no crece sino que empieza a disminuir, los recursos se agotan, el planeta está a punto de entrar en coma y debemos mentalizarnos en que nada volverá a ser como antes.
Si no queremos que esto acabe en una revuelta generalizada, debemos aprender a repartir la tarta con justicia, reinventar el concepto de trabajo, distribuir las rentas y adaptarnos a consumir menos y mejor. Ya sé que los desarrollistas a ultranza nos incitan a seguir consumiendo para salvar la industria y la producción, pero eso es una huida hacia adelante que solo nos conduce al abismo.
Hace falta una nueva planificación económica y social, se acabaron las segundas y terceras residencias, la vivienda en propiedad, los coches de lujo y los viajes millonarios financiados con créditos a largo plazo. Si nuestros gobernantes, nuestros economistas, y nosotros mismos fuéramos capaces de aceptar el reto, podíamos derivar hacia una sociedad en la que trabajaríamos seis horas diarias, viviríamos en viviendas de alquiler prescindiendo del consumismo innecesario y de las necesidades ficticias.
Podríamos dedicar más tiempo a nuestros hijos y a nosotros mismos, la bajada del consumo reduciría la contaminación, y la mano de obra excedente de la industria podría reciclarse en servicios sociales y agricultura ecológica, no olvidemos que en España hay millones de hectáreas de tierra feraz en barbecho porque actualmente no es rentable cultivarla. Enfermedades como el cancer, la leucemia y la depresión disminuirian drásticamente, y la investigación se dirigiria hacia el bienestar y el cuidado del planeta en lugar de a la obtención de beneficios rápidos y cuantiosos.
Deberíamos fomentar la formación integral de la persona, eliminar la tensión y el stress producido por la competitividad suicida y cultivarnos como seres humanos en unión con el cosmos y con la madre tierra.
No soy un ingenuo y sé que este planteamiento roza la utopía, pero en una época en que todo el mundo habla de cataclismo, caos y revueltas, solo la utopía nos abre las puertas de la esperanza. Hojala sepamos aprovechar esta oportunidad, porque me tremo que puede ser la última.
JUANMAROMO