Qué rápido se van los años. Este mes se cumplen tres años del inicio de esta Bitácora. La perseverancia con que se ha mantenido este espacio no se debe a mi disciplina; sino a quienes, con sus comentarios, me hacen sentir parte de un tejido humano cuya preocupación central es Nicaragua. La experiencia de escribir y recibir opiniones sobre lo que se escribe genera una relación nueva en el mundo de la escritura porque convierte al lector en escritor a su vez y permite un debate que, si bien está marcado por límites de espacio, es quizás gracias a eso, ágil y dinámico. Ciertamente que, a veces, la discusión se estanca o gira sobre sí misma, pero aún cuando esto sucede, la confluencia de los más diversos estilos o enfoques, la posibilidad de disentir, de expresar incluso prejuicios, desconfianzas o lo que sea contra quien escribe estas líneas, genera a fin de cuentas un espacio de libertad que es, en sí mismo, gratificante.
Aprovecho entonces el comienzo del año para agradecerles a todos los y las participantes sus comentarios e invitarles a que continuemos haciendo uso de este instrumento para conocer mejor lo que pensamos, tanto sobre los acontecimientos coyunturales que suceden en nuestro país, como sobre los temas más amplios que espero podamos seguir ahondando en 2009.
No puedo despedirme de este año sin mencionar el grave precedente sentado por el Presidente Ortega al desoír la protesta de la Asamblea Nacional frente al modo en que se condujeron las elecciones municipales. Esa protesta, que expresó su seriedad al bloquear la aprobación del Presupuesto del 2009, ameritaba su consideración. Si por la víspera se hace el día, no sería de extrañar que actuar por decreto se convierta, de ahora en adelante, en otra de las maneras de restarle fuerza a los instrumentos de poder del estado para controlar las acciones del Ejecutivo. Igual que se han obstaculizado las protestas populares con la agresión de grupos organizados, la labor de los medios con amenazas y campañas difamatorias, la protesta de los intelectuales atribuyéndoles el mote de caja de resonancia de intereses foráneos, esta última maniobra de gobernar por decreto argumentando que los parlamentarios son “irresponsables” u obedecen a intereses “extranjeros”, sólo vendría a confirmar la instauración de un poder que se considera a sí mismo absoluto, árbitro único de lo que es bueno o malo para el país.
Mientras el mundo se debate en una crisis cuyas proporciones son aún difíciles de medir, Daniel Ortega, incapaz aparentemente de darse cuenta lo sola que está Nicaragua y la irrelevancia que tienen nuestros problemas, se llena la boca jactándose de que hay una campaña en su contra a nivel internacional: Europa y Estados Unidos, los intelectuales del mundo, desde Saramago hasta García Márquez, ya no digamos Sergio Ramírez, además de los periódicos más prestigiosos del planeta, todos, afirma, están confabulados en su contra. Esto, sin incluir la oposición nicaragüense, la “oligarquía”, las mujeres organizadas, la coordinadora civil, las ONG´s. Según él, nadie de estas personas quiere que siga su política social. En otras palabras: el problema no es que su gobierno esté violentando las libertades y espacios políticos de sus conciudadanos con métodos que van desde el fraude hasta la violencia, sino la supuesta voluntad de todos los anteriormente mencionados de matar de hambre al pueblo de Nicaragua sólo porque “el pueblo” (que él decide quién es) lo eligió a él.
Aparentemente, su ambición de grandeza, no le permite vivir, ni gobernar, sin hacer uso del pasado como referencia, e intentar volver a sentirse el revolucionario David frente al gigante Goliat. Prefiere achacarle a otros la responsabilidad de sus errores y engañar a los nicaragüenses más pobres, los que pagarán los platos rotos de sus desatinos y torpezas políticas, con la idea de que es su política social la que atrae todas estas calamidades. Manipulaciones como ésta son las falacias que han restado credibilidad a su gobierno a nivel internacional y lo han puesto bajo sospecha.
El 24 de Diciembre murió en Londres el gran dramaturgo Harold Pinter, Premio Nóbel de Literatura 2005. En su discurso de aceptación del premio, en el que condenó de manera muy dura, además de la guerra de Irak, las acciones de Estados Unidos contra Nicaragua en los 80, Pinter dijo:
...la mayoría de los políticos, en base a las evidencias con que contamos, no están interesados en la verdad sino en el poder y en la conservación del poder. Para mantener ese poder es esencial para ellos que las personas permanezcan en la ignorancia, que vivan ignorantes de la verdad, aún de la verdad de sus propias vidas. Lo que nos rodea entonces es el vasto tejido de mentiras con que nos alimentan.
Cuando la historia juzgue a Daniel Ortega pienso que ésa será la acusación más grave en su contra: decretar como verdad las falsedades que hilvana para justificar su desgobierno.