Has pasado media vida pendiente de ellos, te han condicionado los horarios las vacaciones, la vida laboral y sexual. Has reído y has llorado, les has amado con toda tu alma y a veces has llegado a odiarlos. Tu casa se llenaba de gritos, peleas, música a todas, horas el baño siempre ocupado y el teléfono perpetuamente comunicando, y un buen día se van….
Recuerdo una tarde de viernes, me había tomado una jarra de sangría con la comida. Por aquel entonces ese elixir era para mí como el LSD, abría mi mente a nuevas experiencias y me elevaba a un estado eufórico ciertamente agradable, pero aquella tarde, al llegar a casa, comprendí que Silvia se había ido, y no se había ido para un mes como a otras veces, se había marchado para siempre. Algo dentro de mí se rompió, fue como un cambio de piel , supe de improviso que empezaba una nueva era.
Luego fue Diana, empezaron los viajes, un Erasmus en Italia y a la vuelta, el salto a un nuevo nido, a su nido. Cuando se tiene un fuerte carácter y se ama la independencia, convivir con los padres (o coexistir con los hijos) comienza a poner a prueba el temple de nuestros nervios. Un arreglo económico de mutuo acuerdo es fundamental para salvaguardar los años de crianza, el vino joven no admite la solera sin agriarse. Tras seis lustros de convivir en un piso de sesenta metros con un solo baño, pero con una enorme dosis de amor, comprensión y porque no decirlo, de paciencia, Gloria y yo, reemprendíamos la luna de miel.
JUANMAROMO