1. • Los factores psicológicos grupales en la crueldad colectiva son uno de los retos de la educación
JOSÉ LUIS Pérez Triviño*
El reciente estreno de la película La ola, del alemán Dennis Gansel, sirve para recordar que el lado oscuro de la humanidad no surge únicamente cuando los autores o ejecutores son individuos con una psicología trastornada o cruel. Tampoco se puede explicar exclusivamente sobre la base de factores sociales, políticos o económicos. La apelación a estas causas para explicar el surgimiento del nazismo o de cualquier otro movimiento genocida ha sido recurrente durante mucho tiempo. La explicación del éxito de un personaje como Hitler y de su ideología sobre la base de la crisis económica que aquejó a la República de Weimar en los años 20 del siglo XX es un ejemplo de este tipo de explicaciones.
Sin negar la relevancia de estos factores no puede olvidarse el papel que juegan, por un lado, nuestras propias tendencias grupales y agresivas y, por otro lado, y en estrecha conexión con ellas, la educación.
LA CRUELDADy la violencia aparecen, en parte, por ciertas características psicológicas propiamente humanas. Pero no necesariamente de individuos carentes de escrúpulos o de sentimiento de empatía hacia los demás. También surge de individuos como nosotros. Las tendencias grupales que pueden llevar a que individuos normales puedan convertirse en ejecutores de las más crueles políticas criminales o genocidas han sido expuestas a través de dos famosos experimentos psicológicos.
El primero sirvió para poner de manifiesto que el Holocausto no fue obra de una muchedumbre incontrolable y desmandada, sino de hombres de uniforme, obedientes y disciplinados que se ajustaban a las normas dictadas por la autoridad.
Stanley Milgram simuló un experimento en el que participaron sujetos normales y corrientes que, respaldados por la autoridad de un científico, debían apretar un dispositivo que provocaría descargas eléctricas en un individuo en el caso de que fallara una serie de preguntas.
Tal individuo era, en realidad, un actor que simulaba las descargas. Los sujetos que participaron en la prueba llegaron, en un porcentaje cercano al 70%, a apretar el último de los botones del dispositivo en el que se leía perfectamente que producirían un daño muy severo.
En el segundo experimento, realizado también por un psicólogo norteamericano, Philip Zimbardo, varios estudiantes universitarios fueron reclutados para simular una prueba en la que una parte de ellos asumiría el papel de carceleros y el resto de prisioneros. El experimento debería durar 12 días. A pesar de que había un estricto control por parte del profesor Zimbardo y de su equipo, el experimento tuvo que suspenderse a los pocos días debido a la aparición de actitudes crueles y de violencia entre los carceleros y de sumisión notable entre los prisioneros.
Ambos experimentos parecen explicar una tendencia de los individuos normales a la obediencia a la autoridad en contextos grupales, aun cuando esta dicte órdenes por las que se inflige daños muy graves a gente inocente. La cobertura en una autoridad o en un colectivo parece convertirse en una condición suficiente para que los individuos cambien sus patrones de conducta. Acciones violentas que difícilmente realizarían en situaciones donde solo ellos son los participantes, son perfectamente posibles en los contextos donde la responsabilidad se diluye en el colectivo o en la autoridad superior.
Otro factor que influye poderosamente en la ejecución de las más terribles prácticas violentas de carácter colectivo está relacionada con la educación. La ola se hace eco de uno hechos reales, en los que un profesor inicia un experimento con sus alumnos acerca del surgimiento del nazismo. Tras unas instrucciones acerca de cómo deben vestirse, el uso de símbolos y reglas de uso interno, el grupo adquiere una identidad propia que pronto se refleja en una cadena de actos violentos inesperados e irreversibles.
La idea no es novedosa. Un profesor de ideas pronazis influyó en sus alumnos de forma que la mayoría de ellos acabó creyendo profundamente en su tergiversada interpretación de la historia. Pero este profesor, Jim Keegstra, y sus alumnos no era alemanes ni vivían en una sociedad o contexto similar al que alumbró el nazismo. Keegstra enseñaba en un instituto de clase media canadiense en los años ochenta.
LOS FACTORES psicológicos grupales en la aparición de violencia y la crueldad colectiva no pueden dejar ser tomados en cuenta a la hora de enfrentarnos a los retos de la educación. Las condiciones económicas, sociales o políticas en las que vivimos son, efectivamente, muy distintas a las de la sociedad alemana en los años 30 o a la sociedad ruandesa de 1994, por poner dos ejemplos de comportamientos grupales genocidas. Pero los retazos de la psicología grupal siguen ahí. Basta pensar en el reclutamiento de terroristas entre adolescentes y como son adiestrados en la ideología de la violencia. Solo si estamos prevenidos y somos conscientes de este peligro, podremos evitar que se reproduzcan y alienten esos rasgos grupales que forman parte del lado oscuro de nuestra psicología.
* Profesor de la UPF. Autor de Las barbaries del siglo XX: un análisis filosófico, jurídico y moral.