Cuentan que bañándose en la playa de Malibú (California; EE.UU.) la marea le arrastró mar adentro y estando a punto de morir ahogado ofreció su carrera a Dios, si éste le salvaba; pocos minutos después estaba a salvo en la orilla. Sea cierta o no la anécdota, el autor de Father and son y Sad Lisa, hombre enfermizo y confuso, se convertía al Islam después de que el Corán cayera en sus manos un buen día, tal y como lo contó en una entrevista que publicó el diario La Tercera, de Chile: «Nunca supe, supongo, cuando estaba hablando metafóricamente acerca del Peace Train (Tren de la paz) y de este tipo de ideas como On The Road to Find Out (El viaje para descubrir) y Miles From Nowhere (A millas de ninguna parte): esos fueron los tiempos de los temas que describen mi búsqueda. El hecho es que finalmente llegó un día y de repente un libro cayó en mis manos, esa fue la primera exposición al Islam».
Cat Stevens, inglés de ascendencia griega, comenzó a sonar con fuerza en 1966 año en que publicó Matthew and son, su primer éxito mundial. La canción ya mostraba lo que sería el eje central de sus obras posteriores: el conflicto intergeneracional que colaboraría en el alumbramiento del mayo francés de 1968, la isla de Wight, la lucha contra la guerra del Viet-Nam y la aparición del pop. Como nadie, supo interpretar el lado melancólico, romántico (a veces casi empalagoso) y pacifista del movimiento hippie y, como nadie también, puede representar el confuso horizonte ideológico y social de los jóvenes que protagonizaron la revolución del amor y las flores.
Dicho esto, debo romper unas cuantas lanzas por este magnífico músico que aportó un estilo personal, imaginativo, distinto, a la canción popular. Cat Stevens era el autor de las canciones y el diseñador de sus discos, «descubrió» las canciones con personajes, puso «de moda» los estudios de grabación del Caribe (Jamaica) y llegó a cantar en latín consiguiendo que esta lengua muerta sonara a las mil maravillas.
Como ya he citado, Tea for the Tillerman catapultó definitivamente a la fama a Stevens. Father and son (Padre e hijo) se convirtió en el símbolo del alejamiento de los jóvenes (miles de ellos se marchaban en esos momentos de casa) de una sociedad paralítica, trasnochada, anclada en el «estado del bienestar» y, por lo tanto, desprovista del sentido de la aventura, de la búsqueda de lo nuevo. En esta canción, el padre intenta disuadir al hijo de que se aleje de él, aduciendo que el matrimonio (la vida) es complejo; el hijo, amable y comprensivo, le intenta convencer de que él tiene también derecho a buscar su destino; y todo ello con el trasfondo de una música de excelente factura, en la que destacaba la bien timbrada voz de Stevens haciendo los «papeles» del padre y del hijo: una verdadera delicia estética. El L.P. se vendió como churros y ha sido reeditado numerosas veces; incluso tuvo el «honor» de salir al mercado en una colección C.D. con baño de oro en 24 quilates (muy cara, por supuesto) y un extraordinario sonido que alcanza niveles de gran perfección en los violines de Sad Lisa, otro de los éxitos del álbum.
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Después del Tea for the Tillerman, aparece Teaser and the Firecat (1971); Morning Has Broken y Peace Train (2), canción esta última que estuvo durante muchas semanas en el morro del jet de Ángel Álvarez (Vuelo 605), confirman la extraordinaria sensibilidad de Stevens para con el signo antibelicista de los tiempos. Cat Stevens no sonaba demasiado en las salas de baile, pero sus canciones las tarareaban masivamente los jóvenes haciendo suyas las ideas de amor y paz que transmitía el cantante que, poco a poco, se deslizaba hacia las religiones orientales, fundamentalmente de corte budista. Catch Bull at Four (1972), su siguiente vinilo, fue también un enorme éxito que resonó como un latigazo: Stevens no era Bob Dylan, pero consiguió que la juventud cantara en latín. La portada del disco, también dibujada por el cantante, trasluce de manera clara la evolución orientalista ya comentada.
Foreigner (1973), es el nuevo disco que deslumbra con una impecable suite en donde el cantante se recrea en excelentes solos de piano. Pero, poco después de su publicación, «Gato» Stevens enferma de tuberculosis y desaparece de la escena. Algunos piensan que es en estos momentos cuando el cantante comienza a entrar en contacto con el Islam, quien sabe… Lo cierto es que en 1974 lanza Buddah and the Chocolate Box, un álbum decorado con sus sempiternos e infantiles dibujos, y que ahora reflejan sin ninguna duda un momento religioso de clara inspiración budista. En una de sus canciones (Music) Stevens escribe: «Échale un vistazo al mundo / Piensa en cómo se acabará / No habría guerras en el mundo / Si todos se unieran al grupo / Piensa en la luz de tus ojos / Piensa en lo que debes saber / No habría guerras en el mundo / Si todos se unieran a esta canción».
Pero poco le quedaba ya a Cat Stevens de las ideas que habían inspirado a tantos miles de jóvenes en el mundo. En 1975 aparece Numbers, confuso e infumable disco de espectacular diseño que marca el comienzo de la