La felicidad, algo más codiciado que el dinero pero una de las pocas cosas que no se puede conseguir por este medio, aunque sí puede allanar el camino de acceso a ella, ¿pero seguro que la felicidad está al alcance de nuestra mano? Sinceramente creo que estamos perdiendo el tiempo al intentar encontrar la felicidad, porque es una de las mayores utopías en las que puede creer el ser humano, simplemente es una idea que no se puede alcanzar.
Atendiendo a la definición de felicidad esta se considera como un estado de ánimo que se complace en la posesión de un bien; suerte dichosa; satisfacción, gusto, contento, creo que es una definición que se queda incompleta, la felicidad es mucho más, no sólo afecta a un individuo, va mucho más allá de las fronteras de la individualidad, afecta al colectivo y a la sociedad en general, cuántas veces sintiéndonos “felices” al mirar a nuestro alrededor se nos ha esfumado dicho estado, la razón es muy simple, el estado de ánimo de las demás personas repercute directamente en nuestro bienestar emocional.
Es curioso cómo nos puede llegar a entristecer las desdichas de otras personas, más que incluso nuestras propias penas. Eso demuestra que en nuestro interior late un corazón que no ha sido remplazado por una obra de ingeniería.
El ser humano debe trabajar en equipo para que todos sus miembros puedan alcanzar sincrónicamente un estado en el que por lo menos haya una ausencia de angustia y dolor, ya que como dicen algunos movimientos filosóficos, la felicidad es la ausencia de dolor. Aguste Comte un filósofo francés ya afirmó “vivir para los demás no es solamente una ley de deber sino también ley de felicidad”.
Pero yo al principio he afirmado que la felicidad no se puede alcanzar, creo que simplemente no existe, o la humanidad ha enfocado mal el tema. Lo que existe son los momentos, nosotros vivimos miles de momentos a lo largo de nuestra existencia, estos momentos pueden ser alegres, tristes, de paz, de felicidad... en numerosas ocasiones estamos viviendo algo maravilloso pero antes de que podamos reaccionar todo es un profundo abismo del que no podemos salir, en pocos segundos hemos pasado de un momento feliz a un momento de infelicidad. Ya decía Jacinto Benavente “la felicidad no existe en la vida. Sólo existen momentos felices.”
¿Pero entonces cómo logramos decir si tenemos o no tenemos una vida feliz? Sólo podemos valorar como método de aproximación contando si al final de nuestra vida hemos vivido más momentos felices que momentos infelices, si la relación tiende a más momentos felices entonces podemos asegurar que hemos conseguido llegar o rozar la felicidad. Pero hay un problema a dicho planteamiento, sólo podemos valorarlos al final de nuestra vida, es decir, cuando morimos, y cuando uno muere ya no valora nada o ya no importa.
Carmen Martín Gaite escribió “Felicidad es una palabra desprestigiada y mal usada, porque todas las felicidades son pequeñas y porque la felicidad completa no existe. ¿Cómo puede existir si tenemos que morir y lo sabemos?”.
Entonces ¿cuál es la solución? ¿Les tocaría valorar a los que se quedan si hemos sido felices en nuestra vida? Tampoco, porque la experiencia de cada momento es algo que cada uno asume de manera distinta a los demás, al igual ocurre cuando extraemos conclusiones de las situaciones.
Por lo tanto no podemos saber si somos felices o no lo somos, y no merece la pena pensarlo, así que vive el momento y disfrútalo con todo tu ser, pero sin olvidar que a diferencia de otros animales tenemos la capacidad de pensar en un futuro, por otro lado no es aconsejable dejar nada para el futuro o sólo vivir el presente. Pero también es verdad que cuando nos planteamos metas a posteriori y las conseguimos obtenemos una gran satisfacción que se puede traducir en un momento feliz irrepetible.
“Muchas personas se pierden las pequeñas alegrías mientras aguardan la gran felicidad” como dijo Pearl S. Buck.
Para finalizar encontré una cita de Voltairé que dice “un minuto de felicidad vale más que mil años de gloria”, pero ¿qué es la felicida