NO ME GUSTAN LAR FECHAS REIVINDICATIVAS, NI ESCRIBIR DE ENCARGO, NI HABLAR CUANDO ME TOCA. SEGURAMENTE TENIA QUE HABERLO COLGADO AYER, O ANTES DE AYER, PERO SIENTO QUE TIENE QUE SER AHORA. QUIERO QUE SEA UN ALEGATO CONTRA EL MALTRATO, CONTRA TODO MALTRATO, SEA DE HOMBRE A MUJER,O DE MUJER A HOMBRE, SEA MOBING LABORAL O INMOBILIARIO, SEA ACOSO LABORAL O SEXUAL Y SOBRE TODO, EL PEOR, EL QUE SE CEBA EN NIÑOS INDEFENSOS.
CUALQUIER FORMA DE VIOLENCIA ES UN ATENTADO CONTRA LA DIGNIDAD, LA LIBERTAD Y LA VIDA DE LAS PERSONAS Y DEBEMOS IMPLICARNOS TODOS, COMO SERES HUMANOS EN DEFENSA DEL AGREDIDO Y EN LA REGENARACIÓN DEL AGRESOR. ESTA CARTA ES UN EJEMPLO DEL CAMINO A SEGUIR.
Nota: La publicación de esta carta en el semanario Alfa Omega tuvo su justificación en la necesidad de ofrecer a la sociedad otros mensajes diferentes de los que los medios de comunicación realizan a diario sobre el tema del maltrato. La idea fundamental que subyace es la de que va a resultar, cuando menos, difícil que la sociedad pueda salvar a las víctimas sin salvar a los maltratadores.
Me he enterado que has tenido problemas con otros reclusos y que incluso te han llegado a agredir. Por eso, estoy dispuesta a solicitar de las autoridades competentes que te protejan, porque tu integridad es muy importante para mi salud. Sé que esta última afirmación te resultará extraña, no sólo a ti sino a muchos otros que la pudieran oír, por lo que paso a explicártela más detenidamente.
Es verdad que tu comportamiento fue de una injusticia tremenda conmigo, que me hiciste mucho daño, pero también es verdad que, paradójicamente, nuestra relación creó un vínculo que nos unirá toda la vida y nos sobrevivirá a través de nuestros hijos y nietos, sin que nosotros podamos hacer ya nada por evitarlo. Dicho vínculo es, incluso, más fuerte que otros afectivos o familiares.
Tú ya estás pagando por lo que me hiciste mediante tu condena de cárcel. Gracias a que me he dado cuenta y he tomado conciencia de ello, me he podido plantear la posibilidad de realizar un cambio de mirada sobre mi vida, y todo lo que me rodea, y he llegado a la
conclusión de que eres tan importante para mí que sin ti no me habría dado cuenta de lo que soy y de lo que me ocurre. Te explico.
Hasta que tú fuiste condenado yo vivía instalada en el odio y en la rabia hacia ti, y sentía un gran afán de venganza y de que te ocurriera lo peor. Me sentí, entonces, muy apoyada por mucha gente, a la que no había solicitado su solidaridad, y por la sociedad en general. Pero cuando tú entraste en la cárcel yo me fui cerciorando de que así no sólo no debía seguir sino que tenía que hacer algo para empezar a pensar en mí de otra manera, más amable. Esto me llevó, con la ayuda de una buena profesional, trabajadora social, a la que recurrí, a plantearme que yo podía comenzar a ser más compasiva contigo y a reflexionar sobre cómopodría yo darte la posibilidad de que me resarcieras, me compensaras por el daño que me habías hecho, pues la cárcel que estabas pagando no sé si te ayudaba a ti, no creo, pero a mí ni me compensaba, ni me favorecía, cuando, en realidad, yo soy la verdaderamente perjudicada por tus actuaciones.
Me di cuenta que todo el apoyo y la solidaridad recibida hasta entonces cesaba en el momento en que tu sentencia era hecha pública y desde dicho veredicto todo el mundo se olvidaba de mí y de mis problemas, era como si ya no existiese. Por eso, tengo eldeseo de darte un lugar importante en mi corazón, para poder seguir en la búsqueda de mi felicidad y, así, encontrar otros hombres que me ayuden a lograr la plenitud. Dichos planteamientos no me los había podido hacer hasta ahora por estar instalada en el odio y en la rabia hacia ti. Esta carta es, también, un intento de hacer algo por nuestros hijos. Ellos necesitan entender o salvar en el corazón a su padre para poder creer, apostar por la vida y ser felices. Ya es hora de que dejemos atrás los reproches y que lo pasado sea eso pasado para que podamos, al menos, pensar como padres en nuestros hijos. Pues ser padres es como un grano que nos sale y ya no nos lo podemos quitar de encima. Me es muy grato poderte decir que yo estoy en el camino del perdón, pues me he dado cuenta que sin él no puedo tener paz y además he reflexionado mucho sobre la vida y todo lo
que me ha tocado vivir, como te decía antes. Así, estoy segura que los hijos necesitan tener en su corazón situados en igualdad, al mismo nivel, tanto al padre como a la madre. Desde hace algún tiempo he descubierto que los hijos que tienen interiorizado un
padre, no sé muy bien como describírtelo, débil, culpable, poco responsable, desfigurado, etc., son personas que no tienen la vida fácil y tampoco una relación buena con su madre. Por eso, quiero que pienses, o te fijes a partir de ahora, en gente que cumpla dichas características y verás como llevo razón. Y cuando lo veas, de nada vale que te justifiques diciéndote que es normal por lo que les ha ocurrido, que pobrecitos, etc., ya que eso no son más que excusas que nos damos para no actuar. A nadie le gusta ser compadecido, dar lástima. Alguien que da pena es un pobrecito que no puede hacer nada por sí mismo, que no tiene recursos y por eso los demás le tienen lástima. Nuestros hijos no se merecen eso, yo creo que tienen gran cantidad de recursos para superar en la vida todos los obstáculos que se les presenten y además nosotros debemos ayudarles para que descubran dichos recursos y puedan ser felices.
Yo he elegido procurarles bienestar, en todo lo que de mí dependa, hablándoles bien de
ti, quitándole hierro al asunto de tus maltratos. Cuando me preguntan les digo que eso no es cosa suya, que eso no les pertenece, que eso fue, es y será siempre un asunto nuestro. No es que les intente mentir pero sí que procuro en todo momento hablarles de lo positivo, del amor que nos profesábamos antes de casarnos y después hasta que empezó mi calvario, del cual omito decirles nada porque sé que eso les hace mucho daño. Ellos tienen un padre, que eres tú, y necesitan que les hablen bien de él. Yo creo que todo hijo lo necesita. Mira, es de sentido común, si mi padre es malo, yo soy hijo de mi padre y eso me ata, me condiciona pues soy hijo de un padre malo. Así, después de haberte odiado hasta la extenuación me he dado cuenta que no merece la pena continuar en la guerra. Quiero vivir en la paz, primero conmigo y luego contigo. Me gustaría que cuando veas a nuestros hijos, si quieres, refuerces tu relación con ellos, a partir de todo esto que te cuento. No olvides que los hijos pueden ser uno de los fundamentos más importantes para seguir adelante y con ilusión en la vida.
Quiero decirte, antes de terminar, que estoy segura de que aquellos hijos que son fieles a su madre frente a su padre también los pierde la madre, porque el odio a alguien tan importante en la vida lleva, incluso, a la propia negación. Podríamos, al menos, intercambiar nuestras opiniones sobre las responsabilidades mutuas que tenemos como padres. Hasta tus prontas noticias. Adiós.