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viernes, 27 de noviembre de 2009

EL PESO DEL PAPEL


TOÑO VEGA
JOAN BARRIL
¿Cuánto pesa el papel? El papel en blanco pesa más bien poco. Para que realmente el papel se convierta en una mercancía preciosa hay que escribir algo sobre él. A veces lo más valioso es una cifra. A veces basta con una declaración política. Para los ciudadanos más comunes, el papel más preciado es el que acoge el teléfono de la persona deseada. Y el papel impreso sirve para tomar en serio las palabras que van a ser escritas y para recapacitar sobre las palabras que vamos a leer. Yo escribo, tú me lees. Tu me respondes, yo estoy en desacuerdo. Yo te matizo, tú te mantienes en tus tesis. Y mañana nos tomamos un café juntos. Eso es el papel y eso es la libertad de prensa.
Pero existe una gente que no ama ni la letra ni los argumentos y que solo usa las palabras como proyectiles para hundir al que suponen contrario. Los unos y los otros han llegado al campo civilizado del pensamiento escrito. Pero ahora vemos que algunos comparten la escritura, pero abominan del pensamiento, porque el pensamiento ha de tender precisamente a la búsqueda de la verdad. Pero la verdad se oculta en las ideas preconcebidas. Eso es lo que está pasando en España. Se quiso hacer una España abierta y distinta y, en vez de acudir a las armas como ha sido costumbre, la España de siempre, la que no puede pensar porque tantos años de poder la han privado del fértil sentimiento de la duda, ha recurrido a las palabras.
Debo decirles que, en mi creciente escepticismo en torno a la manera de entender la política catalana, hacía tiempo que no me sentía tan orgulloso de pertenecer a un oficio capaz de publicar de común acuerdo un editorial como el que ayer publicaron diarios cuyo denominador común era la catalanidad de sus planteamientos. Entre esos diarios había publicaciones que no ocultan su independentismo y otros periódicos de cariz liberal-conservador. Veremos qué hacen en los próximos días algunos de los diarios que se reclaman de la globalidad o del progresismo español. Y otros, como siempre, gastaron ayer un día de su vida para encontrar algún elemento torticero con el que enfrentarse a lo que ellos consideran «el pensamiento único». El diario El Mundo llegó a afirmar en primera que «es imposible decir más falsedades con peor intención en menos espacio». Lo dice el periódico que más espacio y durante más tiempo ha mentido intencionadamente sobre la realidad catalana.
A los que nos sentimos realmente interesados por España, por su cultura y sus gentes, nos entristece comprobar cómo España solo se sostiene con la invención del enemigo común. Nos sabe mal esa idea excluyente de entender las lenguas ajenas no como una riqueza, sino como un agravio. Nos preocupa que entre la verdad revelada de una España cerrada se vaya echando la leña al fuego de una separación –al menos mental– que empieza a ser inevitable. Que no se preocupen El Mundo y sus creyentes: a veces basta el peso de una hoja de papel impreso para que provoque el dolor de esa enfermedad opulenta que es la gota. Digan lo que digan, jamás dejaré de interesarme por España, donde tantos amigos tengo y tendré. Pero gracias a El Mundo y sus adláteres dejaré de ir a España como ciudadano y me limitaré a gozar de España como turista. Eso, claro está, mientras el Tribunal Constitucional y sus voceros no me dejen tirado en la frontera como a un inmigrante cualquiera. Una vez más me pregunto: pero, ¿a esos usurpadores de España, qué coño les hemos hecho?

lunes, 22 de junio de 2009

LA GENERACIÓN NI-NI

Generación 'ni-ni': ni estudia ni trabaja

Los jóvenes se enfrentan hoy al riesgo de un nivel de vida peor que el de sus padres - El 54% no tiene proyectos ni ilusión

JOSÉ LUIS BARBERÍA 22/06/2009

Tan preparados y satisfechos con sus vidas, y tan vulnerables y perdidos, nuestros jóvenes se sienten presa fácil de la devastación laboral, pero no aciertan a vislumbrar una salida airosa, ni a combatir este estado de cosas. El dato asomaba hace poco, sin estrépito, entre los resultados de la última encuesta de Metroscopia: el 54% de los españoles situados entre los 18 y los 34 años dice no tener proyecto alguno por el que sentirse especialmente interesado o ilusionado. ¿Ha surgido una generación apática, desvitalizada, indolente, mecida en el confort familiar? Los sociólogos detectan la aparición de un modelo de actitud adolescente y juvenil: la de los ni-ni, caracterizada por el simultáneo rechazo a estudiar y a trabajar. "Ese comportamiento emergente es sintomático, ya que hasta ahora se sobrentendía que si no querías estudiar te ponías a trabajar. Me pregunto qué proyecto de futuro puede haber detrás de esta postura", señala Elena Rodríguez, socióloga del Instituto de la Juventud (INJUVE).

Algunos sociólogos detectan una atmósfera juvenil muy inflamable Economizan sus esfuerzos por miedo a la frustración

La incertidumbre se impone en el empleo y en la pareja

Sólo el 40% de los universitarios tiene una actividad acorde con sus estudios

Están predispuestos a aprovechar el momento, "aquí y ahora"

"La gente no tiene prisa en hacerse mayor", dice una voluntaria de ONG

La crisis ha venido a acentuar la incertidumbre en el seno de una generación que creció en un ámbito familiar de mejora continuada del nivel de vida y que ha sido confrontada al deterioro de las condiciones laborales: precariedad, infraempleo, mileurismo, no valoración de la formación. Las ventajas de ser joven en una sociedad más rica y tecnológica, más democrática y tolerante, contrastan con las dificultades crecientes para emanciparse y desarrollar un proyecto vital de futuro. Y es que nunca como hasta ahora, en siglos, se había hecho tan patente el riesgo de que la calidad de vida de los hijos de clase media sea inferior a la de los padres.

Ese temor ha empezado a extenderse, precisamente, entre la generación que de forma más abrumadora, siempre por encima del 80%, declara sentirse satisfecha con su vida. El virus del desánimo está minando la naturaleza vitalista y combativa de la gente joven aunque encontremos pruebas fehacientes individuales y colectivas de su consustancial espíritu de superación.

He aquí una muestra de resistencia a la adversidad extrema, junto a la prueba de cómo el discurso consumista ha resultado una trampa para tantos jóvenes audaces que creyeron en el maná crediticio y el crecimiento económico sin fin. "No podemos hacer frente a las hipotecas", resume Luis Doña, de 26 años, padre de una niña de 15 meses, presidente de la Asociación de Defensa de los Hipotecados, que pretende renegociar la deuda contraída con los bancos y recabar la ayuda de la Administración. Llevados por el entusiasmo de haber encontrado un empleo estable, como comercial de una multinacional, él y su compañera adquirieron hace cuatro años un crédito hipotecario de 180.000 euros a pagar en 30 años para comprar un piso. "Teníamos que abonar 800 euros al mes, pero es que ya estábamos pagando 600 de alquiler. Hace un año, de buenas a primeras, nos quedamos los dos sin trabajo y ya se nos ha agotado el paro. Hemos conseguido que el banco nos cobre únicamente los intereses de la deuda, pero es que son 560 euros al mes y no los tenemos, porque no nos sale nada. ¿Desmoralizados? Lo que estamos es desesperados y eso que nuestro caso no es tan dramático como el de otras familias que han sido desahuciadas, han tenido que refugiarse en casa de su madre o su suegra".

Eduardo Bericat, catedrático de Sociología de la Universidad de Sevilla, cree que la falta de ilusión hay que interpretarla, no tanto por los efectos de la crisis, como por el cambio cultural producido con anterioridad. "El modelo de vocación profesional que implicaba un proyecto vital de futuro y un destino final conocido, con sus esfuerzos y contraprestaciones, ha desaparecido. Ahora, la incertidumbre se impone en el trabajo y en la pareja y no está claro que la dedicación, el compromiso, el estudio o el título, vayan a tener su correspondiente compensación laboral y social", afirma. Si la pregunta clásica de nuestros padres y abuelos: "¿Y tú, que vas a ser?" pierde fundamento, se entiende mejor que los esfuerzos juveniles respondan, más que a la ilusión por un proyecto propio, al riesgo de quedar descartado. "Si no estudio, si no hago ese master...". Según el informe Eurydice, de la Unión Europea, sólo el 40% de los universitarios españoles tiene un trabajo acorde con sus estudios.

A los jóvenes no les resulta emocionalmente rentable comprometerse en un proyecto de vida definido porque piensan que estaría sometido a vaivenes continuos y que difícilmente llegaría a buen puerto. "Aplican la estrategia de flexibilizar los deseos y de restar compromisos; nada de esfuerzos exorbitantes cuando el beneficio no es seguro. Como el riesgo de frustración es grande, prefieren no descartar nada y definirse poco", explica Eduardo Bericat. A eso, hay que sumar un acusado pragmatismo -nuestros chicos son poco idealistas-, y lo que los expertos llaman el "presentismo", la reforzada predisposición a aprovechar el momento, "aquí y ahora", en cualquier ámbito de la vida cotidiana. De acuerdo con los estudiosos, esa actitud responde tanto a la sensación subjetiva de falta de perspectivas, como al hecho de que el alargamiento de la etapa juvenil invita a no desperdiciar "los mejores años de la vida" y a combinar el disfrute hedonista con la inversión en formación.

A falta de datos sobre el alcance del "síndrome ni-ni", el catedrático de Sociología de Sevilla explica que el pacto implícito entre el Estado, la familia y los jóvenes, pacto que compromete al primero a sufragar la educación y a la segunda a cargar con la manutención, alojamiento y ocio, hace creer a algunos jóvenes que en las actuales circunstancias pueden retrasar la toma de la responsabilidad. "Desarrollan una actitud nihilista porque no se les exige estar motivados, ni asumir responsabilidades y hay redes y paraguas sociales. En las convocatorias para cubrir plazas de becarios, me encuentro con aspirantes de treinta y tantos y hasta de cuarenta años, y lo curioso es que esos becarios se comportan como becarios. Es la profecía autocumplida. Si les llamas becarios y les pagas como tales terminarán convirtiéndose en becarios. Lo que me preocupa es la infantilización de la juventud", subraya.

"Los jóvenes de ahora no son capaces de arriesgar, son conservadores", constata Elena Rodríguez. ¿La tardía emancipación juvenil española (bastante por encima de los 30 años de media) es, sobre todo, fruto de la inestabilidad y precariedad del mercado laboral o consecuencia de ese supuesto conservadurismo? Aunque la diversidad y pluralidad de la juventud aconseja huir de las visiones unívocas, no se puede perder de vista que ellos no han tenido que vencer los obstáculos de las generaciones precedentes. "Miramos con descrédito la vida que nos ofrece la sociedad. Nuestros padres trabajaron mucho y se hipotecaron de por vida, pero tampoco les hemos visto muy felices. No es eso lo que queremos. La gente tiene pocas prisas para hacerse mayor", explica Letizia Tierra, voluntaria de una ONG. Por lo general, las personas que trabajan en asociaciones de ayuda juvenil tienden a repartir sus juicios con la medida de la botella medio llena, medio vacía.

"En el CIMO (Centro de Iniciativas de la Juventud) vemos apatía y falta de ilusión generalizada. Muchos de los 200.000 nuevos titulados universitarios anuales afrontan con pesimismo la búsqueda de empleo. Saben que hay un elevado porcentaje de puestos de cajeros, reponedores, almacenistas, dependientes, etcétera ocupados por diplomados o licenciados", afirma Yolanda Rivero, directora de esa asociación que atiende a diario a más de 600 jóvenes. Con todo, descubre también a muchos jóvenes capaces de adaptarse y de asumir retos y riesgos. "La generación JASP (jóvenes sobradamente preparados) tiene la ventaja de su mayor formación. A la vista del panorama, continúan formándose, viajan, trabajan, de camarero, si es preciso, para pagarse un master y aprovechan sus oportunidades, aunque, eso sí, en casa de papá y mamá hasta los 35 años, por lo menos".

El catedrático de Psicología Social Federico Javaloy, autor del estudio-encuesta de 2007, Bienestar y felicidad de la juventud española, cree probado que nuestros jóvenes no son apáticos y desilusionados, aunque lo estén, por contagio ambiental. "Lo que pasa es que rechazan el menú laboral que les ofrecemos. El fallo es nuestro, de nuestra educación y nuestros medios de comunicación", sostiene. Aunque las ONG encauzan en España las inquietudes que los partidos políticos son incapaces de acoger, tampoco puede decirse que la participación juvenil en ese campo sea extraordinaria. "Algo menos del 10% de los jóvenes participa en algún tipo de asociación, deportivas, en su mayoría, pero el porcentaje que lo hace en las ONG no llegará, seguramente, al 1%", indica el catedrático de Sociología de la UNED, José Félix Tezanos. Autor del estudio Juventud y exclusión social, Tezanos detecta entre los jóvenes una atmósfera depresiva, un proceso de disociación individualista, condensado en la expresión "sólo soy parte de mí mismo" y el debilitamiento de la familia. "Se está produciendo una gran quiebra cultural. Los componentes identitarios de los jóvenes no son ya las ideas, el trabajo, la clase social, la religión o la familia, sino los gustos y aficiones y la pertenencia a la misma generación y al mismo género; es decir: elementos microespaciales, laxos y efímeros", subraya.

El sociólogo de la UNED se pregunta hasta cuándo aguantará el colchón familiar español y qué pasará cuando se jubilen los padres que tienen a sus hijos viviendo en casa. A su juicio, el previsible declive de la clase media, la falta de trabajos cualificados -"el bedel de mi facultad es ingeniero", indica-, el becarismo rampante, la baja natalidad y el desfase en gasto social respecto a Europa están creando una atmósfera inflamable que abre la posibilidad de estallidos similares a los de Grecia o Francia. "Podemos asistir al primer proceso masivo de descenso social desde los tiempos de la Revolución francesa", augura.

Más apocalíptico se manifiesta Alain Touraine en el prólogo del libro de José Félix Tezanos. "Nuestra sociedad no tiene mucha confianza en el porvenir puesto que excluye a aquellos que representan el futuro" (...) "Se piensa que los jóvenes van a vivir peor que sus padres", escribe el intelectual francés. Y añade: "Avanzamos hacia una sociedad de extranjeros a nuestra propia sociedad" (...) "Si hay una tendencia fuerte, es que tendremos un mundo de esclavos libres, por un lado, y a un mundo de tecnócratas, por otro" (...) "Los jóvenes tienen que trabajar de manera tan competitiva, que se acaban rompiendo (...) No están sólo desorientados, es que, en realidad, no hay pistas, no hay camino, no hay derecha, izquierda, adelante, detrás".

Nadie parece saber, en efecto, con qué se sustituirá la vieja ecuación de la formación-trabajo-estatus estable, si, como pregonan estos sociólogos, la educación en la cultura del esfuerzo toca a su fin y gran parte de los empleos apenas darán para malvivir. Aunque estamos ante una generación pragmática que no ha soñado con cambiar el mundo, muchos estudiosos creen que la juventud no permitirá, sin lucha, la desaparición de la clase media. "El mundo que alumbró la Ilustración, la Revolución francesa y la Revolución industrial está agotado. La superproducción y la superabundancia material en estructuras de gran desigualad social carecen de sentido, hay que repensar muchas cosas, construir otra sociedad", afirma Eduardo Bericat.

Las dinámicas encaminadas a establecer nuevas formas de relaciones personales, la búsqueda de una mayor solidaridad y espiritualidad, más allá de los partidos y religiones convencionales, los intentos de combatir la crisis y de conciliar trabajo y familia, el ecologismo y hasta el nihilismo denotan, a su juicio, que algo se mueve en las entretelas de esa generación. "Son alternativas que, aisladamente, pueden resultar peregrinas, pero que, en conjunto, marcan la búsqueda de un nuevo modelo de sociedad", dice el profesor. ¿Será posible que esta juventud supuestamente acomodaticia y refractaria a la utopía sea la llamada a abrir nuevos caminos?

miércoles, 10 de junio de 2009

MUNDO DE BIBLIÓFOBOS




JOAN BARRIL

Por lo visto, ese sabio del mamporro llamado Arnold Schwarzenegger, gobernador electo del estado de California por el partido republicano, ha decidido que los libros desaparezcan de las escuelas. Schwarzenegger fundamenta su decisión en el presupuesto: lo de los libros es caro y, además, dice, con el soporte digital por internet los alumnos californianos conseguirán una mejor formación.
Lejos de esta humilde pluma poner en duda las innumerables ventajas de los sistemas digitales. Unas ventajas que incluso llegan a multiplicar el error. La información no es lo mismo que el conocimiento. La información es la capacidad de aprender muchos datos en poco tiempo. El conocimiento consiste en hacer pasar esa información por el cedazo de nuestra experiencia, de la socialización, del debate y de la duda mutua.
La latría debida a la tecnología nos está desviando de ese tipo de aprendizajes. Tener acceso a demasiadas cosas a veces comporta la incapacidad de comprenderlas.
Pero esa es la tendencia. No solo Schwarzenegger, sino también Rodríguez Zapatero prometió que todos los alumnos españoles contarían con un ordenador portátil en breve.
Afortunadamente para nosotros, lo que suele prometer Zapatero no se acaba de cumplir jamás. De tal manera que, probablemente, los libros tradicionales continuarán siendo una bonita herramienta de la transmisión del saber, de la historia y de la belleza.
Sin embargo, ahí está una curiosa obsesión: la sustitución del libro por la pantalla. La tecnología es tan invasiva que solo acepta relaciones de sustitución. Quítate tú que me pongo yo. En las ciudades comparten espacio bicicletas y autobuses. La tierra fructifica con la azada o con el tractor. Pero el uso del e-mail ha desplazado al número de teléfono. Y ahora se entiende el ordenador portátil no como un complemento del libro, sino como su definitivo enterrador.
Hace muchos años, un grupo llamado The Buggles cantó aquello de Video kills the radio star, o sea, que el vídeo debía asesinar a la estrella de la radio. Se acabaron los vídeos y los vídeo clubs, pero las estrellas de la radio continúan en nuevos firmamentos. Cuidado, pues, con las tecnologías de sustitución que no prevean el armisticio con los soportes de toda la vida.
Son tan obvios los méritos del libro, que no hace falta recordarlos. Pero el libro es irrompible. El libro es el mismo libro para todos. El libro no comporta más fascinación que su contenido. El libro tiene un autor conocido y una editorial que da la cara. El libro no es anónimo. El libro se reedita. El libro se presta, se subraya, se conserva y se consulta sin necesidad de fluido eléctrico.
Solo es un libro, es cierto. Pero a los adalides de la tecnología supuestamente formativa habríamos de preguntarles cuál ha sido el pecado del libro para que ahora se le quiera apartar de las aulas.
Una de las características de todas las religiones universales consiste en su voluntad de asimilación en nombre de la verdad y de marginar a los idólatras del error. Así ha sido en la cristiandad o el islam. Hoy, la verdad, no es otra cosa que la religión de una tecnología tan potente como frágil.
La falsedad de una pantalla se multiplica en pocos segundos de forma acrítica por todo el mundo. La verdad libresca, en cambio, exige al menos otro libro para rebatirla. Con la pantalla, sabemos. Con el libro, aprendemos a saber.

miércoles, 27 de mayo de 2009

LOS PADRES MOLESTAN




JOAN BARRIL

La llamada reforma de la ley de salud sexual, también conocida como ley del aborto, ha sacado a la luz algunos aspectos de la controvertida mayoría de edad. Se enfrentan dos concepciones cada vez más alejadas. Una de ellas es la que considera que las responsabilidades de los jóvenes son cada vez mayores y a edad más temprana. La contraria se plasmaría en una actitud sobreprotectora propia de una adolescencia demasiado larga.
En el fondo de la cuestión está la presencia de los padres, que en el caso del aborto a los 16 años puede desaparecer. Ese es el segundo principio que puede caer con la aprobación de esa ley. Se nos propone que, para un aborto a los 16 años, los padres no hace falta que estén ni siquiera informados. La consellera Marina Geli insiste en la pintoresca propuesta de que las chicas en trance de aborto puedan ir acompañadas por una persona adulta, que, por lo visto, jamás estará tan mal vista como los padres.
En todo este lío, ya no se trata de rebajar la mayoría de edad de los jóvenes a todos los efectos. También aparece un nuevo elemento: la extinción de la responsabilidad parental. Esa reforma propone que se sea padre hasta los 16 años. A partir de aquí, las relaciones paterno-filiales van a verse determinadas por la voluntariedad y esperemos que por la cordialidad. Y es que esa reforma, que con tanta algarabía nos propone el Gobierno, puede conllevar no pocas contradicciones. Hasta ahora, la responsabilidad subsidiaria de los padres era evidente. Su hijo de 16 años, en un alarde de barcelonismo mal entendido, se dedica a cargarse los cristales de los escaparates. El heroico gamberro es detenido por los Mossos. ¿Quién creen ustedes que va a pagar los desperfectos? Ese mismo menor es multado por la posesión o por el consumo de una china de hachís y ya ven a los padres rascándose el bolsillo. Los tutores del instituto llaman a los padres para informarles del bajo rendimiento escolar de su hijo. ¿Se imaginan a esos padres diciendo que ellos ya no tienen nada que ver con su hijo porque él considera que puede hacer lo que le plazca sin informarles?
En esa ausencia forzada de la figura paterna solo ante el derecho del aborto a los 16 años se abren muchos vacíos y no pocas dudas. Si usted, padre o madre, acude a un hospital público ante la sospecha de una apendicitis de su hija, será informado de las consecuencias posibles de aquella intervención y le pedirán la autorización. Se la pedirán a su hija y también a usted. La apendicitis reconoce a los padres una tutela y un derecho a la información que el aborto les niega.
Pero vamos un paso más allá. El hecho de ser padres no implica ser buenas personas. Imaginemos que su hija se acoge a esta ley y se somete al aborto acompañada, eso sí, por la profesora de gimnasia o por la portera del inmueble, pero en ningún caso informando a sus padres. Toda intervención quirúrgica, incluso las menos complicadas, puede desembocar en una complicación. Imaginemos que, a raíz de ese aborto, la complicación surge y los padres descubren el pastel. ¿Quién va a limitar entonces la legítima demanda de responsabilidades a una supuesta mala praxis médica? Y, ante el temor de que esto suceda, ¿han pensado los impulsores de esa reforma que pueden encontrarse con una total objeción de los médicos a practicar abortos en estas condiciones? Ya no sería una objeción de conciencia, sino una simple medida de autodefensa. Que lo piensen: una ley así está reñida con la frivolidad.

martes, 26 de mayo de 2009

LOS PADRES MOLESTAN




JOAN BARRIL

La llamada reforma de la ley de salud sexual, también conocida como ley del aborto, ha sacado a la luz algunos aspectos de la controvertida mayoría de edad. Se enfrentan dos concepciones cada vez más alejadas. Una de ellas es la que considera que las responsabilidades de los jóvenes son cada vez mayores y a edad más temprana. La contraria se plasmaría en una actitud sobreprotectora propia de una adolescencia demasiado larga.
En el fondo de la cuestión está la presencia de los padres, que en el caso del aborto a los 16 años puede desaparecer. Ese es el segundo principio que puede caer con la aprobación de esa ley. Se nos propone que, para un aborto a los 16 años, los padres no hace falta que estén ni siquiera informados. La consellera Marina Geli insiste en la pintoresca propuesta de que las chicas en trance de aborto puedan ir acompañadas por una persona adulta, que, por lo visto, jamás estará tan mal vista como los padres.
En todo este lío, ya no se trata de rebajar la mayoría de edad de los jóvenes a todos los efectos. También aparece un nuevo elemento: la extinción de la responsabilidad parental. Esa reforma propone que se sea padre hasta los 16 años. A partir de aquí, las relaciones paterno-filiales van a verse determinadas por la voluntariedad y esperemos que por la cordialidad. Y es que esa reforma, que con tanta algarabía nos propone el Gobierno, puede conllevar no pocas contradicciones. Hasta ahora, la responsabilidad subsidiaria de los padres era evidente. Su hijo de 16 años, en un alarde de barcelonismo mal entendido, se dedica a cargarse los cristales de los escaparates. El heroico gamberro es detenido por los Mossos. ¿Quién creen ustedes que va a pagar los desperfectos? Ese mismo menor es multado por la posesión o por el consumo de una china de hachís y ya ven a los padres rascándose el bolsillo. Los tutores del instituto llaman a los padres para informarles del bajo rendimiento escolar de su hijo. ¿Se imaginan a esos padres diciendo que ellos ya no tienen nada que ver con su hijo porque él considera que puede hacer lo que le plazca sin informarles?
En esa ausencia forzada de la figura paterna solo ante el derecho del aborto a los 16 años se abren muchos vacíos y no pocas dudas. Si usted, padre o madre, acude a un hospital público ante la sospecha de una apendicitis de su hija, será informado de las consecuencias posibles de aquella intervención y le pedirán la autorización. Se la pedirán a su hija y también a usted. La apendicitis reconoce a los padres una tutela y un derecho a la información que el aborto les niega.
Pero vamos un paso más allá. El hecho de ser padres no implica ser buenas personas. Imaginemos que su hija se acoge a esta ley y se somete al aborto acompañada, eso sí, por la profesora de gimnasia o por la portera del inmueble, pero en ningún caso informando a sus padres. Toda intervención quirúrgica, incluso las menos complicadas, puede desembocar en una complicación. Imaginemos que, a raíz de ese aborto, la complicación surge y los padres descubren el pastel. ¿Quién va a limitar entonces la legítima demanda de responsabilidades a una supuesta mala praxis médica? Y, ante el temor de que esto suceda, ¿han pensado los impulsores de esa reforma que pueden encontrarse con una total objeción de los médicos a practicar abortos en estas condiciones? Ya no sería una objeción de conciencia, sino una simple medida de autodefensa. Que lo piensen: una ley así está reñida con la frivolidad.

lunes, 25 de mayo de 2009

LA PALABRA DESTILADA




JOAN BARRIL

La poesía se ha instalado en la ciudad. Parece el guión de una película. En El lado oscuro del corazón, una película de Subiela basada en textos de Juan Gelman, Oliverio Girondo y Mario Benedetti, su personaje principal es un poeta que sobrevive vendiendo sus poemas a quien se los pide. No son poemas para editar, sino para ser oídos. Ese poeta del instante solo aspira a encontrar una mujer que pueda volar. Se acerca a las ventanillas de los bancos y, en vez de pedir dinero, ofrece a las cajeras los versos que entre tanta cifra no pueden encontrar. Se sienta en las barras de un bar dispuesto a zambullirse en las últimas copas de la madrugada y empieza a musitar un poema a la mujer solitaria que se sienta junto a él. Él empieza el poema, ella lo acaba y le adivina el autor. «Me llevás a alguna parte», dice la mujer. ¡Qué maravilloso amor surge del poema que uno empieza y el otro acaba! ¿Para qué llevarla a ninguna parte, si el poema compartido ha creado un ámbito irrepetible? Pienso en cómo sería una ciudad en la que sus ciudadanos se comunicaran entre sí con poemas. Las multas de los guardias serían poesía moral. Una mañana en el mercado se convertiría en unos juegos florales dedicados a la concupiscencia de la materia. Y, en los parlamentos, los diputados se mirarían los unos a los otros sin griterío, porque hasta la palabra más afilada tendría una intención de belleza.
El festival Barcelona Poesía nos recuerda que en estos días de épica futbolística todavía queda algo de lirismo. Plazas, librerías, teatros y playas se han llenado de gente que cuenta sus cosas y de gente que las escucha por el simple placer de destilar las palabras para conseguir ese líquido que se asemeja a la verdad.
Y entonces llegan los de la editorial Tusquets y, en los fastos de sus 40 años de vida, nos recuerdan una de las mejores colecciones de poesía española que existen. Sus marginales han dejado los márgenes y avanzan con paso firme por las avenidas. Y allí estaba, entre otros, Carlos Marzal, que acaba de publicar Ánima mía. La lectura de los poemas de Marzal siempre produce la humana sensación de la envidia y la alegría del consuelo de tener a mano alguien que equilibra la balanza entre sentimientos y pensamientos. Ánima mía, el último poemario de Marzal, refuerza el impacto causado por Metales pesados. Aplanado me tienes, Carlos, bajo el peso molecular de tu escritura. Orgulloso me siento de una ciudad que todavía es capaz de mostrar el oro entre tanto barro literario.
Inocencia y vergüenza
De la infancia nos queda el sentimiento de culpa. Si subimos al metro sin billete y nos pescan, no hay injusticia que esgrimir. Eran las reglas y las hemos violado. Algo vergonzoso asoma en el rubor de las mejillas. Si entramos en una librería y nos llevamos un libro sin pagar, no hay argumentos que puedan justificar el robo aduciendo que la cultura debería ser un bien colectivo y gratuito. Lo sorprendente es que, ante los escándalos, algunos partidos se mantienen en sus trece con una desfachatez insólita. Ahora nos dice Camps que todo lo que le están haciendo es para hundir a la Comunidad Valenciana que preside. Esa confusión entre cargo y país en Catalunya la conocemos bien. La vergüenza, ausente.

viernes, 22 de mayo de 2009

EL PRESIDENTE DESNUDO



JOAN BARRIL

En el gran carnaval de la política lo importante no es la verdad, sino los disfraces. Lo importante no es la sospecha, sino los defectos de forma. Los más viejos del lugar recordarán el famoso caso Naseiro, un episodio de corrupción que afectó a importantes cargos del PP, cómo no, de la Comunidad Valenciana. El caso Naseiro dejó de ser un caso porque las cintas telefónicas grabadas de las que se infería su culpabilidad tenían problemas de credibilidad judicial. Ya saben el latinajo que dice in dubbio, pro reo: ante la duda hay que actuar a favor del presunto culpable. No suele ser así.
Pero una cosa es salvar a alguien de la cárcel por un bienintencionado garantismo, y otra, el mantenimiento de los sospechosos al frente de organismos de gobierno. En el ya famoso caso de los vestidos de Francisco Camps es evidente que se trata de un hecho penalmente menor, pero políticamente relevante. Sin embargo, la reacción política ha sido de grandes alharacas y de adhesiones incondicionales. Cuando conviene, los jueces son el brazo del pueblo. Cuando no conviene, los magistrados son unos sicarios del Gobierno.
Y es entonces cuando se explica que las pequeñas trapacerías textiles de un gobernante se cubran con los gritos de “presidente, presidente”. Los que se llenan la boca con el Estado de derecho tienen un concepto gaseoso del derecho y una idea patrimonial del Estado. Al Estado y al derecho se les ha de defender con una apelación a la confianza del ciudadano. Mal contribuye esa juerga popular que envuelve al imputado Camps a la credibilidad de la política. La dimisión es algo que ya no se lleva. Hoy, tras tanta comedia con los trajes, un niño puede decir --como en el cuento infantil-- que el presidente valenciano va desnudo.
La fórmula es responder al ataque judicial con el griterío de las gentes. La justicia ya no es el resultado de unas leyes y de una investigación. La justicia se está convirtiendo de nuevo en algo asambleario, como los antiguos griegos que mandaban a sus ciudadanos innobles al ostracismo a base de depositar sus piezas en forma de concha de ostra en el cesto de la inocencia o de la culpabilidad. Alguien se ha dado cuenta de que la opinión pública se mide por decibelios que pueden alterar el silencio de las sentencias.
Ahí está, por ejemplo, uno de los máximos encausados, Álvaro Pérez, también conocido como el Bigotes. Pues ahí, al palacio de justicia, llegó el Bigotes con los bigotes puestos. No solo eso, sino que alguno de sus simpatizantes --¿cómo se puede simpatizar con la sospecha de delito?-- no dudó en enarbolar pancartas en las que campaba un enorme mostacho negro como el del imputado de Orange Market.
En este curioso vodevil del Partido Popular ha regresado la época de todas las batallas antiguas. Los bigotes de Álvaro Pérez ya no son un adorno piloso, sino una prueba de resistencia. Más aún: es un logotipo de la resistencia del chanchullo frente a la justicia. Si el tal Pérez fuera un noble, imprimiría sus bigotes sobre un campo de gules y con esa plasmación heráldica marcharía como un caballero andante para decapitar a sastres infieles y arrancar puñetas torcidas. Gracias, el Bigotes, por darnos motivos de risa en el hastío político.

viernes, 15 de mayo de 2009

EL ESTADO DEL ESTADIO




JOAN BARRIL

Todavía resuenan en los oídos de las Españas el grito del "¡Pooodemoooos!", referido a la posible --y a la postre, real-- victoria de la selección española en la Eurocopa del año pasado. La épica popular va por barrios y probablemente ciertos comentaristas de la capital solo entienden la épica de sus propios colores. De tal manera que, cuando consideran que el gran partido del día no les hace vibrar, entonces se entretienen en la letra pequeña y la escriben con palabras enormes: El himno humillado, Bochorno en Mestalla. Algunos incluso llegan a sugerir la prohibición de que los equipos de ayer puedan continuar jugando en esa competición tan humillada por los silbidos de unos cuantos. Cuando el fuerte no tiene ganas de pensar, lo mejor siempre es la prohibición del débil.
La civilización consiste, entre otras cosas, en saberse comportar. No es lo mismo una taberna que un baile de gala. No se actúa de la misma manera en un entierro que en una boda. ¿Existen unas normas de buena conducta para cada deporte? Durante muchos años, se consideró que el tenis exigía silencio, hasta que los responsables de ese deporte abrieron la manga para que se convirtiera en un nuevo templo del hooliganismo. Si eso sucede con el tenis, ¿qué vamos a decir del fútbol? Alguien permitió que el fútbol dejara de ser un espectáculo deportivo y se convirtiera en un ámbito en el que valía todo. En los distintos campos europeos o americanos se han lanzado desde las gradas insultos, botellas, cabezas de cerdo y bengalas. Las aficiones más radicales se han enfrentado y luego se ha tenido que legislar sobre los cadáveres. Y, sin embargo, lo verdaderamente grave de este comportamiento, por lo visto, es el hecho de silbar al himno nacional. También hace poco Sarkozy anunció que no habría más partidos amistosos con aquellas selecciones cuyos aficionados inmigrantes silbaran La Marsellesa.
A los escandalizados les sugiero dos soluciones rápidas para acabar con ese problema. La primera: que si no quieren que el himno sea silbado, simplemente no lo pongan. ¿Realmente es imprescindible para la buena práctica del fútbol una música sin letra más propia de recepciones de presidentes? La segunda: a esos que se la cogen con un papel de fumar por el silbido al himno que representa al Estado, ¿por qué no se avienen a reconocer a las selecciones deportivas catalanas o vascas?
Cuando el fútbol, azuzado por sus gestores, deja de ser un juego se convierte en una batalla de símbolos que van más allá de los colores del equipo. Existen ciudadanos que no consideran que España sea su país. Y acaso esos ciudadanos, a los que la Constitución permite votar iniciativas claramente independentistas, ¿van a ver negado su derecho a silbar en un estadio un símbolo del Estado del que quieren separarse? De tanto patriotizar al fútbol, los estadios se han convertido en una plaza pública de la adhesión o el descontento. Anteayer tocó protesta. Representa exactamente eso: la oportunidad de expresar un malestar y una quimera. Los que hoy hablan del "himno humillado" no saben lo que es el goteo de humillaciones que desde hace años vienen destilando.
No soy de himnos. La Marcha Real no me pone. Y siempre hay alguien más autorizado a cantar Els Segadors que yo. Prefiero el silencio voluntario de las multitudes. En vez de los silbidos, ¿qué habría sucedido si, al final del himno de anteayer, 60.000 personas hubieran permanecido en silencio? Solo en el silencio puede aflorar la reflexión del necio.

jueves, 23 de abril de 2009

SANT JORDI

Sant Jordi, espejo de un país

  1. Coincidimos en sentirnos parte de una identidad diferenciada en defensa de intereses comunes
 SILVIA ALCOBA

ERNEST Benach.

Si, como suele decirse, la cultura es el alma de los pueblos, la Diada de Sant Jordi es un reflejo significativo de lo que somos. Somos catalanes, una nación dinámica que avanza entre las propias contradicciones.
La Diada de Sant Jordi es una fiesta que celebramos sin dejar de trabajar. Una fiesta que se vive desde la individualidad, desde el terreno personal, con la acción del regalo de la rosa y el libro como momento central de la celebración. Esta muestra de estima íntima es lo que la hace singular, pero, paradójicamente, la fiesta adquiere su significado por su dimensión social, por el hecho de que es vivida por todas y todos en nuestras ciudades, en nuestros pueblos.
Lo que la hace especial son las calles inundadas de rosas; son las paradas de libros con los autores firmando sus ejemplares, convirtiéndose en merecido centro de atención; es el entusiasmo de miles de jóvenes intentando ganar dinero por una causa social o un viaje de fin de curso, o el de personas emprendedoras que intentan conseguir unos euros más para llegar a fin de mes; son los libros escritos en lengua catalana que serán leídos los próximos días; es la alegría y la sonrisa compartida de millones de personas; son las parejas que, abrazadas, pasean su sentimiento. Es el contagioso entusiasmo de una nación viva.
Y es también la idea de libertad. Decía el president Companys que "Catalunya y la libertad son la misma cosa", y por Sant Jordi se convierte en presente un ideal de Catalunya, ya que el amor y la cultura no conocen otro territorio que la libertad.
Es una fiesta singular que cobra fuerza por su pluralidad, que cada uno vive a su manera y se la apropia hasta convertirla en una fiesta de todos, en la que nadie se siente excluido. Año tras año evoluciona, como evoluciona nuestra sociedad, pero mantiene su esencia, que hace de ella una fiesta de país, que la convierte en motivo de orgullo de los catalanes.
El 23 de abril tiene una significación especial porque es nuestro día de los enamorados, nuestro día del libro, y constituye una parte fundamental de nuestra identidad como personas, como sociedad y como nación.
Asimismo, si existe un espejo que refleje la imagen de una sociedad, es inevitable que se refleje en él también el sistema político. En este sentido, entender el día del libro y de la rosa, su singularidad, su pluralidad y sus contradicciones permite al mismo tiempo comprender las singularidades, la pluralidad y las contradicciones del catalanismo político, más allá de las relaciones entre los partidos políticos que representan a la ciudadanía.


miércoles, 15 de abril de 2009

ABORTO, ¿PECADO O SACRAMENTO?



El debate que sobre el aborto se ha abierto en los medios de comunicación me parece no solo inmoral si no también aberrante. Me da la impresión de que el tema se ha convertido en un debate ideológico entre dos sectores enfrentados y que como siempre, se margina a la autentica víctima del proceso, la mujer.

Que una entidad que se autoproclama la voz de dios en la tierra, que predica a bombo y platillo la caridad y la piedad trate a la mujer que aborta de asesina y pervertida me eriza la piel del alma. Que las organizaciones pro abortistas defiendan este “derecho” como si se tratara de un capricho o una opción más me pone contra la pared.

Como marido, padre y abuelo de mujeres presiento la tragedia que recurrir al aborto puede representar. Siempre habrá desalmados, asesinos o inconscientes que recurran a la interrupción del embarazo como una forma de anticonceptivo, pero para la inmensa mayoría, recurrir a este medio es un drama que marcará para siempre sus vidas, una herida que se mantendrá abierta y supurante hasta el último suspiro.

La mujer que aborta, arranca un trozo de su alma, es uno de los trances más duros que le pueden acontecer a un ser humano. Cada aborto es una lacra que cae sobre nuestra sociedad.

Una sociedad que obliga a una madre a desprenderse traumáticamente de su futuro hijo, es una sociedad enferma, y ella no es una pecadora, ni una viciosa, ni tampoco una defensora de los derechos de la mujer, es la víctima del cúmulo de despropósitos que la han arrastrado a esa decisión.

¿De verdad no podemos hallar caminos alternativos?. ¿Somos incapaces de ofrecer a esa madre una mano que la rescate de la desesperación?.

A veces me pregunto qué haría yo, si fuera mujer y quedara embarazada sin posibilidad de sacar a mi hijo adelante. ¿Lo tendría y lo daría en adopción? ¿Sacrificaría mi carrera mi porvenir y a mis padres por tener ese hijo?.

Me enferma nada más pensarlo, hay quien dice que siempre hay una solución, pero rezo ( sin saber a quién) para que ninguna mujer tenga que volver a la encrucijada, para que ninguna madre se vea obligada a arrancarse un trozo de vida.

Con respecto a la posición de La Iglesia Católica, les recordaría aquella frase. “Si los hombres pariesen, el aborto seria un sacramento”

Juanmaromo



¡CON LA IGLESIA HEMOS TOPADO!





El lince y el temor de Dios

Los predicadores medievales se entregaban a los revolcones que condenaban. Los sermones iban por un lado y su vida, por otro

1. • En la edad media la Iglesia ya recurrió al felino para lanzar mensajes manipuladores y tremendistas



ALFONSO S. Palomares*

En ocasiones, los caminos que sigue la inspiración para lograr un cartel perturbador en el paisaje publicitario son tan sinuosos e inescrutables como los que conducen a la santidad. Es el caso del niño y el cachorro del lince, dos bellas inocencias muy diferentes que soportan un texto dramático contra el proyecto de ley del aborto. Se trata de la foto de un niño, pero metafóricamente representa un embrión en el juego manipulador. En el cachorro del lince no hay metáforas: es un cachorro de lince, aunque no sea de lince ibérico, sino de lince boreal.
No es la primera vez que la Iglesia utiliza al lince para trasladar el peso del temor de Dios a las conciencias de los hombres y, especialmente, de las mujeres. El bellísimo lince de Beocia fue utilizado con fruición, a finales de la edad media, en varias geografías europeas, contra las pasiones pecaminosas que encendían en el corazón y en la sangre de los hombres la tersa y tibia piel de las mujeres. Estos incendios de lujuria eran una gravísima ofensa al Señor, gritaban fogosos predicadores en plazas y caminos, a veces también en iglesias y catedrales, e incluso, en ocasiones, en palacios nobles, donde los acogían las piadosas cortesanas que vivían con temor su belleza por los efectos devastadores y pecaminosos que causaba sobre el sector macho de los fieles. Les decían que su belleza era el origen del pecado.

PARA ALGUNOS predicadores, el lince de Beocia era una parte fundamental del éxito de sus mensajes tremendistas. Este animal tenía unos ojos tan luminosos que traspasaban la piel y podían ver el interior de los cuerpos. A los predicadores no les preocupaba lo que había en el interior del cuerpo de los hombres: les fascinaba contar lo que envolvía la hermosa piel de las mujeres. Les gustaba manosear verbalmente la belleza superficial de esas pieles, para centrarse después en lo sustantivo de su discurso.
Si hacemos caso de n gran historiador de la edad media, el holandés Johan Huizinga, los ejes básicos de la predicación eran variaciones sobre el mismo tema. Uno de ellos era el de la fealdad interior. Les repetían que los ojos del lince no se paraban en el exterior, sino que entraban dentro, y en aquel momento tenían la certeza de que la belleza del cuerpo estaba solo en la piel, pues si los hombres viesen lo que hay debajo de ella, como lo veía el lince de Beocia, sentirían asco a la vista de las mujeres. Su lindeza consiste en mucosidad y sangre, en humedad y bilis. Y, seguían diciendo, el que considera todo lo que está oculto en las fosas nasales y en la garganta y en el vientre encuentra por todas partes inmundicias. Y si no podemos tocar con las puntas de los dedos una mucosidad o un excremento, ¿cómo podemos sentir deseo de abrazar el odre mismo de los excrementos?

EL MENSAJE era terrible, cargado de dramatismo, porque llamaba directamente a la mujer odre de excrementos. Lenguaje vomitivo. Decían con toda claridad que el motivo de predicaciones tan extremadas era el de trasladar a las conciencias, a las de los fieles y lo menos fieles, el temor de Dios. Que vivieran en el temor de Dios. Las gentes les escuchaban compungidas, con lágrimas en los ojos, pero también sabemos por las crónicas de la época y del mismo Huizinga que sumaban multitud los hombres y mujeres que se revolcaban con apasionado desenfreno. Incluso hay testimonio de que alguno de esos predicadores se entregaba fogosamente a tales revolcones. Los sermones iban por un lado y su vida, por otro. Hacían el pan con otro trigo.
Mientras el secretario de la Conferencia Episcopal, Juan Antonio Martínez Camino, miraba las pruebas del famoso cartel del niño y el cachorro del lince, en la ciudad brasileña de Recife unos médicos, a petición de la madre, interrumpí- an la gestación de una niña de 9 años embarazada como consecuencia de las repetidas violaciones por parte de su padrastro, que, casualmente, era el único que decía que quería que los niños nacieran. Los médicos diagnosticaron que ese embarazo destrozaría los órganos de la madre, que no estaban desarrollados para llevar adelante la gestación, y que peligraba seriamente la vida de los tres. El arzobispo de Recife, Cardoso Sobrinho, hizo pública la excomunión de la niña, los médicos y la madre de la niña. Estalló el escándalo, y monseñor replicó que era su deber alertar al pueblo para que viva con temor de las leyes de Dios. Lince y temor de Dios. Un cóctel medieval.

MIENTRAS hacían el cartel del lince, David nacía en Sevilla seleccionado genéticamente para poder curar a su hermano Andrés de una enfermedad hereditaria que le condenaba a un drama vital y a una muerte segura. Lo curó. Una vida que salva a otra vida. Y el monseñor que presentó con irritada piedad el famoso cartel dijo que para que naciera David habían matado a varios hermanos. Se refería a los embriones. Habría que decirle a monseñor lo que escribió el profesor del Consejo Superior de Investigaciones Científicas Jesús Mosterín: "Una bellota no es un roble, una oruga no es una mariposa y un embrión no es un niño".
Sobre el aborto, que es un drama siempre, había que hablar, reflexionar y prevenir, nunca insultar, acusar y descalificar. No vivimos en una época en la que crezca mucho la siembra del temor de Dios, a pesar de los linces.

*Periodista

viernes, 20 de marzo de 2009

DE LA BURUJA AL AGUJERO NEGRO


“El dinero no se crea ni se destruye, solamente cambia de mano”.

En una economía de mercado como la nuestra, la masa monetaria está controlada por los bancos centrales, por lo tanto debemos considerarla estable. Primero estalló la burbuja inmobiliaria, después fue la bursátil, y ahora le toca el turno a la burbuja financiera.

Los bancos no conceden préstamos por falta de liquidez, los estados tienen un déficit creciente, las inmobiliarias quiebran una tras otras, las familias y las empresas están al borde de la suspensión de pagos, ¿A dónde ha ido a parar la ingente cantidad de dinero que pululaba estos años por los mercados?

Como no creo en los agujeros negros devoradores de fondos, deduzco que ese dinero está en poder de alguien, pero ¿de quién?.

Las grandes beneficiarias del boom de la construcción, fueron las inmobiliarias y los intermediarios, que se embolsaban pingües beneficios en cada operación. Todos sabemos que cada transacción conllevaba un alto porcentaje de dinero negro, opaco para hacienda y para los controladores económicos, si tenemos en cuenta que las grandes constructoras son actualmente insolventes, y los bancos y cajas están vacios, deduzco que ese dinero está en manos de grandes especuladores que lo tienen retenido en paraísos fiscales en espera de lanzarlo al mercado cuando el ciclo sea más propicio.

Actualmente tenemos más de un millón de viviendas a la venta y unas trescientas mil inacabadas, lo cual a un coste promedio de doscientos mil euros, nos supondría un montante de 260.000 millones de Euros, que repartidos entre los cuarenta millones de españoles nos tocan a 6.500 euros “per cápita”. Desde luego la cantidad es impresionante, pero el agujero financiero es muchos más importante.

Desde hace unos años, se nos viene avisando de que las mafias han dejado las drogas en manos de las pequeñas familias y se han dedicado a la especulación financiera, mucho más rentable y “respetable” ¿Alguien recuerda la tercera entrega de EL PADRINO?...

No hay estados ni organizaciones capaces de oponerse a una fuerza tan poderosa, de hecho se sabe que la gran burbuja financiera norteamericana fue alimentada por las mafias económicas, mientras las grandes consultoras y auditoras miraban hacia otro lado.

En algunos lujosos despachos de Dubai, Wall Sreet o La City londinense, ya se están planeando las proximas guerras que serviran para rentabilizar estos caudales ocultos, que cuando salgan a la circulación, volverán a generar otra gran burbuja, es el nuevo "Big bang" de nuestros dias, las crisis dejaron de ser ciclicas, ahora están científicamente programadas.

Me temo que tardáremos a ver la luz de la salida del túnel, y que cuando la vislumbremos, será para quedarnos ciegos del fogonazo.

JUANMAROMO


jueves, 19 de marzo de 2009

FALSEDADES PAPALES

JOAN BARRIL

Todas las asociaciones, clubs o partidos tienen unas reglas que son acatadas por sus afiliados y simpatizantes. Eso es, al fin y al cabo, lo que las distingue. Se trata de un conjunto de normas y de valores que suelen estar escritos para que nadie se olvide de ellos. En el caso de la Iglesia católica, esas normas y esas creencias forman parte de un gran cuerpo literario al que se denomina Evangelio. Y de ahí los santos padres de la Iglesia han establecido una serie de preceptos que forman parte de la doctrina. Una cosa es la dicha palabra de Dios y otra, la interpretación que las distintas jerarquías eclesiásticas han hecho de esas palabras. Así en el catolicismo y así en el islam. El poder temporal siempre acaba llevando el agua divina al molino de la jerarquía.
Pero una cosa es creer y otra cosa es mentir. Todas las religiones del Libro consideran que la suya es la única verdadera. De esa manera se tilda a aquellos que no la profesan de infieles. Y contra el infiel vale todo. Considerar la religión propia como la única verdadera no llega a ser una mentira. Es, al fin y al cabo, una opinión que refuerza a los creyentes.

Pero lo que sí es una mentira evidente es considerar, como ha hecho Benedicto XVI, que el uso del condón es la causa de la propagación del sida. En el manual de uso de la religión católica no estaba prevista una falsedad de tal calibre y, al mismo tiempo, tan enormemente peligrosa. Lo de Galileo considerando que la Tierra giraba en torno al sol no hace daño a nadie.

Pero proclamar la retirada del preservativo en uno de los continentes más azotados por el sida es algo que clama --y nunca mejor dicho-- al cielo. Las relaciones entre la ciencia y la Iglesia siempre han sido tensas y siempre han obligado a la Iglesia a batirse en retirada. Ahora no hablamos de ciencia, sino de prevención. A un lado, la muerte; al otro, el sentido común. El mensaje del Santo Padre en su visita a tierras africanas no conlleva nin- gún tipo de esperanza. Si realmente cree que la sexualidad humana es una tentación del diablo, el condón sería el mal menor.

Ignoro si el Papa ha emitido su mensaje desde su supuesta infalibilidad pontificia. Pero da la sensación de que Benedicto XVI lleva bastantes errores en su por ahora breve pontificado.

http://www.elperiodico.com/default.asp?idpublicacio_PK=46&idioma=CAS&idnoticia_PK=596432&idseccio_PK=1006

lunes, 16 de marzo de 2009

CLASES MEDIAS Y FASCISMO





Clases medias, crisis y fascismo

1. • La crisis económica puede servir de desencadenante para todo tipo de tentaciones dictatoriales

FRANCESC Sanuy*

Entre los años 1960 y 1962 viví en EEUU como becario Fulbright y, después, como profesor adjunto de Economía del Trabajo en la Cornell University de Nueva York. En el verano de 1961 participé en un seminario en la Universidad de Berkeley de California y allí me recomendaron la lectura o reading assignment de un libro de Seymour Martin Lipset: Political Man. Tengo grabado el recuerdo de la obra y que me impresionó mucho el capítulo quinto, que relacionaba el nacimiento de los movimientos extremistas o fascistas con la reacción de las clases medias contra el maltrato sistemático que, en tiempos difíciles, se les aplica por parte de los poderes constituidos.
Tanto me impactó entonces que, 47 años más tarde, al reflexionar sobre las posibles consecuencias sociales y políticas de la presente crisis económica, alguna neurona me trajo a la memoria al autor, el título e incluso el capítulo. De modo que le pedí a mi hija si me podría encontrar el texto en la biblioteca de la Pompeu Fabra. Y, efectivamente, localizó una reedición que he hojeado con renovado interés. Dice, en efecto, el autor que las clases sociales menos sofisticadas culturalmente y con una visión más simplista de los grandes asuntos tienden con más facilidad al autoritarismo. Afirma también que los movimientos de masas pueden tener expresiones extremistas basadas en la clase trabajadora alta y media.

SEGÚN EL esquema generalmente aceptado, la derecha representa una cierta aristocracia y el conservadurismo, mientras que la izquierda significa la reforma y la igualdad. Sin embargo, el factor religioso o las pugnas regionales y territoriales pueden romper la divisoria de clases. En la Alemania y la Austria prenazis, por ejemplo, los votantes hitlerianos eran más de centro y clase media que de derecha. Por su parte, el fascismo fue una ideología populista que inspiró a las pymes partidarias de la libre competencia, de la propiedad privada con posibilidad de generar beneficios contra los monopolios y las grandes empresas capitalistas. Fueron, pues, las clases sociales más desplazadas (pequeños comerciantes, campesinos, autó- nomos y regionalistas como los de Schleswig-Holstein contra Prusia) los que se enfrentaron al gigantismo y al centralismo. Concretamente, en Alemania, el Mittelstand, que es la base del progreso económico, siempre simpatizó con el federalismo, aparte de luchar contra la unificación. En la Francia del general De Gaulle, además del Rassemblement du Peuple Français, estaba la UDCA (Unión de Defensa de los Comerciantes y Artesanos), el poujadismo (10% en las elecciones de 1956), la clase media baja, los trabajadores independientes o la pequeña burguesía de las regiones decadentes.

ASÍ, PUES, el caldo de cultivo de los movimientos totalitarios puede nutrirse de los sectores descontentos en momentos de adversidad, de los que se sienten psicológicamente relegados, de los económicamente inseguros, de los que se consideran víctimas del sistema en el fracaso personal, de los socialmente aislados no demasiado instruidos y de los autoritarios que ven cómo los poderosos les llevan a perder estatus social. Todo ello constituye un conjunto de ambiciones frustradas que recuerda la llamada de Engels, en 1890, a los que no tenían nada que esperar (más que nada que perder) y convocaba a las víctimas reales o imaginarias de la injusticia social y a los que rompían todo vínculo con la situación establecida
Mutatis mutandis, la crisis económica actual, que en muchos sentidos ya supera a la gran depresión de 1929, puede servir de desencadenante para todo tipo de tentaciones dictatoriales alimentadas por los combustibles tóxicos del odio y el resentimiento. Algunos observadores ya empiezan a mostrar la preocupación por un posible resurgimiento del fascismo. Y, efectivamente, existen algunos indicios, sin ir más lejos, en las filas del sindicalismo británico, donde el partido fascista British National Party se ha apropiado del eslógan "puestos de trabajo británicos para los trabajadores británicos" para hacer de ello un elemento de xenofobia.

EN EL CONJUNTO de Europa también es visible la reaparición de un antisemitismo fomentado por los inmigrantes musulmanes. Los ataques a las sinagogas van acompañados de blogs financieros que atribuyen a la perfidia de Judas y Shylock los desastres de Lehman Brothers o Madoff. También los primeros inmigrantes irlandeses que llegaron a EEUU, huyendo del hambre de la patata, fueron recibidos inicialmente con rótulos que rezaban: "No contratamos a irlandeses", con el mensaje sobreentendido de que quitan el trabajo y son leales solo al Papa de Roma. Y es que el populismo económico siempre busca culpables entre los habituales muñecos del pimpampum víctimas de los prejuicios raciales y de la discriminación, mientras que no hace referencia alguna a los auténticos responsables de la catástrofe. Vigilemos, pues, este rebrote del fascismo, especialmente cuando la cara fea del monstruo liberticida puede presentarse por internet y causar más maldades aún que durante los años 30. Y anotemos a los que realmente se merecen el oprobio y, en cambio, siguen con altivez e impunidad llenándose los bolsillos como si no hubiesen roto nunca un plato.

viernes, 6 de febrero de 2009

LA GENERACIÓN DE LA CRISIS

Hace unos meses, la veterana presidenta de una asociación de discapacitados de una localidad de la periferia de Madrid me contaba preocupada que algunos padres jóvenes de niños con problemas son poco batalladores. Dan por supuesto que la atención extra a sus hijos, los talleres ocupacionales, las terapias novedosas, los pisos para cuando se emancipen los que puedan hacerlo..., que todo eso está garantizado. Que no hay que luchar, solicitar la subvención, pelear euro a euro, convenio a convenio. Y me recordaba que ella y otros pocos, tuvieron que crear de la nada la asociación cuando la democracia sacó de casa a los distintos. Y que no han parado de trabajar hasta hoy. Por sus hijos, que ahora se acercan a los 30 años, y por los que han venido detrás.
Me viene a la memoria aquella conversación cuando escucho el clamor airado de los que le piden directamente al Gobierno un puesto de trabajo. Como hasta hace unos meses pedíamos un piso en propiedad. O los que esperan que haya una máquina dispuesta a quitarle la nieve de la rampa de su garage tras cada nevada. La vivienda, el trabajo y la seguridad son derechos constitucionales, y a las administraciones hay que exigirles que creen las condiciones para que todos podamos ejercer esos derechos con dignidad. Exigir y reivindicar como ciudadanos de una sociedad civil adulta, no como niños que le piden a papá que haga magia para que desaparezca el dolor de tripa.
Pero buena parte de culpa la tiene la clase política dirigente. Nos tratan como si fuéramos inmaduros a los que engatusar con promesas que parecen cartas a los Reyes Magos. Unos nos prometen el pleno empleo dos minutos antes de que estalle la locomotora de nuestra economía. Otros nos prometen la mínima fiscalidad y el tope de servicios sociales. Como si fuéramos incapaces de comprender la complejidad del mundo en el que vivimos.
Existe toda una generación que va a crecer de golpe con esta crisis económica. Así que, por favor, que nos hablen claro, porque ya sabemos quiénes van a pagar los platos rotos de la fiesta que se acaba.

PEPA BUENO

viernes, 9 de enero de 2009

POR DECRETO: FIN DEL 2008.

Qué rápido se van los años. Este mes se cumplen tres años del inicio de esta Bitácora. La perseverancia con que se ha mantenido este espacio no se debe a mi disciplina; sino a quienes, con sus comentarios, me hacen sentir parte de un tejido humano cuya preocupación central es Nicaragua. La experiencia de escribir y recibir opiniones sobre lo que se escribe genera una relación nueva en el mundo de la escritura porque convierte al lector en escritor a su vez y permite un debate que, si bien está marcado por límites de espacio, es quizás gracias a eso, ágil y dinámico. Ciertamente que, a veces, la discusión se estanca o gira sobre sí misma, pero aún cuando esto sucede, la confluencia de los más diversos estilos o enfoques, la posibilidad de disentir, de expresar incluso prejuicios, desconfianzas o lo que sea contra quien escribe estas líneas, genera a fin de cuentas un espacio de libertad que es, en sí mismo, gratificante.
Aprovecho entonces el comienzo del año para agradecerles a todos los y las participantes sus comentarios e invitarles a que continuemos haciendo uso de este instrumento para conocer mejor lo que pensamos, tanto sobre los acontecimientos coyunturales que suceden en nuestro país, como sobre los temas más amplios que espero podamos seguir ahondando en 2009.

No puedo despedirme de este año sin mencionar el grave precedente sentado por el Presidente Ortega al desoír la protesta de la Asamblea Nacional frente al modo en que se condujeron las elecciones municipales. Esa protesta, que expresó su seriedad al bloquear la aprobación del Presupuesto del 2009, ameritaba su consideración. Si por la víspera se hace el día, no sería de extrañar que actuar por decreto se convierta, de ahora en adelante, en otra de las maneras de restarle fuerza a los instrumentos de poder del estado para controlar las acciones del Ejecutivo. Igual que se han obstaculizado las protestas populares con la agresión de grupos organizados, la labor de los medios con amenazas y campañas difamatorias, la protesta de los intelectuales atribuyéndoles el mote de caja de resonancia de intereses foráneos, esta última maniobra de gobernar por decreto argumentando que los parlamentarios son “irresponsables” u obedecen a intereses “extranjeros”, sólo vendría a confirmar la instauración de un poder que se considera a sí mismo absoluto, árbitro único de lo que es bueno o malo para el país.

Mientras el mundo se debate en una crisis cuyas proporciones son aún difíciles de medir, Daniel Ortega, incapaz aparentemente de darse cuenta lo sola que está Nicaragua y la irrelevancia que tienen nuestros problemas, se llena la boca jactándose de que hay una campaña en su contra a nivel internacional: Europa y Estados Unidos, los intelectuales del mundo, desde Saramago hasta García Márquez, ya no digamos Sergio Ramírez, además de los periódicos más prestigiosos del planeta, todos, afirma, están confabulados en su contra. Esto, sin incluir la oposición nicaragüense, la “oligarquía”, las mujeres organizadas, la coordinadora civil, las ONG´s. Según él, nadie de estas personas quiere que siga su política social. En otras palabras: el problema no es que su gobierno esté violentando las libertades y espacios políticos de sus conciudadanos con métodos que van desde el fraude hasta la violencia, sino la supuesta voluntad de todos los anteriormente mencionados de matar de hambre al pueblo de Nicaragua sólo porque “el pueblo” (que él decide quién es) lo eligió a él.

Aparentemente, su ambición de grandeza, no le permite vivir, ni gobernar, sin hacer uso del pasado como referencia, e intentar volver a sentirse el revolucionario David frente al gigante Goliat. Prefiere achacarle a otros la responsabilidad de sus errores y engañar a los nicaragüenses más pobres, los que pagarán los platos rotos de sus desatinos y torpezas políticas, con la idea de que es su política social la que atrae todas estas calamidades. Manipulaciones como ésta son las falacias que han restado credibilidad a su gobierno a nivel internacional y lo han puesto bajo sospecha.

El 24 de Diciembre murió en Londres el gran dramaturgo Harold Pinter, Premio Nóbel de Literatura 2005. En su discurso de aceptación del premio, en el que condenó de manera muy dura, además de la guerra de Irak, las acciones de Estados Unidos contra Nicaragua en los 80, Pinter dijo:

...la mayoría de los políticos, en base a las evidencias con que contamos, no están interesados en la verdad sino en el poder y en la conservación del poder. Para mantener ese poder es esencial para ellos que las personas permanezcan en la ignorancia, que vivan ignorantes de la verdad, aún de la verdad de sus propias vidas. Lo que nos rodea entonces es el vasto tejido de mentiras con que nos alimentan.

Cuando la historia juzgue a Daniel Ortega pienso que ésa será la acusación más grave en su contra: decretar como verdad las falsedades que hilvana para justificar su desgobierno.

GIOCONDA BELLI