Hay un dicho simpático que asevera que en un plato de huevos con bacon, la gallina colabora y el cerdo se implica, yo debo tener complejo de cerdo, o lo que es peor, ser un cerdo.
Siempre me implico en todo lo que emprendo, la amistad, el amor, en el trabajo, no concibo las medias tintas ni las aguas mansas, si algo o alguien no me interesan lo suficiente, simplemente colaboro o lo ignoro, pero cuando me ofrezco, lo hago en cuerpo y alma.
Todo esto viene al caso porque últimamente personas a las que tengo el honor de contar como amigos me han atacado salvajemente acusándome sin fundamento no ya de abandono, si no de traición pura y dura. Sé que todos somos diferentes, y acepto que mis amigos no se impliquen como yo en esa amistad, acepto que alguno se sienta decepcionado porque depositó en mi expectativas que no fui capaz de cumplir, pero que alguno de ellos considere que le he traicionado es algo que me hiere profundamente.
Si alguna vez he recibido avisos, o he percibido indicios de que alguien estaba jugando con dos barajas, mi primera reacción ha sido de incredulidad, si los indicios han sido suficientemente claros, me he dirigido a esa persona y antes de atacarla puñal en mano, le he pedido una explicación, ha sido un método que hasta ahora siempre me ha resultado efectivo.
Esta ha sido una noche triste, porque cuando confías en alguien ciegamente, es doloroso comprobar que esa confianza no es recíproca. En los temas del corazón, y empleo este término en su acepción más extensa, siempre he puesto la otra mejilla y alguna vez me han abofeteado con saña, pero es mi condición y a estas alturas ya no voy a cambiar, seguiré implicándome con mi gente aunque a veces me cueste pasar por el matadero.