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sábado, 1 de enero de 2011

EL SILENCIO CULPABLE



Hoy, una amiga del grupo me sugería que escribiera algo sobre esos hombres que no pegan a sus mujeres, pero las humillan y las desprecian con su indiferencia y sus continuos desaires. La violencia no es un acto físico, es una forma de agresión que puede manifestarse en infinitas facetas, desde las más sutiles hasta las más brutales, a veces las peores heridas son las que no sangran, porque son las que hieren el alma y  jamás cicatrizan.
Pero la violencia tampoco tiene sexo, también hay mujeres que ningunean y humillan en público a sus maridos, que aprovechan cualquier ocasión para despreciarles y recordarles su frustración y su fracaso, también hay mujeres que arrastran por el fango la autoestima de sus parejas hasta hacerla desaparecer en las alcantarillas del alma.
La violencia es el fracaso de la inteligencia, el espejo de la frustración y el reflejo de la impotencia. En cualquiera de sus formas es un arma de doble filo porque siempre acaba hiriendo a quien la esgrime, porque quien hace uso de ella se muestra como un desalmado digno de lástima y rechazo.
La violencia no necesita adjetivos, es un hecho en sí misma aunque puede adoptar cientos de colores para camuflarse como un camaleón diabólico.
 Cualquier tipo de acoso, chantaje emocional, presión psicológica o intento de dominar la voluntad del otro es un acto de violencia y como tal debería ser castigado. Pero no nos engañemos, ha de ser la misma sociedad quien la rechace públicamente, el silencio ante hechos de este calibre no tan solo es cómplice si no también culpable, asistir impasibles a situaciones de acoso laboral, sexual o emocional sin levantar un dedo para señalar al culpable es un acto de cobardía que tarde o temprano se volverá contra nosotros.
En una sociedad cada vez más autista, la solidaridad se nos hace imprescindible para luchar contra el poder, contra soledad, contra la violencia. Un día pasaremos de ser testigos a víctimas, pero entonces será demasiado tarde.

JUANMAROMO