James Heckman, premio Nobel de Economía del 2000
Victor-M Amela, Ima Sanchís, Lluís Amiguet
En la década de los 60 conocí de cerca el Jim Crow, las leyes de segregación del sur en escuelas, restaurantes, lugares y transportes públicos.
Leyes que se abolieron.
Yo quería entender los procesos políticos y económicos que pueden permitir que grupos que están excluidos puedan pasar a formar parte del colectivo.
Y entendió que la exclusión comienza en la más tierna infancia.
Comencé estudiando programas para capacitación laboral para personas que ya estaban desaventajadas, y todos los estudios demostraban que el rendimiento de esos programas era nulo o muy bajo. La conclusión fue que sólo se debía invertir en los más listos dentro de ese grupo desaventajado.
Terrible conclusión.
También descubrí que invertir en los niños es más ventajoso que invertir en bolsa.
Eso es más esperanzador.
La familia juega un papel esencial en la integración de los individuos dentro de la sociedad. Y la estructura familiar en todo el mundo están hoy amenazada.
¿Es una realidad o una percepción?
Es una realidad, la cuestión es qué se puede hacer para salvar los factores positivos de esa institución que se está desintegrando.
¿Y?
Debemos entender cómo se crean las capacidades y habilidades del ser humano que van más allá del coeficiente intelectual y de la educación escolar.
¿A qué se refiere?
A la formación del carácter, habilidades determinadas en parte por la genética, pero sobre todo por la motivación familiar. El origen de muchas de las desventajas de las personas que no consiguen integrarse proviene de factores que ocurren mucho antes de que los niños vayan a la escuela.
Cuénteme.
Es un hecho que en todos los países y en todos los niveles de riqueza la estructura familiar está evolucionando en una dirección que promueve la desigualdad, así que cualquier política que pretenda reducirla tiene que tener en cuenta el papel que juega la familia en la creación de habilidades.
Entendido.
La mayor parte de las políticas sociales y económicas dan por supuesto que la familia funciona bien, pero una fracción creciente de los niños en los países que he estudiado (Colombia, EE.UU., China, Corea, Japón, Taiwán, Canadá, Reino Unido…) crecen en entornos poco estimulantes, lo que creará desigualdad no sólo en esta generación sino en las generaciones futuras.
¿Qué significa eso?
Que la pobreza no sólo la determina la renta familiar sino la atención prestada al niño por parte de los padres, los abuelos y la comunidad. Paradójicamente, las mujeres de mayor nivel educativo y que trabajan pasan más tiempo con sus hijos que las menos educadas trabajen o no. Las diferencias que crea esa atención ya en las primeras etapas de la vida tiene consecuencias a largo plazo.
El 50% de los matrimonios estadounidenses se divorcian, ¿cómo afecta eso?
En EE.UU. viven sin padre un 30%, en México el 55%. Entre el 12 y 13% de niños y jóvenes estadounidenses entre 0 y 18 años jamás ha conocido un padre. Y si miramos las estadísticas de los niños negros la cifra es de un 80%. Hay que reconocer estos hechos y cambiar la vida de los niños.
Deme soluciones.
Hay que suplementar los recursos de la familia mediante políticas que permitan el desarrollo de esas habilidades básicas en los primeros años de la vida de los niños.
¿De qué habilidades se trata?
He estudiado los programas orientados a aumentar las capacidades de los niños y los más efectivos son los que promueven el autocontrol, la capacidad de regular emociones, la orientación a un propósito, la no dispersión y la sociabilidad. El estudio que más datos me ha aportado es uno que ha durado 50 años.
¿En qué ha consistido?
Se creó un grupo de niños, de 3 a 5 años, de entornos desfavorecidos y se les enseñaron habilidades sociales durante dos años.
¿Y siguió su evolución en 50 años?
Sí. Entre la gente que participó ha habido menor tasa de delincuencia en poblaciones donde es muy elevada, mayores ingresos y mayor adaptabilidad social. Pero mi interés como economista era evaluar el rendimiento económico de ese tipo de inversión, así que le responderé con números.
Bien.
Por cada dólar invertido por niño el rendimiento fue entre el 7 y el 10% anual a lo largo de vida. Es decir, que un dólar invertido en ciudadanos menores de 4 años es un 10% más rentable que invertido en adultos.
Sorprendente.
Las inversiones hechas en edades tempranas no sólo son más efectivas, se refuerzan a través de un proceso dinámico: el niño que ha empezado con estas ventajas sigue adquiriendo mayores ventajas. Remediar las desigualdades en la adolescencia resulta mucho más caro y con mayor porcentaje de fracaso.
...Pero estamos en época de crisis.
Por eso hay que establecer mejor las prioridades: invertir en estas habilidades básicas preescolares es más rentable que otras medidas más convencionales como reducir el número de niños por aula.