Emma Riverola Escritora
La imagen del okupa con rastas, calzoncillos de marca y perro pulgoso nos ayuda a distanciarnos. Si es extranjero, aún mejor. Pero una mera aproximación a alguno de los protagonistas de los graves altercados de Barcelona dibuja varios interrogantes. Entre un mosaico de delincuentes habituales y vividores, también hay jóvenes (y no tan jóvenes) con formación que no logran escapar de la mísera espiral de trabajos precarios. Imposible llegar a final de mes. Imposible acceder a una vivienda. Imposible todo. Y la nada se convierte en rabia e incomprensión. Meten en el mismo saco a banqueros, políticos, policías y a todo aquel que ostente un mínimo poder. No hacen distinciones. Porque sienten que la sociedad tampoco las hace con ellos. Y llaman a derribar el sistema que les niega el futuro. No son los primeros en la historia. Pero nunca en épocas difíciles habían sido tan pocos, ni tan desprovistos de pensadores que cimenten sus bases teóricas. Como si estos, también, les hubieran fallado. Inevitable preguntarles: ¿qué proponéis para cuando lo hayáis roto todo? ¿Qué modelo propugnáis? ¿Habéis descubierto un sistema menos injusto que esta democracia que denostáis?
No hay justificación para la violencia. Pero para explicar sus causas no bastan los informes policiales ni las afirmaciones tópicas o irreflexivas. Son pocos, pero no tanto como para ocultarlos bajo la alfombra.