Esta mañana hemos salido a pasear por el bosque, un bosque adormecido por los fríos invernales, con árboles grisáceos y coníferas gigantescas destacando en el paisaje. Los pájaros mudos, la vida salvaje hibernando en espera de la nueva primavera parecía ocultarse tras las nieblas matinales, solo los riachuelos que manan del deshielo canturreaban monte abajo formando cascadas adornadas por penachos de hielos y de escarchas.
Nos ha sorprendido un árbol imponente a un lado del camino, un ejemplar de tronco inmenso y retorcido y cuya copa formada por cientos de ramas recordaba una cabeza de Medusa. Lo he abrazado hasta donde he podido abarcarlo, y he sentido la vida palpitar tras la corteza. Una fuerza vital e inexorable me ha conectado con sus raíces a lo más profundo del universo, como una red neuronal conectada al sistema nervioso del cosmos, por un momento he sentido su alma conectar con la mía y compartir el mensaje primigenio.
¿Quiénes somos nosotros para decidir que es un ser vivo? ¿Qué sabemos nosotros sobre la esencia de la vida para adjudicársela a unos y negársela a otros?. Cada vez me siento más partícipe de un organismo en el que las galaxias son simplemente células de un tejido que escapa a nuestro entendimiento, en el que los sistemas solares son átomos y nosotros apenas cuantos palpitantes integrados en una partícula subatómica.
Lo que llamamos minerales no son si no seres con un ciclo de vida infinitamente más largo que el nuestro, pero que también nacen, crecen, se reproducen y mueren, así lo han hecho durante millones de años las estrellas, los planetas y los continentes y océanos de nuestra tierra.
Decidir quién es portador de vida, atribuirnos en exclusiva la posesión de un alma es algo tan pueril y a la vez tan pretencioso, que tan solo demuestra nuestra ignorancia y prepotencia.
Espero que un día recuperemos la sabiduría que perdimos hace milenios embriagados por el vino de nuestros conocimientos vánales y volvamos a integrarnos en ese maravilloso e infinito ciclo que es el ciclo de la vida, de una vida que engloba desde la más insignificante criatura al más insondable de los agujeros negros.
JUANMAROMO