Conforme se acerca la fecha de aplicación de “La ley antitabaco”, se alzan cada vez más fuerte las voces en su contra. Se habla de acoso a los fumadores, de ley dictatorial, de coto a la libertad personal, pero la ley que entraré en vigor el próximo año ya se aplica en la mayoría de los países europeos con resultados muy positivos.
Nadie impide a un fumador, quemar tres paquetes diarios y destrozarse los pulmones, lo que esta ley pretende, es proteger a los no fumadores (actualmente mayoría) y a los trabajadores de hostelería de los graves afectos que acarrea ser fumador pasivo.
Si yo paso por delante de su mesa en un restaurante, y me alivio con un oloroso cuesco, Ud. me tachará con toda razón de mal educado e incívico, y sin embargo cualquier fumador, puede apestarme la ropa, intoxicarme los pulmones y amargarme el sabor de los platos sin que nadie le diga nada en absoluto.
Fumar en sitios cerrados en los que hay niños, personas con problemas de alergia o sencillamente, no fumadores, es una falta de respeto hacia los demás, y una muestra más del egoísmo que impera en nuestra sociedad.
Cuando se promulgó la prohibición de fumar en los centros de trabajo, los fumadores pusieron el grito en el cielo, en la actualidad, miles de ellos están agradecidos, porque gracias a esa ley han reducido drásticamente su consumo, o incluso lo han dejado totalmente.
Hay quienes comparan esta ley con la ley seca, pero hay enormes diferencias, esta ley no prohíbe el consumo de tabaco, lo regula para que no se fume en sitios públicos, nadie le impedirá fumar en la calle o en su propia casa. El consumo de alcohol perjudica exclusivamente al que lo ingiere a no ser que se convierta en alcohólico, pero el humo de un cigarrillo, afecta a decenas de persona en un espacio cerrado, que tienen el derecho a no tragarse sus malos humos.
¡Ah! y que conste que yo fumo en pipa, pero jamás se me ocurriría encenderla en la sobremesa se un restaurante, o en la mesita de un bar. Si exigimos respeto, debemos aprender a respetar.
Juanmaromo