Joan Barril Periodista
Es admirable la forma con la que hemos afrontado la dichosa crisis. Las responsabilidades remotas se han diluido en la historia y hemos dado por buena la versión por la que se entiende la crisis como una catástrofe natural. El crédito es una sequía y la morosidad hipotecaria o el incremento del paro son una inundación. Es una continuación del famoso «Dios te ha castigado». No han sido ni los hermanos Lehman ni el pícaro Madoff ni las agencias de rating que dan su pronóstico favorable a aquellos que mejor les pagan. En la teoría del dominó la alarma ha sido una espléndia coartada para que las grandes empresas y las administraciones. En este sentido, la figura económica del Dios castigador es así de cruel. Cuando se trata de compartir las dificultades globales, entonces las grandes corporaciones públicas o privadas se dejan resbalar por la pendiente de las restricciones. Por el contrario, cuando las cosas les van más o menos bien, el éxito económico se mantiene en secreto y acaba en un festival de primas, dividendos y exaltación de lo bien que les van las cosas. No solo eso: al menos cada año, incluso en tiempos de vacas flacas, la gran banca y lo que cuelga de ella, se lamenta de lo mal que les van las cosas, en el bien entendido que el mal continúa siendo un incremento de resultados notable. Lo venía a decir la semana pasada el nobel Joseph Stiglitz al afirmar que «un sistema que socializa las pérdidas y privatiza las ganancias está condenado a gestionar mal el riesgo».
Mientras tanto, hay que continuar echando responsabilidades al común de los mortales. No solo saciamos a la banca insaciable con nuestros impuestos, sino que la palabra crédito ha desaparecido del lenguaje bancario. Y los impuestos se nutren de economías menudas mientras a las grandes se las agasaja. Eso es lo que lleva a la indignación de la que ayer EL PERIÓDICO se hacía eco. Nos piden el sacrificio económico, pero nadie nos dice hasta cuándo ni para qué. ¿Se sacrificarán algún día por nosotros? ¿Les veremos la cara? ¿Nos fiaremos de ellos? ¿Cómo nos vamos a fiar si en las listas de las elecciones de mayo hay más imputados por corrupción que nunca?