Imaginemos que uno de esos fabulosos cruceros que llegan a nuestras costas quedara a la deriva, sin combustible ni víveres. El rescate no sería menos fabuloso: el gran buque, rodeado de barcos de salvamento bajo un enjambre de helicópteros. Las televisiones cubrirían en directo la tragedia con final feliz.
Ayer, el diario británico The Guardian denunciaba el trágico periplo de una embarcación que partió de Libia en marzo y que durante 16 días quedó a la deriva en el Mediterráneo. Nadie la rescató, a pesar de sus llamadas de socorro. Los supervivientes relatan que un helicóptero militar, antes de desaparecer, les arrojó varias botellas de agua y paquetes de galletas. Cuentan que luego la corriente les acercó a un portaaviones de la Alianza que tampoco hizo nada por ellos. El mar les devolvió a Libia. De las 72 personas que partieron, solo 11 regresaron con vida. Los niños, no. La OTAN lo niega, pero lo cierto es que durante aquellos días no dejaron de alzarse voces que suplicaban la búsqueda y el rescate del buque. ¿Cómo es posible que no fuera hallado en unas aguas bajo vigilancia militar?
El barco no tenía salones, ni discoteca, ni comida, ni agua. Los pasajeros no llevaban las carteras rebosantes de billetes. La travesía les infundía terror. No iban de vacaciones porque no hay descanso para los que solo aspiran a sobrevivir. Alguien decidió que no merecían vivir… Ellos, no.EMMA RIVEROLA