Muy bien, ahora que parece que hemos conseguido doblegar a ese grupo que, con indiscutible mérito, se ha ganado el odio de todo el país; ahora que nos felicitamos por la firmeza, la determinación y la diligencia con las que el Gobierno ha puesto fin al chantaje de un puñado de ventajistas que habían secuestrado las ilusiones, las necesidades, las esperanzas y las urgencias de centenares de miles de ciudadanos (y, en muchos casos, hasta sus cuerpos); ahora que estamos envalentonados por el triunfo de la justicia de la mayoría, ¿por qué no seguimos adelante y vamos a por los Chantajistas con mayúscula, a por los peces gordos de la extorsión global?
Me refiero a esos tiburones insaciables de criminal codicia y nula moralidad que han destrozado a dentelladas el futuro no ya de cientos de miles, sino de millones de personas en todo el mundo. Los autores de la mayor estafa, del mayor desfalco de la historia de la humanidad. Esos que, después de desvalijarnos, nos han tomado como rehenes y nos están arrebatando los pisos y las huchas para pagar su obsceno festín. Los mismos que han obligado a los gobiernos -patéticos peleles- a entregarles el ahorro público y mutilar el bienestar social bajo la amenaza de un holocausto financiero global.
¿Cómo? ¿Así que con esos, con los mercados financieros, con el capitalismo más salvaje y depredador, no podemos? ¿O no queremos?
Emma Riverola