Alucinamos con los primeros ordenadores, pero volvemos a escribir a mano y a acariciar las fotografías en papel couché .
Nos compramos cafeteras de cápsulas, pero volvemos a moler el café y a hervirlo en la oroley.
Nos pasamos las horas tecleando en Word, pero nada como una carta manuscrita acunada en un sobre.
Ligamos en páginas de contactos, pero nada como acudir a una disco y sacar a bailar a esa mujer de los ojos en llamas.
Tenemos las estanterías repletas de compacts , pagamos Spotify y Netflix pero volvemos a acariciar y a pinchar los DVD, los viejos vinilos y añoramos los cines de barrio con Nodo y películas dobles.
Nos apuntamos a la comida rápida, pero añoramos los horneados platos de la abuela.
Llevamos puestos los cascos todo el día, pero ya no sabemos cantar la vida a voz en grito.
Tenemos equipos de aerotermia, pero nada más cálido y acogedor que un hogar con los troncos chispeantes.
Nos llevamos la pantalla al dormitorio, pero ya no soñamos con los ojos abiertos.
Viajamos en AVE, pero siempre añoraremos el expreso que nos llevaba al pueblo.
¿Cualquier tiempo pasado fue peor?
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