El frio es la ausencia de calor, la oscuridad, la falta de luz, la soledad, la necesidad de compañía, pero el mal no es la carencia de bien.
Desde ese cero ético parten dos corrientes que tienden a infinito, el bien y el mal en cada uno de sus miles de variantes: amor-odio, paz-guerra, solidaridad -egoísmo, ternura y violencia.
Las fuerzas del mal son agresivas, despiadadas y dispuestas a aniquilar a todo aquello que se interponga a sus intereses, utilizan religiones, doctrinas políticas y filosofías perversas, se infiltran en las familias, la educación y la política y utilizan el alcohol, las drogas, la pornografía y el fascismo con el fin de eliminar cualquier indicio de amor, solidaridad y libre albedrio que puedan florecer en la nuevas generaciones.
En esta guerra no nos jugamos el oro, el petróleo o el poder, nos jugamos la supervivencia como especie y me temo que si no somos capaces de desprendernos de nuestros mezquinos intereses y de nuestros egoísmos genocidas nos acercamos al ese cero absoluto que nos arrastrará a un menos infinito como especie.
Aún estamos a tiempo, pero los cuatro jinetes ya están ensillando sus cabalgaduras.
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