Casi todos los filósofos se han enfrentado, ante el fascinante concepto de la existencia, a la pregunta de ¿por qué existe el universo en lugar de la nada?
Han respondido con elaborados razonamientos que van desde los muy abstractos, hasta los que manifiestan un temor y pasmo ante la conciencia de existir y de ser capaces de comprender nuestra pequeñez en el universo. Estos filósofos existencialistas han esgrimido un gran número de argumentos para tratar de explicar la existencia del hombre y el universo, sin recurrir a la religión. Así el filósofo alemán Martin Heidegger mantenía que era crucial para el espíritu humano reconocer una especie de temor trascendente, que según él afirmaba era la forma como Dios pedía a los hombres un compromiso con la vida.
Pascal mantenía que los hombres vivían en constantes paradojas, siendo la dualidad mente cuerpo la mayor de ellas.
El danés Kierkegaard promovió un cambio de fe entre los cristianos, necesario de acuerdo a sus palabras, para salvar a los creyentes de la desesperación.
Nietzsche llegó a afirmar que "Dios está muerto", para dar a conocer su enorme desacuerdo con la moral de la época.
Sartre en el siglo XX, contempló la existencia con gran pesimismo, su concepto de "pasión inútil", fruto de tal vez de su experiencia tras la Segunda Guerra Mundial, quedan resumidas en su obra El ser y la nada. Durante la época en que Sartre escribía este último libro, la ciencia comenzaba a mostrar las verdaderas dimensiones del universo, expandiéndose a una gran velocidad y arrastrando con él a cientos de miles de millones de galaxias, una de las cuales contenía una diminuta estrella alrededor de la cual una mota de polvo giraba a 150 millones de kilómetros.
Esta nueva visión del universo ha conducido ahora a los hombres de ciencia a plantearse la pregunta:
¿De qué se trata todo esto?
¿Cuál es la razón de la existencia de tantas estrella, galaxias, cúmulos de galaxias y materia oscura, y del mismo hombre en la Tierra?.
Mátrix, un grupo de científicos ha intentado responder a estas preguntas con una nueva teoría, se trata de Martin Rees y el matemático John Barrow; ellos piensan que nuestro universo es el resultado de una simulación hecha por una supermegacomputadora fabricada por una civilización más avanzada.
La extraordinaria hipótesis parte de la idea de que lo que llamamos universo es en realidad una ínfima parte de un multiverso, una simulación virtual creada para estudiar la evolución de la conciencia en diferentes regiones de él, así como el intento de seres inteligentes por comunicarse entre sí y eventualmente cuestionarse si un gran diseñador inteligente podría intervenir para modificar las leyes del cosmos. Físicos de la talla de Paul Davies han apoyado esta hipótesis, incluso con datos que parecen sugerir "fallos" en la simulación; en 1998 el astrónomo John Webb estudiaba quasares ubicados a 6 mil millones luz de distancia. Webb descubrió, al analizar los espectros de la luz, que su velocidad era ligeramente menor a lo esperado siguiendo las leyes de la relatividad de Einstein.
Para Davies, a estas distancias la realidad virtual simulada de nuestro universo deja de ser perfecta y se manifiesta por una variación de las constantes físicas. La idea ha sido tomada también muy en serio por filósofos de la ciencia como Nick Bostrom de la Universidad de Oxford quien ha llevado al terreno de la lógica la propuesta de los astrofísicos en un ensayo titulado ¿Vivimos en un universo simulado?
En donde postula tres principios básicos de esta hipótesis:
1) La probabilidad de que una especie con nuestro nivel actual de desarrollo pueda evitar extinguirse antes de convertirse en tecnológicamente madura es insignificantemente pequeña.
2) Casi ninguna civilización tecnológicamente madura está interesada en correr simulaciones de computadora de mentes como las nuestras.
3) Usted está casi con seguridad en una simulación.
Las conclusiones a las que llega Bostrom parecen sugerir que es más probable que la existencia del universo, y por lo tanto la nuestra, esté transcurriendo en una simulación. El filósofo incluso ha inventado una ecuación en la que cada uno de los factores representa aspectos tales como el número de civilizaciones que han sobrevivido a estados de posthumanos, números de civilizaciones creadoras de simulaciones, así como el número de individuos que han vivido antes del surgimiento de una civilización posthumana.
Al final Bostrom se pregunta:
"Si estamos en una simulación, ¿es posible saberlo con certeza?
Si los simuladores no quieren que los descubramos, probablemente jamás lo haremos. Pero si escogen mostrarse a sí mismos, podrían hacerlo ciertamente". Quizá en una ventana, informándole del hecho, aparecería enfrente de usted, o quizá le "cargarían" en su mundo. Otro acontecimiento que nos permitiría concluir con un alto grado de confianza que estamos en una simulación es si llegamos algún día al punto de crear nuestras propias simulaciones.
"Si comenzamos a correr simulaciones, sería una evidencia fuerte en contra de los primeros dos argumentos. Lo que nos dejaría al tercero solamente".
Detrás de esta idea fascinante, sólo me cabe hacer una pregunta;
¿y quien hizo a los creadores?