Leo (y también escribo) cientos de reflexiones
sobre los que nos llevamos a “la otra vida” pero pocos nos preguntamos lo que
dejamos en esta; tan solo nos importan los hijos, los nietos y la herencia económica
que les legamos. ¿no nos hemos preguntado alguna vez que aportamos a la
humanidad? ¿Nos hemos planteado si hemos colaborado a conseguir una sociedad más
justa, feliz y equitativa?
Pasar a la posteridad no significa legar
nuestros apellidos o ser portada de los telediarios, significa haber contribuido
a fomentar la paz y la concordia, compartir nuestras experiencia y reflexiones
para que los herederos de La Tierra aprendan de nuestros aciertos y eviten
nuestros errores.
La sabiduría popular nos habla de plantar un árbol,
escribir un libro y tener un hijo, pero a pesar de que todo ello es la culminación
de una vida, no debemos olvidar que ser felices, que compartir nuestro pan y
nuestro vino, nuestras risas y nuestras lagrimas es el mejor legado que podemos
dejarles a ellos y a toda la humanidad, como nos insistia el padre Urteaga “Siempre alegres para hacer felices a los
demás”