La inauguración de los juegos olímpicos es un reflejo de nuestra sociedad, millones de espectadores en todo el mundo, pero un estadio vacío solo ocupado por unos cuentos privilegiados que disfrutan viendo como miles de participantes se dejan la piel por conseguir una medalla. Los drones son los ojos del sistema, ojos que nos espían, que nos vigilan desde las alturas, indetectables, omnipresentes, omnipotentes.
El COVID ha marcado una antes y un después en nuestras relaciones sociales, la distancia, el teletrabajo, la soledad han llegado para quedarse, así como el miedo y la desconfianza.
Las antiguas plagas y pestes llegaban y desaparecían en dos años, dejaban millones de muertos, pero su huella se borraba en un lustro, esta pandemia dejará impronta en el ADN social
porque el Damocles mediático se encargará de recordárnoslos con todos los medios a su alcance, la libertad ha pasado de ser una utopía a ser una entelequia y la humanidad un rehén de sus propios miedos , los bosques arden, el cielo se precipita en cascadas sobre Europa, pero solo nos preocupa el precio del recibo, el cambio climático será mucho peor que una pandemia, porque será inasumible, incontrolable e irreversible, quizás nosotros aun nos libremos del apocalipsis, pero estamos condenando a nuestros nietos.
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