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jueves, 3 de junio de 2021

MÚSICA EN CONSERVA

 



En mi primera juventud, comprar un disco era prohibitivo, un “single” te costaba el equivalente a un día de trabajo, la radio servía de cebo, publicitaba la música, pero los locutores hablaban en mitad de la canción para evitar que la grabaras; poco a poco, el rock, el blues, el soul o el folk fueron barriendo de las ondas a los boleros, mambos o coplas que los habían acaparado desde siempre. Cuando conseguí mi primer casete , iba a las discotecas y grababa toda la música que sonaba para poder disfrutarla en casa.
También existían los L.P, doce canciones en un solo disco, pero el precio era prohibitivo y solo los “hijos de papa” podían perimirse comprar uno. De vez en cuando me pasaba por “el corte” y me “regalaba” algún "sencillo" como muestra de mi habilidad y pericia en el arte. Al poco tiempo empecé a cantar en un grupo y el camino se hizo más luminoso y cuando me puse detrás de la vitrina del diskjockey pinchando a mi criterio, creí estar en el edén, pasaron los años y llegué a atesorar miles de discos, vinilos, casetes y compacts , pero siempre había un hueco que llenar.
Con la llegada de la música en streaming los antiguos “tesoros” fueron relegados al baúl de los recuerdos o malvendidos a coleccionistas que mas tarden hicieron su agosto con los vinilos.
Tengo Spotify y YouTube contratados, una biblioteca sonora en la que elegir entre millones de ejemplares, pero nada es comparable a tomar un disco entre tus manos, acostarlo sobre el plato y dejar que la aguja acaricie los surcos mientras disfrutas de los créditos y la foto de su portada, música analógica, viva y palpitante a años luz de la que vivaquea en el calabozo digital.
De nada sirve tener millones de ejemplares en forma de libros, imágenes o discos si eres incapaz de saber lo que buscas, las bibliotecas no son escuelas ni facultades, son la despensa emocional donde guardamos nuestros tesoros para compartirlos con nuestros amigos o recordarlos cuando el reggaetón nos taladra el cerebro. Por suerte tenemos a genios como Adele, Passenger, John legend o Ed Sheerán que nos permiten mantener viva la llama de la esperanza, aunque no los podamos escuchar en vinilo.

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