La soledad es esa sensación de vacío interior que a veces nos asalta sin motivo; de repente todo se diluye y nos quedamos solos con nosotros mismos, no importa que estemos en el metro, o gritando en un concierto.
Es como el rayo de Saulo que nos arroja del caballo, pero que en lugar de iluminarnos nos llena de oscuridad, a veces es solo una impresión, una premonición, pero otras llega para quedarse.
La soledad es el pórtico de la depresión, nada nos importa ni importamos a nadie, es una anorexia afectiva que nos destruye lenta pero implacablemente, nos recluye en un ámbito vacío, tenebroso y sin referencias para orientarnos, distorsiona el sentido del tiempo y nos arroja en brazos de la paranoia. Todo lo que nos rodea se difumina, las personas, las calles, y son sustituidas por fantasmas que se pasean libremente por nuestra mente, los miedos y las fobias toman posesión de nosotros y nos mueven irremisiblemente hacia el Jake mate.
¿Qué podemos haces cuando sentimos su gélido aliento arañar nuestro cuello?, la huida es inútil, siempre nos alcanza porque va con nosotros, debemos plantarle cara, aferrarnos a nuestros seres queridos, a nuestros hobbies, salir al bosque, pasear por la orilla del mar.
La mejor vacuna contra la soledad, son pequeñas dosis de soledad voluntaria o compartida, tiempo para pensar, para meditar, para encontrarnos a nosotros mismos, para hablar con nuestra pareja.
No debemos olvidar que la soledad es un estado psíquico y que solo podrá invadirnos si le bajamos el puente y que ante cualquier alarma debemos reaccionar con presteza pero sin histeria.
Los mejores antídotos, el amor, la amistad y la paz interior. El silencio y el miedo son las puertas falsas por donde intentará invadirnos, cerrémoslas a cal y canto y tiremos las llaves en el pozo sin fondo de la paz interior.
Ilustración de Mara Ángeles Palomo
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