lunes, 12 de abril de 2021

EL ÚLTIMO GUATEQUE



Tenía 16 años pero estudiaba y trabajaba ocho horas diarias, estaba platónicamente enamorado de Mari Carmen, mi vecina del tercero que jugaba conmigo como con una marioneta, me pedía discos que a veces desaparecían misteriosamente, la invitaba a helados y a cubatas caseros que ella correspondía con una deslumbrante sonrisa. Compartíamos academia aunque en clases distintas, yo intentaba acercarme a ella en los tiempos de recreo pero siempre de rehuía, tenía un corrillo de admiradores haciéndole la corte y como me dijo cuando intenté un acercamiento – José Luis, eres un encanto, pero eres un crio y yo necesito un hombre hecho y derecho-
Una tarde sonó el teléfono y escuche su voz, me quede maravillado.
-Buenos días José Luis, como sabes, Cebrián ha organizado un guateque en su casa, como yo estaré en La Barceloneta y mis padres no me dejan ir sola, me encantaría que vinieses a buscarme y me acompañaras, contigo seguro que me dejan ir-
… ¡No podía creerlo! Mari Carmen me invitaba a ir a una fiesta con ella!
Aquella tarde cogí mi tocadiscos y mi maletín de singles, pedí un taxi y me dirigí a recogerla.
Me esperaba en la puerta acompañada de su padre
.-Como va contigo sé que estará a salvo. ¡Cuídala¡ - me dijo.
Al llegar a nuestro destino, pagué religiosamente la carrera, intenté tomarla de la mano, pero me la sacudió cordialmente. Subimos las escaleras y al abrir la puerta nos encontramos con Alfredo, un amigo común que nada mas entrar le dio un beso y un abrazo…
- ¡Gracias Jose por traerla, tu si eres un amigo¡…
Me quedé anonadado… monté el tocadiscos y me dispuse a hacer del Disk jockey mientras los de mas bailaban, se abrazaban y besaban entre las luces parpadeantes.
Tras ingerir unos cuantos cubatas y wiskises, salí a bailar desesperado, estaba furioso y desolado… estaba borracho.
De repente, la mesa del tocadiscos se me vino encima y me abrió una brecha en la ceja que sangraba abundantemente, por suerte estábamos muy cerca del hospital y allí me cosieron unos puntos, en una hora estaba en la calle, eso sí con una cara como un ecce-homo.
Al día siguiente, me encontré con el padre de Mari Carmen…
-¡Vaya manera de cuidar a mi hija¡ la próxima vez te buscas otra para emborracharte….
Como ya entonces era un caballero, callé y me encerré en mi habitación a llorar de pena y de rabia. La herida de la ceja tardó meses en cicatrizar, pero la herida del alma tardó años en cerrarse.

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