El fanático piensa sin razonar, discute sin escuchar, niega sin discernir y afirma sin comprobar. El fanático tiene las zonas del cerebro que controlan sus fobias totalmente bloqueadas y es imposible hacerle cambiar de opinión. El fanatismo aliado con la paranoia ha engendrado monstruos tan peligrosos con Hitler o Stalin, pero sin llegar a estos extremos, no tenemos más que escuchar a parlamentarios y contertulios o leer algunos artículos en la prensa cautiva para comprobar que son una especie en pleno auge y que amenaza con extenderse peligrosamente. La mejor vacuna contra esta pandemia es un compendio de inteligencia, tolerancia, sabiduría y discernimiento, ingredientes que son de elaboración familiar y no se venden en botica alguna, la escuela ha de ser un semillero de concordia y empatía y no un ring donde se prepara a los mas fuertes para machacar a los mas débiles. Los brotes de los niños son los árboles del futuro y los arboles han de proporcionar sombra, frutos y buena compañía, de lo contrario acabaremos todos ardiendo en una hoguera de odios y nuestras cenizas serán barridas por los vientos de la historia y esparcidos por los confines de la tierra hasta que no quede ni una huella de nuestro paso por el planeta.
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