Vivo en un mundo de mujeres, me crié en una casa con tías y primas, tengo dos hijas y dos nietas, mi esposa y una pléyade de amigas que me cuentan sus anhelos, esperanzas y frustraciones. Estoy empezando a escarbar en la corteza del espíritu femenino, un mundo abismalmente insondable para la mayoría de los hombres que carecemos de la sensibilidad y la intuición para movernos en aguas tan profundas.
La mujeres sois fuertes, sensibles, intuitivas, constantes y abnegadas, pero hay algo que os pierde y es la envidia. No hay nada más que observar quien es el peor enemigos de la mujer en el trabajo, ¡otra mujer! Parafraseando a Tito Marcio diríamos que “Femina lupa feminae”.
Las mujeres os desangráis en luchas intestinas, empleáis los codos las uñas y los dientes unas contra otras mientras los hombres os pisotean y os dejan atrás en la carrera por los mejores puestos. Estoy harto de escuchar como la mayoría prefieren tener como jefe a un hombre antes que a una mujer.
El día que toméis conciencia de vuestra fuerza, el día que aparquéis vuestras mezquinas rencillas y hagáis un frente común contra la discriminación laboral y social, tendréis la batalla ganada, mientras tanto os estáis desgastando en escaramuzas fratricidas que solo os llevan a la frustración y a la marginación. Me es del todo incomprensible como una mujer capaz de los mayores sacrificios, de sembrar el mundo de amor y de ternura sea a la vez capaz de las mayores crueldades con sus congéneres. Seguramente será porque todavía me queda mucho que aprender de vosotras.
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