Desde los páramos mesetarios -polvo sudor y hierro- cabalgan caballeros fantasmales sin peto y sin espaldar que van ensartando alas de paloma creyéndolas gigantes. Explotan al andaluz, se mofan del gallego, temen al vasco parodian al mañico y odian al catalán. Son los rocinantes de esta España invertebrada que a pesar de su condición de rucios siguen creyéndose fidalgos, desprecian el trabajo y a los trabajadores, se dicen portadores de valores eternos cuando son incapaces de mirar cara a cara a sus gentes. Siembran el odio y la discordia y desde la atalaya de su mediocridad vocean consignas ultramontanas que apestan tanto como el sudor de sus calzones. ¡SANTIAGO Y CIERRA ESPAÑA¡ berrean sus rebaños, porque las únicas huestes que les siguen son las ratas dispuestas a devorar lo poco que dejen cuando sus miserias queden esparcidas en la batalla electoral. ¡Mala gente que camina y va apestando la tierra¡ los retrata el poeta, pero ahora ni siquiera caminan, trotean a lomos de monturas mas humanas e inteligentes que ellos.
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