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lunes, 21 de septiembre de 2020

UNA HISTORIA TRISTEMENTE REAL

 


Se conocieron en una fiesta universitaria y enseguida congeniaron, estaban en el último curso de carrera, él trabajaba en una empresa de consulting y ella preparaba unas oposiciones. En cuanto terminaron los estudios decidieron casarse, ella postergó su intentona de entrar en la administración y consiguió un puesto en una multinacional y él se ganó una importante cuenta que le supuso un aumento de sueldo considerable, negociaron una hipoteca y se compraron un piso en una zona residencial, a los pocos meses ella quedó embarazada y decidieron emprender una nueva etapa, pidió una excedencia y se dedicó a criar a su hijo. Pasado el tiempo de descuento se incorporó al trabajo, pero se veía incapaz de combinar ambas responsabilidades, pidió la baja por depresión y al cabo de unos meses se despidió, pero con un único sueldo los problemas se multiplicaron, los ingresos no llegaban para cubrir los gastos y hubo que hacer recortes dolorosos, los problemas se multiplicaban, intentó conseguir una incapacidad pero le fue denegada a pesar de los informes favorables de su psiquiatra. Las cosas iban de mal en peor y la relación de pareja hacia aguas, él intensificó su trabajo de tal manera de que apenas tenían un momento de intimidad y los momentos en común acababan en peleas, hasta los vecinos podían escuchar los gritos de los cónyuges y los llantos del niño.

Un día, el marido fue detenido por la policía acusado de violencia de género, su esposa lo había denunciado y con el testimonio de los vecinos y el informe desolador del psiquiatra fue privado de la patria potestad , obligado a dejar el hogar y pasar una pensión a su hijo a parte de seguir pagando la hipoteca, tuvo que regresar a casa de sus padres e incrementar su jornada laboral para poder costear todos los gastos, estaba agotado, hundido y mas de una vez pensó en el suicidio, solo la esperanza de recuperar a su hijo le hacía continuar la lucha.
Un día le presentaron a un abogado especialista en divorcios que tras escuchar detenidamente a su cliente contrató a un detective.
Tras unas semanas de pesquisas, descubrió que el psiquiatra que había peritado los malos tratos y la violencia de genero vivía en el piso de su paciente que resultó ser su amante y que el niño había sido internado en un colegio religioso para no interferir en su vida de orgias y bacanales.
Se pidió la revisión del caso y tras un nuevo juicio en el que se descubrió el montaje, el padre recuperó su casa y su hijo, el psiquiatra fue procesado por perjurio y conducta contraria a derecho, apartado del colegio de médicos y del ejercicio de su profesión mientras ella llegaba a un acuerdo con su exmarido que retiró los cargos con la condición de que no volviera a interferir en su vida, nunca se supo nada más de ella.
Los hombres no siempre somos los malos de la película, a veces también somos víctimas de esas mujeres que anteponen su egoísmo y su crueldad al amor de sus esposos y de sus propios hijos, aunque debo reconocer que estos casos son la excepción que confirman la regla.

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