Facebook se ha convertido en un vertedero de odios, miserias y frustraciones, una catarata de aguas putrefactas en las que se vierten mentiras, calumnias y difamaciones que envenenan a quien se acerca. Hay páginas que apestan a estupidez e ignorancia, muros en los que se fusila a los que no comulgan con sus hostias; el analfabetismo funcional de este país se refleja en las disparatadas interpretaciones que se dan de hechos concretos, de datos, de cifras, en esa prepotencia que confiere la ignorancia supina sazonada con una estupidez galopante. El hombre masa del que nos advertía Ortega se ha hecho omnipresente, las redes sociales son alcantarillas pestilentes en las que se refleja la sociedad que las nutre. Por suerte aun nos queda la literatura, la poesía y la filosofia para protegernos de esa pandemia generada por los voceras sin argumentos, los predicadores de disco rayado y de los que los manejan desde la telebasura.
Los historiadores y sociólogos del futuro solo tendrán que bucear en estas alcantarillas para entender porque hemos llegado a donde estamos y porque el futuro puede no tener futuro, esta sociedad está podrida, pero está podrida porque nosotros nos estamos pudriendo.
O nos vacunamos con el humor, el amor, la solidaridad y la cultura o acabaremos zozobrando en el mar de la nada y en esas aguas, no sirven para nada vacunas ni mascarillas.
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