viernes, 12 de octubre de 2018

LA CRUZ Y LA ESPADA




En sus orígenes el hombre era politeísta, adoraba a todo lo que temía necesitaba y desconocía. Así adoró al sol, al fuego, al mar… Cuando tomaba consciencia de su dominio sobre un elemento, este pasaba de ser dios a ser esclavo. Prometeo le reveló el secreto del fuego, y este bajó de los altares para convertirse en antorcha con que ahuyentar las tinieblas, calor para vencer al frio y lumbre para cocinar los alimentos.
Los griegos tenían unos dioses humanos, capaces de amar y de odiar, incluso de engendrarles hijos. Eran dioses cercanos, como de la familia, cuando una joven patricia, quedaba encinta de algún desconocido o algún indeseable, su familia se felicitaba, arguyendo que la virgen había sido poseída por el dios de turno, así el honor no solo quedaba a salvo, si no que se veia acrecentado por tan poderoso pariente.
Pero alguien se dio cuenta del inmenso poder que podía ejercer si lograba condensar todas las divinidades en una sola. De hecho, el faraón Akhenaton, ya intentó en el siglo XII A.C instaurar el monoteísmo, aunque a su muerte, los dioses clásicos volvieron por sus fueros.
Quizás fueron los Judíos, los primeros en instaurar el dios único como religión oficial, pero nunca intentaron exportar sus creencias, como pueblo elegido se creían hijos del verdadero Dios, pero era una relación que solo le incumbía a ellos.
Una rama del Judaismo, el cristianismo, toma conciencia por primera vez del concepto ecuménico de Dios, y sus discípulos se sienten llamados a iluminar al mundo con su credo, se crea el apostolado. Miles de hombres de buena fe, se extienden por el orbe para llevar la palabra de Dios a los paganos, nombre que sustituyó al de “gentiles” ,con que los judíos calificaban a “los no creyentes”.
Cuando Nicea sella la alianza entre el poder de Dios y el poder de los hombres, la suerte está echada, se acaba de crear la primera y más poderosa multinacional de todos los tiempos.
Emperadores, nobles y terratenientes de hacen con el control mas férreo que jamás habían logrado sobre el pueblo. La religión.
Ahora ya no solo pueden amenazar a los insurrectos y a los rebeldes con la muerte, ahora cuentan con las más terrible de las amenazas, el fuego eterno.
Cada nueva conquista, cada descubrimiento, lleva en vanguardia legiones de misioneros, dispuestos a rematar el genocidio, con el exterminio de los dioses y culturas de los vencidos.
Así se extirpan de la faz de la tierra religiones milenarias y se injertan en los corazones de los nativos las ramas de unas nuevas creencias donde poder aferrar las cadenas de la esclavitud. Los españoles en “Las indias”, los ingleses en el imperio, y los Yankees con sus esclavos negros, son un ejemplo de que el genocidio y la religión, la cruz y la espada, siempre han ido de la mano, y siempre la han empuñado los mismos.


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