La semana pasada, un asesor de imagen se puso en contacto conmigo y me ofreció sus servicios para potenciar mi presencia en la red y en los ámbitos literarios. Siempre he creido que la autenticidad y la coherencia son las mejores tarjetas de presentación, pero le dejé hablar para ver por donde salía. Estuvo pontificando sobre el valor de la imagen, el marketing y la rentabilidad de una inversión para potenciar el perfil creador de un astísta.
Como yo no le contradecia en nada (me paració una pedida de tiempo), entró a matar fuera de tercio. "Ud da una buena imagen, es culto, amable y sabe tratar a las mujeres, pero tiene un fallo imperdonable, se mezcla en política, y si quiere triunfar y vender sus libros, no se busque enemigos, contemporice con todos y deje sus opiniones personales para la intimidad..."
No le dejé acabar. -Creo que se ha equivocado de producto, yo soy poeta, y un poeta no puede traicionar a sus lectores y mucho menos a sí mismo, posiblemente, sus sistema sea muy efectivo para cantantes o vendedores de best sellers, pero la poesia no se vende, es un regalo de corazón a corazón, un boca a boca que nos permite seguir viviendo en una sociedad como la que fomenta.
Lo siento por usted y por todos a los que manipula, muy buenas tardes y disculpe por el tiempo que le he hecho perder, yo, sin emnbargo le estoy muy agradecido porque aunque no me ha enseñado nada, me ha hecho recordar unos principios que no deberia haber olvidado.
Muchas gracias.
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