Ya no me queda zumo, ya no me queda pulpa, solo un pellejo arrugado resta de mi media naranja. Creía
que era inagotable, que podía exprimirla cada día y volvería a regenerarse pero ha llegado un punto en
que ya nada sirve.
Quizás pueda hervir la piel y hacer una mermelada de naranja
amarga, pero sea como sea, no puedo desprenderme de ella, deberé llevarla
conmigo el resto de mis días mientras siento como poco a poco se pudre la otra
mitad.
Jose Luis Posa
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