El andén estaba casi vacío, a las seis de la mañana la estación lucía fantasmal. Los pocos viajeros que esperábamos parecíamos zombis, unos recién levantados y otros deseosos de coger la cama tras una noche de trabajo. El tren se detuvo con un chirriar de ruedas, abrí las puertas y busqué un asiento, una de la ventajas de madrugar, es que siempre puedes sentarte en el metro, y aprovechar para echar una cabezada, las quince estaciones de recorrido, me permitían relajarme y poner en orden mis ideas, cerré los ojos y me quede traspuesto.
Me desperté sobresaltado, el tren había frenado de golpe, y en el vagón solo brillaban las luces de emergencia, me levanté inquieto y miré por la ventanilla, me había pasado de parada y no tenía idea de donde me encontraba, abrí las puertas y salí a un andén totalmente desierto.
En los andenes se dormitaban varios convoyes con las luces apagadas, debía estar en los aparcamientos, no entendía por qué nadie me había avisado, miré el reloj del móvil, pero estaba apagado, tampoco tenía cobertura. Salí de vagón y busqué en el andén una referencia, pero fue inútil, aquello parecía una catedral abandonada, solo se acuchaban los ecos de trenes vacios que aullaban en la semioscuridad.
Las escaleras mecánicas estaban paradas, subí andando con la esperanza de encontrarme con algún empleado, pero allí no había nadie. Busque un plano de la red para orientarme, pero los que había, estaban en un idioma desconocido, además el trazado de la líneas me era totalmente ajeno, un sudor frio empezó a recorrerme el cuerpo. Grité pidiendo ayuda, pero solo los ecos me contestaron, tenía miedo y estaba desorientado, encontré otra escalera y tras varios minutos de agotadora ascensión salí a la calle.
La noche era cerrada, unas callejuelas estrechas y pestilentes me asaltaron de pronto, intenté orientarme, pero estaba totalmente perdido, corrí desesperadamente buscando alguien pero estaba totalmente solo, aunque tenía la negra sensación de que alguien me espiaba desde los portales. No sé cuantas horas llevo vagando por entre la callejas, estoy muerto se sed, pero todo está cerrado, incluso la fuente del mugriento parque donde me he sentado está seca.
Escribo esta nota con la esperanza de que alguien la encuentre, las horas pasan y el cielo sigue negro, de vez en cuando algún rayo cruza por entre las brumas, pero ni el trueno se escucha, me dejo caer en un banco, estoy agotado y aterrorizado, he intentado rezar pero ya no me acuerdo… espero despertar pronto y que todo haya sido una pesadilla, un horrible y tétrica pesadilla.
Jose Luis Posa
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