Hoy meditaba sobre la complejidad de nuestro cerebro, la fragilidad del sistema emocional del que depende nuestra felicidad y nuestra salud. La sugestión es un arma poderosa que nos permite controlar situaciones difíciles falseando la importancia real de los datos que recibimos y haciendo que la reacción de nuestro organismo no sea tan agresiva. Actuaria como unas gafas de sol, que sin impedirnos la visión, nos protege del deslumbramiento.
Pero también es un arma de doble filo que debe manejarse con sumo cuidado. Cuando nos sugestionamos consciente o inconscientemente, estamos provocando una percepción incorrecta de la realidad que puede desencadenar desequilibrios psíquicos y hasta enfermedades.
Imaginemos a estas personas que debe mantener una identidad secreta, o que llevan una doble vida. Durante el tiempo en el que están actuando, todo su sistema nervioso y hasta su escala de valores está siendo alterado, si la situación se alarga en el tiempo, puede ocasionar reacciones esquizoides y generar problemas de personalidad.
Un caso típico sería el de aquellos que a fuerza de fingir una enfermedad, acaban desarrollándola, o el de actores que a fuerza de encasillarse en un personaje, acabaron dominados por su propio rol, como le sucedió a Bella Lugosi con Drácula o a Weissmuller con Tarzan.
El caso del Dr. Jekyll es mucho más corriente de lo que nos creemos, y todos llevamos un Mr Hide en el subconsciente, que puede despertar sin necesidad de pócima alguna. La coherencia y la sinceridad son los mejores antídotos contra ciertos desequilibrios emocionales, que acaban enfermando nuestro cuerpo y nuestro espíritu.
Jose Luis Posa
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