La vida se arrastra como gotas de lluvia tras sucios ventanales
dejando huellas en la piel del alma,
tatuajes a sangre y fuego que en vano intentamos limpiar
con la gamuza del olvido.
Vemos las lágrimas del tiempo recorrer senderos imprevistos,
se deslizan como niñas cantarinas y de repente,
se detienen y se convierten en granulos de sal
mirando hacia el pasado.
A veces, a este lado de los vidrios,
nos acogen las cálidas llamas de un hogar,
otras, el vendaval destroza las ventanas
y sus cristales nos desgarran el alma,
los miedos aúllan como lobos hambrientos
y la gélida noche nos atrapa entre sus zarpas heladas.
Los carámbanos gotean soledades cual relojes de arena
y un fundido en negro nos absorbe,
es el gélido abrazo de Morfeo
que nos abduce a una nueva pesadilla.
Jose Luis Posa
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