Y cerraste los ojos
para no ver las llamas de mi ira,
para encajar el golpe,
para tragarte de un sorbo la ignominia.
Y humillaste la frente
para fajar los puñales de mi furia,
para buscar refugio
en el negro cobijo de la huida.
Pero no habrá una sima
donde puedas verter tanto veneno
ni una guarida
donde poder escapar de los infiernos.
No habrá un arroyo
que te entregue sus aguas cristalinas,
solo los charcos
se abrirían a tu lengua viperina.
Yo te maldigo
y maldigo tu nombre y tu linaje
vieja raposa
asaltante de placidos corrales,
zorra encelada,
carroñera, traidora y malasangre.
Shemirramis
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