Érase una vez dos labradores, ambos tenían campos de trigo,
pero uno los cuidaba con amor y dedicación y el otro los dejaba de la mano del
creador. Un año llego una plaga de cizaña, el buen labrador siguió cuidando su
mies, la abonaba y la protegia, arrancó las malas hierbas y logró tras muchos
esfuerzos salvar su cosecha.
El díscolo dejó que
la maleza invadiera sus campos, cuando vio que ya no podía con ella prendió
fuego a la mies y dejó sus tierras en barbecho, cuando vio las espigas de su
vecino rebosantes de grano pensó ¡este ha hecho un pacto con el diablo, nadie
puede vencer una plaga de cizaña! y le denunció al sanedrín.
Lo mismo sucede con las enfermedades, hay quienes se cuidan
y mantienen su cuerpo bien alimentado y protegido, cuando les asalta una
enfermedad, en lugar de quemar la cosecha con medicación venenosa y agresiva,
la vigilan, le proporcionan la protección de la medicina natural y dan tiempo
al tiempo para que sigla su ciclo. Cuando llega la cosecha, los primeros
recogen salud y calidad de vida mientras los segundos se encuentran con un organismo
erosionado y sin defensas y una enfermedad irreversible ,
entonces, estos, se consuelan diciendo ¡Es que mi vecino no tenia la misma
enfermedad, por eso él se ha curado y yo estoy al borde de la muerte!
No hay enfermedades, hay enfermos y cada uno de nosotros
somos responsables del cuidado y la defensa de nuestra salud, somos tan ciegos
que preferimos creer que nuestra enfermedad no tiene curación en lugar de
aceptar que no hemos seguido el tratamiento correcto y enmendarlo antes de que
sea demasiado tarde, no hay enfermedades incurables, hay enfermos que no se
saben curar.
JUANMAROMO
JUANMAROMO
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