Hace unos días conversaba con un amigo coetáneo, se
lamentaba que en el mejor de los casos y según la estadística le quedaban veinte
años de vida ¡veinte años! un soplo en el tornado de la existencia. Aparte de que pienso que la estadística es la
ciencia que mide la nariz de Pinocho, me puse a rebobinar la cinta de mis
recuerdos y sintiéndolo mucho, tuve que contradecir a Gardel, veinte años lo es
todo.
En veinte años nací, crecí, y mas o menos bien, me eduqué, tomé
conciencia de mi mismo, abrí los ojos a la noche, a la música y a la droga. En
veinte años me enamoré y conocí el desamor, encontré un trabajo, estudié y fui enormemente
feliz y profundamente desgraciado, todo lo que soy y seré tiene sus cimientos
en esos años en los que no se ponía nunca el sol.
El tiempo es el doblar de una campana, el tic tac de un
reloj o el caer de las hojas de un calendario, pero un día puede ser una
eternidad, y la eternidad puede presentirse en un instante.
No, querido amigo,
no se si me quedan veinte años o veinte segundos, pero te aseguro que cada
latido de mi corazón será el primero y el último, cada beso será el más
profundo y cada vez que haga el amor, será un renacer en los brazos de Venus.
El tiempo es un invento humano, la vida, un regalo de dios.
JUANMAROMO
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