Le tomó el pulso al riesgo en el mismo nacimiento, robaba en los grandes almacenes como un desafío, conducía al filo de lo imposible y filtreaba con el vacío. Le atraían las profundidades, las aguas verdes de los pantanos, de los lagos, de los estanques, el mar y sus olas eran a la vez amantes y rivales a los que poseer. No conocía el miedo, el abismo era su reto y la adrenalina la sangre de su sangre, siempre se jactó de apurar la vida hasta las heces y de cuadrar el amor ante su estoque, presumía de capear el riesgo hacia los medios hasta cortarle el rabo y las orejas y pasearlos triunfante por la plaza.
No murió de cornada, ahogado o despeñado, no falleció compitiendo en un rally, le abandonó el corazón desesperado de tanto llorar sin que nadie le hiciese caso.
JUANMAROMO
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