Hay momentos en la vida en que sientes que el tiempo se
detiene, que los péndulos se atoran y un silencio sepulcral lo inunda todo. El
sol se eclipsa y la tinieblas te invaden la mirada, el corazón se desboca y
parece estalla en el pecho.
El aire se hace espeso en los pulmones y te impide
respirar ni en un suspiro, entonces ves la muerte, pero no la muerte amiga, la
muerte redentora, ves aparecer la guadaña que te siega la vida, la ilusión,
las esperanzas, el amor. Te aferras a la vida, porque morir así es la peor de
las muertes, es hundirte en la desesperación, entregarte a los infiernos. En un
supremo esfuerzo recobras el aliento, sacudes a patadas a la dama de negro y
recuperas el resuello, el corazón se encabrita buscando una esperanza y los
bronquios aúllan un último resuello. Cuando la última campanada resuena en tu
cerebro, te levantas como un zombi pateando la lona y caminas sin rumbo
buscando una salida, de pronto el tic tac del reloj cobra su pulso, los
péndulos retoman su ciclo y el sol parpadea entre la nubes, te desplomas
rendido en la butaca recobrando el aliento y comprendes que has ganado una
batalla, pero que la guerra, la guerra contra los miedos, la soledad y las
tinieblas no ha hecho más que empezar.
JUANMAROMO
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